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Pobre Esperanza

Aún así, Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad madrileña, confiesa que tiene problemas para llegar a fin de mes. Luego, lo ha maquillado que no desmentido, pero escrito está y ahí queda. Doña Esperanza, la pobre, echa de menos las dos pagas extraordinarias a las que estaba acostumbrada desde casi siempre. Seguramente, la presidenta ignora que hay una cantidad enorme de ciudadanos –entre los que me encuentro- que no cobran paga extraordinaria jamás, aunque resulte razonable reconocer que incluso los más encendidos opositores al Glorioso Tumulto agradecían, en su momento, la extra del 18 de julio. La pela es la pela y no sólo en Catalunya, oigan. La pobre ex ministra tiene un sueldo mensual que gira en torno a los ocho mil quinientos euros. No está mal, visto desde la perspectiva de una economía doméstica del montón. Y uno supone que, aunque no perciba pagas extraordinarias, sí gozará de algunos privilegios, dado su cargo, que podrían hacerle más llevaderas las cuentas hogareñas. Hablo de las dietas, que en política se suelen pagar por cualquier chorrada de reunión, sin contar con que, imagino, no deberá abonar de su bolsillo la mayoría de sus desplazamientos o almuerzos de trabajo, pongamos por caso. Las cuitas de doña Esperanza referidas a la administración de su escuálido salario no son solamente una anécdota desafortunada, sino una bofetada a toda una sociedad que, mayoritariamente, sí las pasa canutas entre nómina y nómina o entre visita y visita a la oficina del paro. Una demostración inconcebible –y algo grotesca, la verdad- de la insensibilidad de esta dama que presume de representar una parte de algo así como el centro liberal de su partido. Debiera estar más al tanto la presidenta de la Comunidad de Madrid de los informes demoscópicos que hablan de lo canutas que las pasan –de verdad- las buenas gentes para alcanzar el fin de mes sin desesperados agobios. Y no le remito a los datos de ese tipo referidos a Canarias, porque las Islas le quedan muy lejos y, a lo peor, le entraba la risa tonta. El caso es que, en plan de coña, ya hay una página en Internet donde el personal puede aportar un eurillo –o los que gusten- para sacar de apuros a doña Esperanza. Algo es algo, a la espera de que, previos los acuerdos políticos y administrativos pertinentes, le aumenten el sueldo a la señora. Porque ciertamente, tal como están los precios en las boutiques y las joyerías más exclusivas, con ocho mil quinientos euros mensuales no hay quien viva.

José H. Chela

Aún así, Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad madrileña, confiesa que tiene problemas para llegar a fin de mes. Luego, lo ha maquillado que no desmentido, pero escrito está y ahí queda. Doña Esperanza, la pobre, echa de menos las dos pagas extraordinarias a las que estaba acostumbrada desde casi siempre. Seguramente, la presidenta ignora que hay una cantidad enorme de ciudadanos –entre los que me encuentro- que no cobran paga extraordinaria jamás, aunque resulte razonable reconocer que incluso los más encendidos opositores al Glorioso Tumulto agradecían, en su momento, la extra del 18 de julio. La pela es la pela y no sólo en Catalunya, oigan. La pobre ex ministra tiene un sueldo mensual que gira en torno a los ocho mil quinientos euros. No está mal, visto desde la perspectiva de una economía doméstica del montón. Y uno supone que, aunque no perciba pagas extraordinarias, sí gozará de algunos privilegios, dado su cargo, que podrían hacerle más llevaderas las cuentas hogareñas. Hablo de las dietas, que en política se suelen pagar por cualquier chorrada de reunión, sin contar con que, imagino, no deberá abonar de su bolsillo la mayoría de sus desplazamientos o almuerzos de trabajo, pongamos por caso. Las cuitas de doña Esperanza referidas a la administración de su escuálido salario no son solamente una anécdota desafortunada, sino una bofetada a toda una sociedad que, mayoritariamente, sí las pasa canutas entre nómina y nómina o entre visita y visita a la oficina del paro. Una demostración inconcebible –y algo grotesca, la verdad- de la insensibilidad de esta dama que presume de representar una parte de algo así como el centro liberal de su partido. Debiera estar más al tanto la presidenta de la Comunidad de Madrid de los informes demoscópicos que hablan de lo canutas que las pasan –de verdad- las buenas gentes para alcanzar el fin de mes sin desesperados agobios. Y no le remito a los datos de ese tipo referidos a Canarias, porque las Islas le quedan muy lejos y, a lo peor, le entraba la risa tonta. El caso es que, en plan de coña, ya hay una página en Internet donde el personal puede aportar un eurillo –o los que gusten- para sacar de apuros a doña Esperanza. Algo es algo, a la espera de que, previos los acuerdos políticos y administrativos pertinentes, le aumenten el sueldo a la señora. Porque ciertamente, tal como están los precios en las boutiques y las joyerías más exclusivas, con ocho mil quinientos euros mensuales no hay quien viva.

José H. Chela