Espacio de opinión de Canarias Ahora
Política contra educación
En el mundo en el que vivimos, cada vez es más importante saber cuál tecla tocar, con quién se debe hablar, o qué solución tiene un problema concreto, en tiempo real y sin abstracciones innecesarias.
Conocer nuestro mundo no debería ser un elemento condicionado a si el temario de la asignatura llega hasta ese punto o no. Es una necesidad para poder hacer frente a los requerimientos propios de la aldea global en la que vivimos.
Y cuando se está de espaldas a la realidad ?o se la trata de acotar convenientemente para evitar preguntas inconvenientes-, flaco favor se le está haciendo a la formación de los alumnos.
Además, tampoco soy de los defensores del profesorado español y por varias razones. Una, la cual todavía impera en muchos lugares, es la creencia de que si todos los alumnos de una clase suspenden una asignatura es por culpa de los mencionados alumnos. Puede que hace treinta o cuarenta años esa lógica fuera válida, pero hoy día defender esa postura es algo que difícilmente se puede sustentar en cualquier razonamiento lógico.
Después está la figura del “profesor ausente”, muy conocida en el ámbito universitario. Me refiero a ese profesor que, o sólo se le ve el primer y el último día de clase o, en su defecto, se conoce a un sustituto que acaba siendo el profesor “titular” de asignatura.
Para muchos, la universidad es una fuente extra de ingresos, pero la preocupación por los alumnos no figura entre sus obligaciones.
Sumen detalles como los esquivos horarios de tutorías, los cuales suelen solaparse con otras clases ?lo que obliga al alumno a elegir entre asistir a una clase o perderla para así poder asistir a la tutoría- o los tremendos problemas que tienen los alumnos que se marchan de Erasmus o Séneca cuando regresan para poder convalidar los estudios cursados durante el periodo que han pasado fuera.
En buena parte de las universidades españolas, incluyendo la de Las Palmas de Gran Canaria ?o en reputadas universidades privadas- quienes se marchan de Erasmus lo hacen para disfrutar de un año de vacaciones pagadas en el extranjero, según palabras textuales de un responsable de una secretaría de alumnos de la mencionada universidad de la isla de Gran Canaria.
Por tanto, el que un alumno les pida que le convaliden tal o cual asignatura les parece del todo raro, incluso excesivo.
Pueden añadir la falta de reciclaje de buena parte del profesorado, anclado en modos y maneras del siglo pasado, y que nada contribuyen a despertar el interés por la formación de los más jóvenes y entenderán mis reparos ante el mencionado sistema educativo.
Está claro que hay muchas cosas que cambiar y mejorar ?por parte del propio sistema y por parte del colectivo de los profesores- al igual que los modos y maneras de las nuevas generaciones dejan mucho que desear, por ser benevolentes con los más jóvenes.
Otra cosa muy distinta es que no me solidarice con buena parte de las reivindicaciones del colectivo de los profesores de Canarias, enfrentados con la inoperante y caduca conserjería de educación del gobierno de la comunidad autónoma.
Dejaré a un lado el uso de fondos públicos para defenderse a sí mismo y acusar a los profesores de todos los males de este mundo ?incluida la muerte de Manolete- perpetrada por la actual responsable de dicha área. Es una práctica común, por parte de muchos cargos electos, tirar de los fondos públicos para defenderse de cualquier asunto que consideren inconveniente. Al revés que en las empresas privadas no tienen por qué justificar los “dineros” gastados, si con ello logran tapar sus vergüenzas y las del ejecutivo al que representan.
Lo que sí es realmente cargante es que, lejos de tratar de aportar ningún argumento sólido, la administración recurra al consabido “agravio comparativo” con el resto de la población para deslegitimar las peticiones de equiparación salarial del mencionado colectivo.
Esos responsables, que acusan a los profesores de las islas de ser los mejor pagados de las nación ?y del mundo mundial, ya puestos- se olvidan de los sueldos, prebendas, regalos y primas que disfruta la clase política de las islas, a pesar de su demostrada incapacidad para solucionar muchos de los problemas de la comunidad.
Todavía recuerdo las declaraciones de un incombustible cargo político de las islas que, malhumorado por las preguntas de un periodista, respondía altanero: “¿Usted se piensa que yo soy un paniaguado que vive de los 2.500 euros mensuales que gano por ser político?” Puede que, para él, 2.500 euros mensuales sea calderilla, pero para el común de los mortales dicha cantidad es como el “Sangri-la” de los orientales, una quimera inalcanzable.
De todas maneras, lo más llamativo de todo es que los responsables del área de educación ?los mismos que llevan más de una década sin aumentar la inversión, de manera que se pueda apreciar dicho gasto- y los mismos que descalifican, taxativamente, cualquier información que desmienta su personal y nacionalista visión de la realidad ?por ejemplo el informe Pisa, que coloca a la comunidad Canaria a la COLA en lo que se refiere a al tema de a educación-, no sean capaces de afrontar la realidad diaria de los profesores de la comunidad.
Una realidad que los lleva a desarrollar su actividad profesional en centros muy mal dotados, donde buena parte de las asignaturas no se pueden impartir como es debido por la falta de los útiles más elementales y, encima, con unos estudiantes que desconocen lo que es la palabra dedicación, sacrificio, y voluntad para aprender cualquier disciplina que les suponga la más mínima molestia.
A nadie parece importar, por lo menos a los teóricos responsables de velar por la correcta formación de los más jóvenes, el estado en el que se encuentran buena parte de los centros educativos, algunos a punto de cerrar por demolición. Eso no importa.
Que Canarias se encuentra a la cabeza del fracaso escolar, ¡mentira! Eso sólo lo dicen informes tendenciosos que tratan de desestabilizar al gobierno de la comunidad y confundir a los electores.
Que el nivel de formación de los alumnos de la comunidad es menor que en otras comunidades ?ni hablamos del extranjero o de países comunitarios, por si las suspicacias-. ¡Tampoco es cierto! Nuestras universidades están a la altura de cualquier otra comunidad, aunque muchos de esos “tendenciosos informes” digan lo contrario.
Para acabar de rematarlo todo, el comportamiento de muchos líderes, fomentando el afíliate a un partido político y no te preocupes por nada más, no es el mejor mensaje para quienes ven que su futuro profesional pinta de color negro, tinta de calamar por poner un ejemplo.
No quiero decir que la formación sirva a todos por igual ?miren el torticero, impresentable y mediocre comportamiento de muchos cargos electos, los cuales se comportan más como un chulo barriobajero que como un Excelentísimo señor y/ o señora-. Por ellos está claro que la formación pasó de largo.
Olvidarse de la importancia que para una sociedad tiene la formación de sus ciudadanos es dinamitar las mismas bases de dicha sociedad y lastrar a quienes, antes o después, deberán hacerse cargo de las riendas del mundo. La vida puede enseñar mucho y lo hace, aunque muchos no aprendan, pero la formación que se imparte en las aulas -y hay muchos buenos profesores en nuestra comunidad y en el resto del país- es fundamental para asegurarnos una mejor convivencia.
Aquellos que creen que es mejor tener borregos sumisos, los cuales son fáciles de manipular una vez lleguen los tiempos electorales es, además de una presunción que debería estar penada por la ley, una irresponsabilidad de las que acaban pasando factura al resto de los ciudadanos. Claro que, llegados a ese punto, seguro que tienen un “cabeza de turco” para descargar todas las culpas.
Sólo espero que en la batalla que ahora libra la política contra la educación gane la segunda, porque la primera lleva, por lo menos en Canarias, demasiado tiempo oliendo a podrido.
Eduardo Serradilla Sanchis
En el mundo en el que vivimos, cada vez es más importante saber cuál tecla tocar, con quién se debe hablar, o qué solución tiene un problema concreto, en tiempo real y sin abstracciones innecesarias.
Conocer nuestro mundo no debería ser un elemento condicionado a si el temario de la asignatura llega hasta ese punto o no. Es una necesidad para poder hacer frente a los requerimientos propios de la aldea global en la que vivimos.