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El PP y el terrorismo
“La bomba me vacunó contra el odio”, declaró hace tiempo Eduardo Madina. Su presencia en el Congreso de los Diputados, votando junto al gobierno de Rodríguez Zapatero todas las propuestas del PSOE, debería servir para que el PP tuviese un poco de sensibilidad cuando habla de las víctimas del terrorismo, para que no se arrogara la representación de cientos de personas que han sufrido en sus carnes o en la de sus familiares tanto dolor.
Pero hablar de ETA o del terrorismo islamista tiene una rentabilidad política a la que resulta difícil de renunciar. La política es un río revuelto donde los pescadores intentan sacar tajada a la máxima velocidad. Pero debería haber unos límites. Por ejemplo los muertos, los heridos o, ¿por qué no? la verdad. Cuando el cinismo forma parte de la estrategia se pierden los límites y la vergüenza. Eso es lo que le pasa al PP con el uso electorero del terrorismo.
El presidente del PP Mariano Rajoy escribió ayer un artículo en la tercera página del diario ABC titulado: “Terrorismo global: lo urgente y lo importante”. Además de copiar algunos párrafos del discurso de Barack Obama, Mariano Rajoy rindió un homenaje al gobierno de Estados Unidos por la liquidación del líder de Al Qaeda. Desde el primer párrafo recuerda que en noviembre de 2001 acudió a Washington como ministro del Interior para mostrar su solidaridad con los norteamericanos. Es la única alusión a las víctimas, a las norteamericanas. Rajoy no dedica ni una palabra a las víctimas españolas del terrorismo islamista, a las 191 víctimas del 11-M. En la páginas 36 y 37 del mismo periódico hay un reportaje firmado por Cristina de la Hoz titulado: “Bin Laden alentó el atentado más salvaje de la historia de España”
Las declaraciones de Esperanza Aguirre negando que Bin Laden reivindicó los atentados me Madrid no sólo son un ataque a la verdad, también son un ataque a la decencia política. La presidenta de la comunidad de Madrid negó algo de lo que existen documentos publicados, algo sentenciado por los tribunales, para mantener la tesis conspiranoica sobre la que el PP ha centrado su estrategia política y mediática los últimos cuatro años.
Otro ejemplo de cinismo político ilimitado es el doble discurso sobre el terrorismo de Estado. Cuando Felipe González declaró que le ofreciero volar la cúpula de ETA y no lo hizo, la reacción del PP fue acusar de terrorismo de Estado a González. No le pidieron que hiciese lo mismo que Obama con Bin Laden, sino que se situaron en grandes defensores del Estado de Derecho y acusaron al expresidente socialista dirigido un grupo que practicaba el terrorismo de Estado. Si Obama ejecuta sin juicio ni detención previa a Osama Bin Laden y a los que estaban en su vivienda es un héroe digno de felicitar en la página 3 de ABC, si Felipe González cuenta en El País que le ofrecieron hacer lo mismo con ETA, es un terrorista de estado. Si esto no es cinismo que vengan los dioses y lo desmientan.
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Juan Garcia Luján
“La bomba me vacunó contra el odio”, declaró hace tiempo Eduardo Madina. Su presencia en el Congreso de los Diputados, votando junto al gobierno de Rodríguez Zapatero todas las propuestas del PSOE, debería servir para que el PP tuviese un poco de sensibilidad cuando habla de las víctimas del terrorismo, para que no se arrogara la representación de cientos de personas que han sufrido en sus carnes o en la de sus familiares tanto dolor.
Pero hablar de ETA o del terrorismo islamista tiene una rentabilidad política a la que resulta difícil de renunciar. La política es un río revuelto donde los pescadores intentan sacar tajada a la máxima velocidad. Pero debería haber unos límites. Por ejemplo los muertos, los heridos o, ¿por qué no? la verdad. Cuando el cinismo forma parte de la estrategia se pierden los límites y la vergüenza. Eso es lo que le pasa al PP con el uso electorero del terrorismo.