Espacio de opinión de Canarias Ahora
Presidente de Banania
Paulino Rivero debe haberse dado un golpe en la frente, o haberse caído del caballo, como Pablo, o fumado alguna sustancia en mal estado. El hombre ha firmado un artículo en todos los periódicos de las islas como “presidente de Canarias”, una jurisdicción política que se acaba de inventar él, porque no la recoge ni el Estatuto ni ninguna norma legal española o canaria. Rivero es –con toda legitimidad y de momento- presidente del Gobierno de Canarias, pero no es presidente de Canarias. Es como si Rajoy firmara como Presidente de España, siendo –como es- presidente del Gobierno de España. Que no es ni mucho menos lo mismo, aunque pueda parecerlo: a Rajoy no se le ha votado para ejercer la Presidencia de España sino para dirigir su Gobierno, y a Rivero igual. Y la diferencia no es baladí, sobre todo cuando se firman artículos sobre asuntos tan peliagudos como el de la soberanía, ahora compartida, como la que Rivero nos propone en su última contribución al periodismo. Alguien debería explicarle que la soberanía está ya compartida, porque radica en la totalidad de los ciudadanos. Lo que el plantea es que la soberanía radique en el territorio, se pacte entre territorios, una idea bastante arcaica y completamente ajena al derecho constitucional moderno.
Y es ahí –en otro manoseo impúdico al concepto de soberanía- donde está la clave de este ridículo asunto de los nuevos galones presidenciales: colocarse ahora bajo el paraguas de Presidente de Canarias –cargo que no existe, que no ha sido creado en ningún Estatuto ni de Canarias ni de ninguna comunidad autónoma-, es atribuirse la representación de un territorio como entidad soberana. Porque de eso va este gasto inútil de tinta sobre papel. De volver a traer al debate regional las viejas querencias silenciadas por Rivero durante los años de cogobierno con el Partido Popular (2007-2010), y camufladas en esta última etapa del cogobierno con el PSOE detrás del argumentarlo para la consulta sobre las prospecciones. Rivero vuelve a jugar a lo que jugaba antes de ser presidente, cuando se entretenía sacando jugo electoral a palabras y conceptos como residencia y canariedad. Ya de retirada, vuelve al discurso que tuvo que silenciar para legar a la posteridad un nacionalismo de padre de la patria. Su artículo es más de esa misma tontería. Pero no voy ni a comentar esta nueva vuelta de tuerca a la inanidad, este calculado despilfarro de ideas para manosear la soberanía (siquiera sea compartiéndola en el título, quien sabe con quien) y seguir dándole a la carraca. Rivero no es presidente de Canarias, pero actúa como si fuera el presidente de la Ínsula Banania.
Paulino Rivero debe haberse dado un golpe en la frente, o haberse caído del caballo, como Pablo, o fumado alguna sustancia en mal estado. El hombre ha firmado un artículo en todos los periódicos de las islas como “presidente de Canarias”, una jurisdicción política que se acaba de inventar él, porque no la recoge ni el Estatuto ni ninguna norma legal española o canaria. Rivero es –con toda legitimidad y de momento- presidente del Gobierno de Canarias, pero no es presidente de Canarias. Es como si Rajoy firmara como Presidente de España, siendo –como es- presidente del Gobierno de España. Que no es ni mucho menos lo mismo, aunque pueda parecerlo: a Rajoy no se le ha votado para ejercer la Presidencia de España sino para dirigir su Gobierno, y a Rivero igual. Y la diferencia no es baladí, sobre todo cuando se firman artículos sobre asuntos tan peliagudos como el de la soberanía, ahora compartida, como la que Rivero nos propone en su última contribución al periodismo. Alguien debería explicarle que la soberanía está ya compartida, porque radica en la totalidad de los ciudadanos. Lo que el plantea es que la soberanía radique en el territorio, se pacte entre territorios, una idea bastante arcaica y completamente ajena al derecho constitucional moderno.
Y es ahí –en otro manoseo impúdico al concepto de soberanía- donde está la clave de este ridículo asunto de los nuevos galones presidenciales: colocarse ahora bajo el paraguas de Presidente de Canarias –cargo que no existe, que no ha sido creado en ningún Estatuto ni de Canarias ni de ninguna comunidad autónoma-, es atribuirse la representación de un territorio como entidad soberana. Porque de eso va este gasto inútil de tinta sobre papel. De volver a traer al debate regional las viejas querencias silenciadas por Rivero durante los años de cogobierno con el Partido Popular (2007-2010), y camufladas en esta última etapa del cogobierno con el PSOE detrás del argumentarlo para la consulta sobre las prospecciones. Rivero vuelve a jugar a lo que jugaba antes de ser presidente, cuando se entretenía sacando jugo electoral a palabras y conceptos como residencia y canariedad. Ya de retirada, vuelve al discurso que tuvo que silenciar para legar a la posteridad un nacionalismo de padre de la patria. Su artículo es más de esa misma tontería. Pero no voy ni a comentar esta nueva vuelta de tuerca a la inanidad, este calculado despilfarro de ideas para manosear la soberanía (siquiera sea compartiéndola en el título, quien sabe con quien) y seguir dándole a la carraca. Rivero no es presidente de Canarias, pero actúa como si fuera el presidente de la Ínsula Banania.