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Probablemente Soria no existe

El presidente estuvo irrespetuoso con los 2.000 incondicionales que le esperaron y perdonaron pacientemente en el Centro Insular de Deportes la hora de retraso que ocasionó su visita a los mellizos de López Aguilar. Zapatero quedó muy bien con los recién nacidos y sus padres pero fatal con un par de miles de votantes. Un presidente debe anteponer siempre el interés colectivo a las cuestiones personales.

Por su parte, José Manuel Soria, a mitad de su caricatura cómico-patética entre Anacleto agente secreto y el reporter Tribulete, se ha convertido en un personaje de tebeo. En el imaginario canario Soria quedará como un prepotente y altanero personaje de cómic que un día, en sus delirios de grandeza, quiso jugar a ser dios y finalmente se quedó en un vulgar diablo encarnado en el gato con botas.

Fuera de sí (desquiciado, como le gusta definir Ana Oramas a Santiago Pérez), Soria ha perdido los papeles y el juicio antes de celebrarse. Hace tiempo que se le ha ido la olla, como a esos futbolistas que calzan el menisco del oponente en el centro del campo sin ninguna necesidad porque no hay aún peligro, a cincuenta metros de la portería, temiendo que le hagan un gol. Y lo peor es que al final se lo hacen tras expulsarlo del partido el árbitro.

Nuestro hombre, que un día fuera la gran esperanza blanca, ha actuado como un agente inexperto de la TIA de Mortadelo y Filemón embutido en el disfraz del reportero Tribulete para grabar sin consentimiento a un militante del PP que un día le votó y que ahora ha denunciado a sus correligionarios. Tras manipular sus declaraciones a su antojo con cortes sospechosos y chapuceros, las remitió al panfleto más reaccionario y ultramontano del periodismo patrio, la revista Época, que lo publicó casualmente el mismo día de la reprobación parlamentaria al vicepresidente.

Para más inri, la consejera de Turismo, vasalla de Soria en su mismo PP, negocia con la revista 180.000 euros en publicidad para promocionar Canarias. Entiende Rita Martín que la mejor forma de promocionar las islas es hablando de un falso paraíso del GAL sin crímenes.

Martín paseó sus oronda figura por el parlamento el día de la reprobación a su jefe como una vendedora vocinglera de prensa gritando el cupón de la ONCE y repartiendo a mansalva los ejemplares truculentos y delictivos de la revista en un patético numerito en la cámara que hará época.

Para rematar, Soria participó posteriormente en la tertulia de Intereconomía rodeado de periodistas afines como el propio director de Época, Carlos Dávila, que es capaz de matar a mordiscos a cualquier cervatillo que huela a Zapatero.

Si Soria no quiere dimitir por ser un nefasto político o simplemente por inmoral, que lo haga al menos por ser un pésimo actor. Alguien tendrá que decirle que Almodóvar no cuenta con él para Los abrazos rotos 2.

Ya nadie lo recordará en su faceta política, y eso que ha sido alcalde de Las Palmas distrito federal, presidente del Cabildo de Gran Canaria y ahora vicepresidente del Gobierno autónomo. Es un don nadie que ha cavado burdamente su propia fosa política. Probablemente Soria no existe. Siempre nos quedará Teruel.

El presidente estuvo irrespetuoso con los 2.000 incondicionales que le esperaron y perdonaron pacientemente en el Centro Insular de Deportes la hora de retraso que ocasionó su visita a los mellizos de López Aguilar. Zapatero quedó muy bien con los recién nacidos y sus padres pero fatal con un par de miles de votantes. Un presidente debe anteponer siempre el interés colectivo a las cuestiones personales.

Por su parte, José Manuel Soria, a mitad de su caricatura cómico-patética entre Anacleto agente secreto y el reporter Tribulete, se ha convertido en un personaje de tebeo. En el imaginario canario Soria quedará como un prepotente y altanero personaje de cómic que un día, en sus delirios de grandeza, quiso jugar a ser dios y finalmente se quedó en un vulgar diablo encarnado en el gato con botas.