Espacio de opinión de Canarias Ahora
El problema de la ley de Costas
Por un momento, creí haber perdido la apuesta al mencionar Montelongo el derribo de inmuebles antiguos, algunos con un siglo o más de existencia, rompiendo una lanza a favor de la gente que vive o ha vivido en ellos y que “ha mantenido un paisaje, las artes y las costumbres de pesca”. Confieso que casi me enterneció semejante arranque etnológico y su preocupación por esos esforzados mantenedores de nuestras tradiciones, víctimas de la piqueta inmisericorde; como en el caso del Berrugo y algún otro, más los que están a la espera, que no han contado con un pronunciamiento tan explícito de la presidenta pepera.
Enseguida vi que no iba por ahí sino que los utilizaba como “percha”, que decimos los periodistas, para colgar el verdadero mensaje: la necesidad de construir al menos tres puertos deportivos privados en Fuerteventura y arropar, de paso, los esfuerzos del Gobierno para legalizar los hoteles conejeros contra los que hay sentencias de los tribunales por manifiestas ilegalidades e irregularidades. A las que añadiría yo la agravante de pitorreo
La ley de Costas, en fin, es como les dije el problema principal no del turismo sino de los promotores y sus arietes políticos. Lo demás, el paisaje, las artes y las costumbres de pesca son recursos para engañar incautos. Pura filfa.
No digo que Montelongo dijera lo que dijo de mala fe, incluso podría admitir que le duele la desaparición de esos inmuebles antiguos. Pero es el suyo un sentimiento subjetivo irrelevante frente al hecho objetivo de cómo viene actuando el Gobierno.
No digo que la ley de Costas sea una maravilla sino que somos muchos los que pensamos que a ella debemos que nos queden a orillas del mar algunos tramos presentables. Que somos los mismos que nos preguntamos cuanto tardaría el Gobierno canario, de conseguir la transferencia de Costas, en elaborar una hijuela de sus “medidas urgentes” y ampliar el ámbito de los desafueros.
La llamada “Prensa del Régimen”, que ahora mismo lo es la de papel por razones de supervivencia, ha difuminado el fondo de las declaraciones de Montelongo. No ha dicho, repito por si no ha quedado claro, que la ley de Costas, con todos sus defectos e inadecuación a Canarias, no es el problema principal del turismo sino de la avaricia. Si lográramos tener eso claro, seguro que entenderíamos casi todo lo demás. Ya está bien de que nos tomen por idiotas aunque con frecuencia lo parezcamos.
Por un momento, creí haber perdido la apuesta al mencionar Montelongo el derribo de inmuebles antiguos, algunos con un siglo o más de existencia, rompiendo una lanza a favor de la gente que vive o ha vivido en ellos y que “ha mantenido un paisaje, las artes y las costumbres de pesca”. Confieso que casi me enterneció semejante arranque etnológico y su preocupación por esos esforzados mantenedores de nuestras tradiciones, víctimas de la piqueta inmisericorde; como en el caso del Berrugo y algún otro, más los que están a la espera, que no han contado con un pronunciamiento tan explícito de la presidenta pepera.
Enseguida vi que no iba por ahí sino que los utilizaba como “percha”, que decimos los periodistas, para colgar el verdadero mensaje: la necesidad de construir al menos tres puertos deportivos privados en Fuerteventura y arropar, de paso, los esfuerzos del Gobierno para legalizar los hoteles conejeros contra los que hay sentencias de los tribunales por manifiestas ilegalidades e irregularidades. A las que añadiría yo la agravante de pitorreo