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Rajoy, sin rumbo

No fue afortunada, en primer lugar, por el marco elegido. Una conferencia de prensa en un momento tan delicado no puede, en ningún caso, desarrollarse en la sede de su partido de la calle Génova. Debió ser en el Congreso de los Diputados o en La Moncloa, pues no se trataba de una declaración partidaria sino de las palabras del presidente del Ejecutivo en pleno derrumbe de una parte significativa del sistema financiero español.

Pero si la forma no fue la adecuada, el contenido tampoco. Fue una intervención patética, de vacuas explicaciones, contradictoria y, en ocasiones, con un discurso cantinfleante, impropio de quien pretende tranquilizar a los ciudadanos y a los mercados. La afirmación de Rajoy de que “la decisión sobre Bankia no tiene ninguna influencia en la prima de riesgo” no se la cree nadie; aunque su ministro de Exteriores, García-Margallo, fue más lejos al relacionar los pitidos del público en la final de la Copa del Rey con la subida de la prima. Con semejantes diagnósticos no cabe esperar ningún tratamiento adecuado.

En consecuencia, con una intervención deslavazada y carente de claridad y liderazgo, lo que Rajoy logró fue generar más desconfianza en una situación verdaderamente extrema.

Contradicciones

Es verdad que la trayectoria de Rajoy, su Gobierno y su partido, ha sido de contradicciones evidentes desde su acceso a La Moncloa. Sin la menor explicación a la ciudadanía, dicen digo donde antes dijeron Diego. En las subidas de impuestos, en el copago sanitario o en el rescate de los bancos.

En el caso financiero hace apenas un mes el presidente señaló que no daría un euro público para salvar los bancos. El ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, a mediados de mayo, indicaba que el Ejecutivo daría 15.000 millones de préstamos para el conjunto del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), cifra ahora elevada hasta los 23.000 en capital ¡solo para Bankia!; y vendrán más, para esta y para otras instituciones dañadas por el ladrillo y la gestión de sus rectores.

Para un sistema financiero que prestó cientos de miles de millones a mansalva y que ahora ve como constructoras e inmobiliarias se han derrumbado y no le pagarán ni un euro; algo que, en menor cantidad, sucede también con cientos de miles de familias que han dejado de pagar o que en el inmediato futuro no podrán hacer frente a sus hipotecas, así como numerosas PYMES arruinadas que tampoco pagarán sus créditos.

En medio de ese terremoto financiero se hace imprescindible investigar en el plano político lo que ha sucedido en Bankia, al margen de las responsabilidades judiciales que puedan existir. No es de recibo que el PP se niegue a constituir una Comisión de Investigación en el Parlamento español, probablemente consciente de que el mal se produce esencialmente en Bancaja y CajaMadrid, en las que el PP ha mandado durante los últimos veinte años.

Como no es de recibo la enorme tibieza del líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba sobre este asunto, cuestionada dentro de su propio partido. Pidiendo la Comisión a última hora, tras la decisión del PP, adoptada en la subcomisión del FROB, de retrasar la decisión sobre las peticiones de comparecencia. Que se impida saber la verdad, por dura que esta sea, solo genera desconfianza en la ciudadanía y en los mercados.

Como bien señala Josep Ramoneda, “con la decisión de dedicar 23.000 millones de dinero público al rescate de Bankia sin la contrapartida de exigencia de responsabilidades a los autores del desastre, el Gobierno rompe cualquier principio de equidad, se coloca descaradamente contra la inmensa mayoría de los ciudadanos, que pagan los impuestos con los que el banco será rescatado, y abre una fractura en la sociedad de consecuencias todavía imprevisibles”.

Hemos podido observar esta trágica semana que el Ejecutivo español carece de liderazgo, tanto como de claridad y transparencia, Es el Gobierno de un partido que, no hay que olvidarlo, ganó las elecciones por la crisis económica y el desgaste de su rival, más que por el atractivo de sus propuestas. Y que, además, ha ido incumpliendo todos y cada uno de sus compromisos electorales.

Un Ejecutivo, el de Rajoy, que parece que desprecia al Parlamento, como hemos visto en el debate de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2012, donde aplica el rodillo y es incapaz de atender las razones de los grupos que conforman la oposición, rechazando todas sus enmiendas; que gobierna promulgando reales decretos ley; que ha funcionado siguiendo la ortodoxia ultraliberal, pese a lo que ha sufrido un castigo sin paliativos por parte de los mercados; y cuyas políticas han sido duramente censuradas por Bruselas.

Recortes

Y que, en pocos meses, ha realizado drásticos recortes y una profunda transformación conservadora en la Educación, cuestionando la equidad al obstaculizar el acceso de los que tienen menor capacidad económica, y en la Sanidad, acabando con el modelo público y universal y estableciendo el repago; llevando a cabo una agresiva reforma laboral y dos reformas financieras, así como otras reformas estructurales.

Un Gobierno que desprestigia al sector público, culpabilizándole de la crisis, cuando el problema está, se ha reafirmado esta semana una vez más, en los graves problemas del sistema financiero. El que distintos miembros del Ejecutivo hayan señalado a Grecia como responsable del desaguisado es de un cinismo sin límites.

Un Gobierno, el del PP, que con el duro ajuste fiscal impuesto detrae más de 46.000 millones de euros de la economía, mediante la subida de impuestos y la drástica bajada del gasto de las administraciones públicas, profundizando en la recesión.

Decisiones que solo está conduciendo a una menor actividad económica, más desempleo y mayor empobrecimiento de la población, algo que está afectando muy directamente a los menores, como hemos visto en el reciente informe de Unicef, donde España comienza a tener tasas de pobreza extrema que se acercan a las de Rumania y Bulgaria. Y todo apunta a que, si no se produce una profunda y urgente rectificación de las políticas económicas, en España y en la Unión Europea, la situación no hará más que agravarse irremediablemente en los próximos meses.

Román Rodríguez

No fue afortunada, en primer lugar, por el marco elegido. Una conferencia de prensa en un momento tan delicado no puede, en ningún caso, desarrollarse en la sede de su partido de la calle Génova. Debió ser en el Congreso de los Diputados o en La Moncloa, pues no se trataba de una declaración partidaria sino de las palabras del presidente del Ejecutivo en pleno derrumbe de una parte significativa del sistema financiero español.

Pero si la forma no fue la adecuada, el contenido tampoco. Fue una intervención patética, de vacuas explicaciones, contradictoria y, en ocasiones, con un discurso cantinfleante, impropio de quien pretende tranquilizar a los ciudadanos y a los mercados. La afirmación de Rajoy de que “la decisión sobre Bankia no tiene ninguna influencia en la prima de riesgo” no se la cree nadie; aunque su ministro de Exteriores, García-Margallo, fue más lejos al relacionar los pitidos del público en la final de la Copa del Rey con la subida de la prima. Con semejantes diagnósticos no cabe esperar ningún tratamiento adecuado.