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Raquel Welch, Tom Hernández

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Una mujer fascinante en los tiempos de adolescencia. Su mirada, salvajemente arrebatadora, encabezando una anatomía que llamaba poderosamente la atención cruzada únicamente por ropajes rudimentarios, en medio de un paisaje geográfico que resultaba cercano y familiar, convertida en póster que acompañó durante años algún cuarto casero. Era ella, Raquel, Raquel Welch, recientemente fallecida. La descubrió un portuense, Domingo Tomás Hernández Bethencourt, nacido en 1915. Sintió desde temprana edad la llamada de la interpretación. A los cinco años, en compañía de sus padres y un hermano mayor, viajó a California (USA). Su formación en el ámbito del teatro le fue acercando a círculos cinematográficos: se convirtió en un artista. Su nombre: Tom Hernández.

Le conocimos a finales de los setenta, en uno de los viajes a su localidad natal. Le gustaba pasear y conversar con amigos en la plaza del Charco. Hablaba un español macarrónico, al cabo de tantos años en los Estados Unidos. Lo puso de manifiesto cuando intervino en el acto de inauguración del cine ‘Timanfaya’, invitado por sus propietarios: agradeció vivamente al matrimonio “Perrggy and Terrgge” (Pedro González y Teresa Cruz) su gesto e hizo un breve y apresurado recorrido de su trayectoria artística.

El fue, ciertamente, quien descubrió a Raquel Welch, inicialmente conocida como Raquel Tejada, aquella imponente y deslumbrante mujer -a la que llamaron “El cuerpo”- que rodara, allá por 1966, en Las Cañadas del Teide y en el Llano de Ucanca, escenas de la película “Hace un millón de años”. La animó después de haber sido seleccionada reina en una feria hípica. Vaya si acertó. Hablaba de Raquel con verdadero sentido de la amistad, profesada durante muchos años.

Un enamorado de la historia local, Bernardo Cabo Ramón, reserva a Tom Hernández una destacada glosa en su sitio digital “Puerto de la Cruz: sus gentes y sus cosas”, en la que consigna las apariciones del actor en películas tanto de producción española como norteamericana y de otras nacionalidades. Recordamos haber visto en un par de ocasiones uno de los títulos en que intervino, “Los comancheros” (1961), donde interpreta el papel de crupier.

Otras películas en las que apareció: “Comenzó con un beso” (1959), “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” (1961) y “Vacaciones en Acapulco” (1963). Varios papeles también en series televisivas de grata recordación como “Laramie”, “Caravana”, “El virginiano” y “Daniel Boone”.

En su entrada dedicada al actor portuense, Bernardo Cabo Ramón relata cómo Tom Hernández fue seleccionado en la Feria del Condado de San Diego para un espectáculo de doma clásica y encarnar la imagen promocional de la convocatoria. Ahí surge el personaje de don Diego, inspirado en hechos reales protagonizados por Diego de Alvarado. Se convirtió en todo un símbolo, en la proyección de la feria durante muchos años, tal es así que se conserva una estatua suya de dieciséis pies en el acceso principal del recinto que perpetúa su recuerdo. 

Las segundas jornadas sobre Historia del cine en la isla de Tenerife, promovidas por el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, en 2015, rindieron tributo a la memoria del actor portuense. Moisés Raya Pérez, investigador y miembro  de la Sociedad de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias, en la sala Timanfaya, se ocupó de la personalidad y trayectoria de Hernández. “Un tinerfeño en Hollywood”, fue el título de su intervención en la que reconoció su versatilidad para papeles de muy distinta condición. La investigación de Raya, desde luego, permite, que la figura de Tom Hernández empiece a ser algo más que una difusa o anecdótica referencia en la historia local.

Una mujer fascinante en los tiempos de adolescencia. Su mirada, salvajemente arrebatadora, encabezando una anatomía que llamaba poderosamente la atención cruzada únicamente por ropajes rudimentarios, en medio de un paisaje geográfico que resultaba cercano y familiar, convertida en póster que acompañó durante años algún cuarto casero. Era ella, Raquel, Raquel Welch, recientemente fallecida. La descubrió un portuense, Domingo Tomás Hernández Bethencourt, nacido en 1915. Sintió desde temprana edad la llamada de la interpretación. A los cinco años, en compañía de sus padres y un hermano mayor, viajó a California (USA). Su formación en el ámbito del teatro le fue acercando a círculos cinematográficos: se convirtió en un artista. Su nombre: Tom Hernández.

Le conocimos a finales de los setenta, en uno de los viajes a su localidad natal. Le gustaba pasear y conversar con amigos en la plaza del Charco. Hablaba un español macarrónico, al cabo de tantos años en los Estados Unidos. Lo puso de manifiesto cuando intervino en el acto de inauguración del cine ‘Timanfaya’, invitado por sus propietarios: agradeció vivamente al matrimonio “Perrggy and Terrgge” (Pedro González y Teresa Cruz) su gesto e hizo un breve y apresurado recorrido de su trayectoria artística.