Espacio de opinión de Canarias Ahora
Rebiya Kadeer: siguiendo la estela del Dalai Lama
Seguramente, en la memoria colectiva de los pueblos dominados por la burguesía europea y americana fundamentalmente, persiste la concepción del Dalai Lama, como la viva imagen de un líder espiritual del “oprimido” pueblo tibetano. Tal fue la idea que nos vendió machaconamente los medios de prensa y televisión a raíz de los hechos ocurridos en Tibet el 14 de marzo de 2008.
Ese día tuvo lugar un levantamiento en Lhasa, capital de la Región Autónoma del Tibet de la República Popular China. La opinión pública asumió en ese entonces que los protagonistas eran manifestantes pacíficos, dirigidos por monjes bienintencionados, que reclamaban “libertad” para el pueblo tibetano, y que en respuesta a esto, la policía antidisturbios y el ejército chino, descargaron su violencia de una forma desmedida al reprimir a los manifestantes.
Este fue el guión presentado por los medios de comunicación más importantes y los gobiernos capitalistas, que a día de hoy sólo los desinformados se lo creen.
Lo que sucedió en Lhasa, se demostró que estaba planificado y no fue un acto espontáneo del pueblo. En definitiva, el objetivo de los lamaistas, fue la restitución de la teocracia feudal existente antes de la auténtica liberación china llevada a cabo en 1949. Este ha sido y es, el deseo de la camarilla lamaista y sus aliados occidentales.
Ese antiguo régimen feudal, que convivía con elementos propios del esclavismo, tenía como máximo líder al Dalai Lama, a quien por ley le pertenecía todo el país y sus habitantes mientras los siervos trabajaban entre 16 y 18 horas diarias.
La figura que antaño fue el principal dueño de siervos del país, es ahora descrito como un hombre sagrado y filántropo que despreciaba lo material. Ver para creer.
Tras la liberación del pueblo tibetano, se logró un progreso y desarrollo en todos los ámbitos, mayor que el alcanzado en toda su historia por los budistas. Basta decir que en 1949 la esperanza de vida de los tibetanos era de 35 años.
Ahora nos bombardean mediáticamente con otro pueblo reprimido por los malvados chinos, y con el cual todos se supone debemos solidarizarnos porque así lo dictan los medios afines al sistema.
Por supuesto que son dos fenómenos diferentes el levantamiento de Lhasa y la violencia en Xinjiang, pero en la práctica el objetivo es el mismo: provocar la desestabilización de China atribuyéndole la acusación de ejercer una fuerte represión contra un pueblo que desea su libertad.
Existen indicios, de que la organización terrorista Congreso Mundial Uigur (CMU), liderada por Kadeer, exiliada en Whasington (EEUU), está detrás de los violentos disturbios que se han cobrado la vida de más de 150 personas.
Kaader, emplazó a sus seguidores a “actuar con mayor osadía” para provocar “disturbios más graves” en China. Kaader desea convertirse en una nueva ídolo “separatista” al estilo Dalai Lama, llamando a sus partidarios de hecho a que secunden el ejemplo de los tibetanos.
Como está orquestado en estos casos, los instigadores de las revueltas responsabilizan al gobierno chino de las mismas. Al igual que Rabiya Kaader opina esto sobre lo ocurrido, lo hace con respecto al intento frustrado de la organización terrorista Turquestán Oriental, de explosionar un avión chino de pasajeros.
Los separatistas de Turquestán Oriental reconocen a Kadeer como “la madre espiritual de los uigurs”, y ella como buena “madre” que es, recorrió algunos países para que acogieran a presos de la organización amiga que se encuentran en Guantánamo.
Como el líder budista, Kadeer se llena la boca de elogios rechazando la violencia y defendiendo la democracia y los derechos humanos, y su auge es tal que desde 2006 es candidata al Premio Nobel de la paz bajo la proposición de Anneke Enochson, congresista sueca.
En vísperas de la Olimpiada de Beijing de 2008, donde su organización ejecutó varios atentados terroristas, fue recibida por George W. Bush en EEUU, donde también se reunió con el Dalai Lama.
Kadeer fue detenida en China en 1999 y condenada un año después a 8 años de prisión, por entregar informaciones estatales a organizaciones extranjeras, minando la seguridad nacional del Estado chino. Esta acusación ha sido reconocida por ella misma.
En 2005 fue puesta en libertad bajo fianza para un tratamiento médico en EEUU. Un año después fue elegida presidenta del CMU, estableciéndose definitivamente en Washington para continuar con su carrera antichina.
Bajo la tergiversación interesada, de que en China se ha forzado el desplazamiento de obreros entre diversas regiones el país para “forzar” a los obreros de minorías étnicas a trabajar en otras zonas y viceversa, no han faltado quienes se han precipitado a comparar la “heroicidad” de los “oprimidos” uigures con la lucha del pueblo vasco entre otras tonterías.
Lo cierto es que las masas populares de las distintas etnias que conviven en China, se mantienen como un solo puño ante el intento de transformarlo todo en conflictos étnicos inexistentes.
Kadeer es una fascista trasnochada al servicio del imperialismo, a la que Hollywood le tiene reservado un papel estelar como protagonista en esta nueva película de ficción.
Lo más desconcertante es que algunos insensatos que se consideran comunistas, del que despotrican es del supuesto “imperialismo” chino. Si Lenin levantara la cabeza.
(*) David Delgado es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
David Delgado *
Seguramente, en la memoria colectiva de los pueblos dominados por la burguesía europea y americana fundamentalmente, persiste la concepción del Dalai Lama, como la viva imagen de un líder espiritual del “oprimido” pueblo tibetano. Tal fue la idea que nos vendió machaconamente los medios de prensa y televisión a raíz de los hechos ocurridos en Tibet el 14 de marzo de 2008.
Ese día tuvo lugar un levantamiento en Lhasa, capital de la Región Autónoma del Tibet de la República Popular China. La opinión pública asumió en ese entonces que los protagonistas eran manifestantes pacíficos, dirigidos por monjes bienintencionados, que reclamaban “libertad” para el pueblo tibetano, y que en respuesta a esto, la policía antidisturbios y el ejército chino, descargaron su violencia de una forma desmedida al reprimir a los manifestantes.