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A recolectar yoyas

Tampoco aventuro nada si inscribo la apreciación de Grisaleña (o sea, la depreciación de los salarios) en la machacona línea empresarial de culpar de todos los males a la excepcionalidad de los procedimientos españoles de negociación colectiva y a la rigidez del mercado laboral.

No me ocuparé ahora de la negociación colectiva, no ayan a confundirme con un sindicalista cualquiera. Y dejaría estar también la rigidez del mercado laboral si no fuera porque una vez se dice que la calabaza es buena.

Nuestros empresarios llaman “rigidez” a las dificultades para despedir libremente, lo que no coneja con la tremenda dimensión de los ajustes de plantilla y el aprovechamiento a fondo de las circunstancias de crisis para tirar del empleo subterráneo y ahorrarse salarios y cuotas sociales con el regalo añadido de la absoluta sumisión de los así “contratados”. Por no hablar del irresponsable debilitamiento del Estado de bienestar que nos va quedando y la recarga de peligrosas pilas que es la precariedad permanente sin futuro cierto; o lo bastante cierto como para echarse a temblar. Si ya la denuncia del sistema de negociación colectiva, nada excepcional respeto a los otros países, tiene tela, el rollo de la rigidez clama al cielo: según la OCDE y en lo que se refiere a protección del empleo, en España es menor esa protección que en los demás países de la UE (entre ellos Portugal, Chequia y Grecia) y andamos al nivel de Mauritania y Mozambique. En Canarias, ya saben, una hora menos y en lugar de mostrarse satisfechos de tan decidida aproximación a la indigencia social siguen rajando a ver si cogen cacho.

Los que estamos hartos del pobre debate político canario, que va de los banderines a las chafalmejadas convertidas en noticias de primera, deberíamos exigir a los políticos que se mojen, que hablen de las razones y las consecuencias de la caída en picado de las rentas de los canarios, hoy más pobres que hace diez años. Está muy bien que Paulino pida a la Virgen del Pino para todos los canarios salud y trabajo; pero mejor sería explicar por qué en 2009 se devolvieron a Hacienda 1.000 millones de la RIC y la oposición la razón de que la oposición se limite a darle leña al mono hasta que hable inglés. Vale que no podemos pedirle a las empresas que se echen a la boca más de lo que pueden revolver; sí que dejen en paz a los trabajadores y aprieten donde les corresponde profesionalmente. No es menos cierto que Hacienda rechazó la moratoria de la liquidación de la RIC y que los bancos negaron créditos para la financiación de activos. Pues bien: es justamente ahí donde hay que golpear, empujar a los políticos a gestionar y negociar con los asuntos estudiados para cargarse de razones. En su defecto, que procuren plantar mocaneras, que menos da un peine.

Tampoco aventuro nada si inscribo la apreciación de Grisaleña (o sea, la depreciación de los salarios) en la machacona línea empresarial de culpar de todos los males a la excepcionalidad de los procedimientos españoles de negociación colectiva y a la rigidez del mercado laboral.

No me ocuparé ahora de la negociación colectiva, no ayan a confundirme con un sindicalista cualquiera. Y dejaría estar también la rigidez del mercado laboral si no fuera porque una vez se dice que la calabaza es buena.