Lo estamos haciendo bien. Pese a las dificultades que aborda el movimiento de lucha más organizado a nivel global, que está en continuo debate y se repiensa, como una galaxia que termina de formarse mientras no para de moverse, lo estamos haciendo bien. Y tenemos que partir de esta base para enfrentar cualquier reto, porque el enemigo estructural también sabe que el desánimo, el desaliento y la violencia es una herramienta política contra nuestros cuerpos y también contra nuestra lucha. En el año que hemos entendido en Europa que las mujeres nos estamos relatando, porque han puesto el pie en la puerta mujeres con su cuerpo, como Gisèle Pelicot que expuso su cara sin pixeles ante el mundo, para decirnos a todas que la vergüenza ha cambiado de bando, que ella no se va a esconder, que quienes tienen que sentirse mal son los más de 50 hombres que la violaron, uno tras otro mientras ella estaba drogada y sometida a esa violencia por una de las personas que más debió amarla, un supuesto espacio seguro, su exmarido. En el caso de España, la periodista Cristina Fallarás ha puesto su nombre para que cientos de miles de mujeres no tengan que publicarlo y cuenten con un espacio seguro para poder dar el testimonio, que es una parte sanadora crucial en cualquier proceso de reparación. El espacio que tejió Fallarás ha sido tan contundente, que el cruce de testimonios, el valor de contarnos las unas a las otras, juntó demasiadas coincidencias que señalaban al político de Podemos, y después de Sumar, Íñigo Errejón, que dimitió de sus cargos y dio una rueda de prensa confusa, pero con un mensaje rotundo contundente: el me too ha venido para quedarse y esto es caiga quien caiga.
Lo de Errejón fue desagradable para los espacios progresistas, e incómodo para quienes se resisten a deconstruirse y no han entendido que la violencia que se ejerce contra las mujeres no entiende de izquierda o derecha, que estamos diciendo que es estructural, que no es un loco en una calle quien nos viola, que son hombres que hemos amado, que son hombres que hemos admirado, que son hombres a los que hemos perdonado, que son hombres con los que convivimos. Son días terribles para las periodistas feministas los de atar todos los cabos y darnos cuenta, tras contrastar todas las fuentes, hacer las llamadas más incómodas, lanzar la noticia de que alguien hasta ahora estimado en el mundo de la cultura, el arte o la política, es un acosador o un violento, porque lejos de la leyenda urbana, no tenemos una diana detrás de la puerta de la Redacción y vamos tirando dardos cuando alguien cae en el ostracismo.
Son terribles esos días porque la sororidad no entiende de venganza y porque nos planteamos la terrible pregunta, que es cómo un abismo, de a cuántas mujeres no estaremos llegando a tiempo de dar voz, de arrojar luz sobre otras violencias; ¿cuántas estarán callando aún?, ¿seguiremos considerando dioses a hombres que han sido el infierno para muchas mujeres?.
Compañeros, y me dirijo a ustedes en masculino inclusivo, el reparto de la riqueza pasa necesariamente por el reparto de la igualdad real entre hombres y mujeres, siempre podemos aprender y aquí estaremos para hacer pedagogía gratis si la ocasión lo merece, pero el camino no va a ser nunca más decirnos ni cuándo es el momento de nuestra lucha, ni tener un discurso público impecable y una conducta privada violenta para compensar. Esto es una revolución estructural, porque tras un silencio de 2.000 años el testimonio es urgente.
Ustedes, compañeras, y uso aquí el femenino global, que han transgredido normas escritas y aceptadas socialmente, estas últimas quizá las peores, ustedes que han roto la cordialidad en las cenas familiares para señalar una violencia, ustedes que han escrito sobre las habitaciones propias, las condiciones materiales y las redes seguras de apoyo para poder salir de todas las violencias, ustedes que dijeron que Picasso, Juan Ramón Jiménez, Rodin o Saint-Exupéry no pueden ser referentes de ninguna revolución, aunque sean grandes artistas, género que también nos estamos replanteando, porque para brillar en lo público fracasaron en el lo privado, ustedes que se envían Whatsapp cuando llegan a casa y comparten ubicación en tiempo real cuando cogen un taxi de madrugada, ustedes que han puesto vocabulario a esta lucha que hemos tejido juntas en una red que no atrapa mariposas, ustedes que llevan las secciones de Feminismo en los periódicos luchando cada palabra frente a una forma de hacer periodismo que hablaba de “competencia” o de “primicias”, ustedes que ya son una generación mejor, ustedes que cuidan a los hijos de otras y no ven a los propios, ustedes que migran y ya no son ni raíces ni sueños, sino alguien en construcción, a ustedes que fueron asesinadas y hoy nos acordamos de sus gritos, a todas, tengan un combativo 25 de noviembre.