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Refundación nacionalista

Ni que decir tiene que cada una de ellas ha tenido su propio acento y espacio, sus coherencias y contradicciones, sus aciertos y errores, sus fortalezas y debilidades, sus puntos álgidos y de inflexión, pero todas sin duda han contribuido de alguna manera a levantar y canalizar un sentimiento de canarismo político en los últimos 40 años que, tomado en conjunto, han permitido que un pensamiento y sentimiento político con raíz propia haya tomado protagonismo y alcanzado altas cotas de representación institucional.

Habrá quienes digan que los tiempos son para reflexionar sobre temas y propuestas de orden más global, económico o social. Habrá quienes por el contrario y más discutiblemente crean, de forma simple, que sólo el mismo hecho de llamarse nacionalista y sumar siglas o partidos supone un avance dejando como algo secundario la dirección, razón o destino último que tiene ser nacionalista . En lo que seguro habrá más coincidencias, es en el hecho de que el nacionalismo canario hoy es ya es una expresión política con una implantación sociológica y electoral en Canarias tan o más importante que la que tradicionalmente también tienen el tándem PP-PSOE y que por tanto, ya estamos lejos de ser fruto de una mera coyuntura o anécdota. Muy al contrario, hoy el nacionalismo canario es una referencia política que, aún con matices, nada tiene que envidiarle a la existente en Cataluña o el País Vasco, pero sí mucho sobre lo que reflexionar sobre su presente y futuro.

De aquel nacionalismo primigenio de PCU-UPC habría que recuperar aquel compromiso militante y consecuente. De aquella ruptura en pedazos y de otras más recientes, la idea de que nuestra diversidad debe ser mejor canalizada, mejor aceptada, mejor concebida. También resulta incuestionable que Canarias no puede construirse si no es desde la misma base, desde su realidad insular y con una concepción federal de su organización política interna porque lo contrario es negar la mayor, que somos un territorio insular y no continental, que no podemos sustituir un centralismo por otro.

El futuro del nacionalismo canario debe cimentarse sobre las lecciones que hemos aprendido en el pasado, eso sí desde una perspectiva renovada, generosa, amplia, capaz de integrar o armonizar incluso a sus diversas corrientes, desde las más pragmáticas a las más ideológicas. El futuro nacionalismo canario no puede ser fruto de una coyuntura, ni de un acuerdo conducente meramente a rentabilizar una aritmética parlamentaria que se traduzca sólo en repartos de poder o inversiones estatales. El nacionalismo canario de este nuevo tiempo, el que necesita en estos momentos la sociedad canaria, debe ser de más largo recorrido, de más amplia visión, de más coherencia ideológica, con una verdadera voluntad y capacidad de dar respuesta a esa sociedad canaria que vota, pero también aquella otra que ha perdido confianza en la política y demanda ya indignada otra forma de hacer y entender la democracia y la política. El nacionalismo canario debe buscar cauces reales para encontrar no sólo una fórmula de sumar voluntades y multiplicar sus fuerzas, sino también de proponer el modelo común de país, de economía y de sociedad que queremos para las próximas décadas y generaciones.

Más que reunificar el nacionalismo canario, hay que reformular el que ya existe en cualquiera de sus manifestaciones. Más que personalizar los debates habría que hacer un ejercicio de proposición valiente, de altura, de trascendencia histórica, que coloque al nacionalismo canario como la tercera vía, como el antídoto contra un bipartidismo estatalista que tanto en políticas generales como nacionales canarias, ha demostrado ser insuficiente para los intereses generales de los canarios/as. Esa esa la tarea y debería ser la meta en la que tendríamos que comprometernos nacionalistas canarios de todas las islas, de todas las siglas, de todas las tendencias. Toca mirar hacia adelante, con la memoria viva, pero la mirada puesta en unos horizontes que van más allá de unas elecciones.

Aureliano Francisco Santiago

Ni que decir tiene que cada una de ellas ha tenido su propio acento y espacio, sus coherencias y contradicciones, sus aciertos y errores, sus fortalezas y debilidades, sus puntos álgidos y de inflexión, pero todas sin duda han contribuido de alguna manera a levantar y canalizar un sentimiento de canarismo político en los últimos 40 años que, tomado en conjunto, han permitido que un pensamiento y sentimiento político con raíz propia haya tomado protagonismo y alcanzado altas cotas de representación institucional.

Habrá quienes digan que los tiempos son para reflexionar sobre temas y propuestas de orden más global, económico o social. Habrá quienes por el contrario y más discutiblemente crean, de forma simple, que sólo el mismo hecho de llamarse nacionalista y sumar siglas o partidos supone un avance dejando como algo secundario la dirección, razón o destino último que tiene ser nacionalista . En lo que seguro habrá más coincidencias, es en el hecho de que el nacionalismo canario hoy es ya es una expresión política con una implantación sociológica y electoral en Canarias tan o más importante que la que tradicionalmente también tienen el tándem PP-PSOE y que por tanto, ya estamos lejos de ser fruto de una mera coyuntura o anécdota. Muy al contrario, hoy el nacionalismo canario es una referencia política que, aún con matices, nada tiene que envidiarle a la existente en Cataluña o el País Vasco, pero sí mucho sobre lo que reflexionar sobre su presente y futuro.