Espacio de opinión de Canarias Ahora
Remembranza de Galdós y Delibes por Manuel Herrera Hernández
El oficio de novelista consiste -Laín Entralgo- en el ejercicio de la imaginación creadora para degradar o para salvar la realidad vivida. Salvar las apariencias viene siendo, desde Platón, el empeño de entender científicamente la realidad de las cosas. El novelista recrea, transfigura imaginativamente lo que él ha visto, oído y sentido. El escritor, como escribió Valle-Inclán, puede mirar a los hombres de tres maneras diferentes: desde el aire, de rodillas o bien en pie. Lo ve puesto en pie el que según su dignidad de hombre le mira y analiza, como Cervantes ante Rincón y Cortado en la « Novela de Rinconete y Cortadillo » , Galdós ante « Ángel Guerra » y « Nazarín », o Delibes ante Lorenzo en « Diario de un cazador ». Así observamos que Galdós y Delibes, escritores dotados de absoluta bondad, levantan a sus personajes literarios, poniéndolos en pie, junto a ellos, salvándolos del olvido y de la injusticia.
Un rasgo distintivo en la personalidad literaria de Delibes es su condición de castellano. Nunca quiso separarse de su Valladolid. Allí estudió y trabajó. Galdós tuvo que marchar a estudiar a Madrid y allí, sin arrinconar su calidad de canario, como falsamente se dijo y se escribió, Madrid tuvo la fortuna de que la retratara un escritor como Galdós. Otro hecho coincidente fue la atracción por la naturaleza y, lamentablemente, que no les fuera concedido el Premio Nobel.
Miguel Delibes fue un narrador como Galdós o Baroja. Las tres direcciones principales de su obra son una versión nueva de novela rigurosamente narrativa, minuciosa, de técnica realista y con una tonalidad costumbrista; la predilección por los tipos populares, de maneras toscas pero que mueven al cariño, y, finalmente, la preocupación social. La obra de Galdós en su conjunto es una historia novelada de la vida española del sigo XIX, una imagen realista que nos permite percibir los grandes acontecimientos políticos y sociales junto con el vivir, el sentir y hasta el respirar de las gentes. En Galdós es magistral la descripción animada de la sociedad de su tiempo y el retrato de los más diversos tipos humanos. Todo esto con un estilo suelto y espontáneo, con pinceladas de belleza y cuidado de las formas, a tono con las exigencias estéticas de principios de siglo XIX.
Para Delibes el periodismo, que desarrolló sobre todo en el diario « El Norte de Castilla », de Valladolid, es un borrador de la literatura hecho con prisa. Pero cuando esta cesa en la redacción del periódico, y el escritor trabaja con sosiego, crea páginas literarias de gran belleza y deleite espiritual. Evidentemente, dentro de algunos años se estudiará plenamente la obra de Delibes junto a la de los grandes de la literatura española. Porque el conjunto de calidad y profundidad de la obra de Miguel Delibes está cerca de la obra literaria de Miguel de Cervantes y Benito Pérez Galdós.
* Miembro de la Asociación Española de Médicos Escritores
Manuel Herrera Hernández*
El oficio de novelista consiste -Laín Entralgo- en el ejercicio de la imaginación creadora para degradar o para salvar la realidad vivida. Salvar las apariencias viene siendo, desde Platón, el empeño de entender científicamente la realidad de las cosas. El novelista recrea, transfigura imaginativamente lo que él ha visto, oído y sentido. El escritor, como escribió Valle-Inclán, puede mirar a los hombres de tres maneras diferentes: desde el aire, de rodillas o bien en pie. Lo ve puesto en pie el que según su dignidad de hombre le mira y analiza, como Cervantes ante Rincón y Cortado en la « Novela de Rinconete y Cortadillo » , Galdós ante « Ángel Guerra » y « Nazarín », o Delibes ante Lorenzo en « Diario de un cazador ». Así observamos que Galdós y Delibes, escritores dotados de absoluta bondad, levantan a sus personajes literarios, poniéndolos en pie, junto a ellos, salvándolos del olvido y de la injusticia.
Un rasgo distintivo en la personalidad literaria de Delibes es su condición de castellano. Nunca quiso separarse de su Valladolid. Allí estudió y trabajó. Galdós tuvo que marchar a estudiar a Madrid y allí, sin arrinconar su calidad de canario, como falsamente se dijo y se escribió, Madrid tuvo la fortuna de que la retratara un escritor como Galdós. Otro hecho coincidente fue la atracción por la naturaleza y, lamentablemente, que no les fuera concedido el Premio Nobel.