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La resaca electoral

Ésta posibilidad de López tiene el inconveniente de que le acusen de frentismo español. Ya Ibarretxe lo apuntó durante la campaña: aceptó la evidencia de que también son vascos los candidatos del PSE y del PP, pero advirtió que sobre sus mejores intenciones prevalecería siempre la obediencia española. La visión de Ibarretxe se fortalecería si el PP no se limita a apoyar a Patxi López (lo que sería para los populares optar por el mejor de dos males) y exige estar en el Gobierno vasco. Un acuerdo de López con Ibarretxe no parece posible pues éste haría valer su mayor número de votos para reclamar la presidencia. Ya veremos qué hacen.

Los resultados vascos deben relacionarse, además, con el debilitamiento de ETA y el creciente rechazo social de la violencia. Este rechazo dio a López opción de gobernar y permite al PNV mantener una importante implantación electoral; se le han ido los que consideran necesario un cambio de fórmula y estilo para acabar con el terrorismo. En este sentido no es menos significativo el crecimiento de Aralar, los abertzales no violentos. En conjunto, todo da la medida del rechazo a la violencia y del deseo de conseguir superarla mediante el cambio. Lástima que la ley de partidos, al ilegalizar a las fuerzas vinculadas a ETA o contaminadas por ella, impida medir el peso real en las urnas de los violentos. Aunque habrá quien diga que es esa ley la que los ha hecho retroceder haciendo factible el cambio. Ya veremos.

En Galicia, el PSOE sufrió el gran batacazo. Su candidato, Touriño, lo atribuye a la “sucia” campaña del PP de Feijóo. Pero, digo yo, algo habrá hecho mal y mucho habrá hecho bien Feijóo para hacerse con la mayoría. Desde la distancia lo que se percibe es que con Touriño los psocialistas iban por un lado y el BNG por otro. Como si fueran dos gobiernos distintos. Mientras, Feijóo se esforzaba en la renovación de su partido con el alejamiento de las baronías y los hábitos clientelares de corte caciquil heredados de la etapa Fraga. Habrá que esperar a ver si el gobierno Feijóo confirma si ese cambio es real o sólo apariencia estratégica para recuperar el poder. De momento, su triunfo ha pulverizado dos mitos: el de que el voto al PP gallego es mayoritariamente rural y que la abstención favorece a la derecha; no sólo votaron en las grandes ciudades sino que se batieron récords de participación.

Mariano Rajoy está contento. Se ha situado mejor frente a Zapatero de cara a las elecciones europeas; pero, sobre todo, se ha afianzado en la silla del liderazgo pepero que le estaban moviendo más de la cuenta. Sus rivales internos habrán de aflojar la presión o dejar de ejercerla, lo que, ya ven, tendría consecuencias en Canarias. Es posible que a Rajoy, reforzado como líder, le tiente abandonar la espiral de embestidas contra policía, fiscales y jueces en defensa de imputados y corruptos. Me cuesta creer que sea ese su talante y que no aprovecharan los imputados y quienes los apoyan su vacilante liderazgo para empujarlo por ahí. La doctrina de la utilización del Estado de Derecho contra ellos es la oficial del PP canario y la había favorecido la histeria última de la cúpula de Génova con las tramas de Madrid y Valencia. No les vendrá bien a los soriásicos que Rajoy rebaje un tanto el griterío y la desvergüenza conspiranoica y saque el algodón. Feijóo, que es hombre de su confianza, le ha indicado un camino posible con el aval de su éxito del domingo pasado.

Zapatero no quiso analizar los resultados en clave de política nacional. No le convenía. Si en Galicia el varapalo no admite paliativos, el éxito relativo de Euskadi podría dejarlo sin el apoyo del PNV en Madrid ya que Patxi López, a quien dejó en libertad para pactar, aspira a la presidencia de Euskadi y comparte con el PP la necesidad de desalojar del poder a la derecha nacionalista. Tendría Zapatero que virarse para los catalanes, pero ya CiU ha advertido que no se avendrá gratuitamente y lo mismo cabe esperar de ERC. La debilidad del Gobierno de Zapatero es manifiesta. No le ayuda que la demora de meses en identificar la crisis pese sobre la confianza del país en que las medidas adoptadas sirvan para algo. Sobre todo cuando la crisis tiende a ir dos cabezas por delante de ellas con lo que da la impresión de no aclararse demasiado.

Ésta posibilidad de López tiene el inconveniente de que le acusen de frentismo español. Ya Ibarretxe lo apuntó durante la campaña: aceptó la evidencia de que también son vascos los candidatos del PSE y del PP, pero advirtió que sobre sus mejores intenciones prevalecería siempre la obediencia española. La visión de Ibarretxe se fortalecería si el PP no se limita a apoyar a Patxi López (lo que sería para los populares optar por el mejor de dos males) y exige estar en el Gobierno vasco. Un acuerdo de López con Ibarretxe no parece posible pues éste haría valer su mayor número de votos para reclamar la presidencia. Ya veremos qué hacen.

Los resultados vascos deben relacionarse, además, con el debilitamiento de ETA y el creciente rechazo social de la violencia. Este rechazo dio a López opción de gobernar y permite al PNV mantener una importante implantación electoral; se le han ido los que consideran necesario un cambio de fórmula y estilo para acabar con el terrorismo. En este sentido no es menos significativo el crecimiento de Aralar, los abertzales no violentos. En conjunto, todo da la medida del rechazo a la violencia y del deseo de conseguir superarla mediante el cambio. Lástima que la ley de partidos, al ilegalizar a las fuerzas vinculadas a ETA o contaminadas por ella, impida medir el peso real en las urnas de los violentos. Aunque habrá quien diga que es esa ley la que los ha hecho retroceder haciendo factible el cambio. Ya veremos.