Espacio de opinión de Canarias Ahora
El rey que nunca rabió
El valorado por algunos como el símbolo de la frustrada unidad de Afganistán, murió rodeado de una crisis nacional en caída libre. En lugar de la reconstrucción prometida por Occidente, ataques sistemáticos de Estados Unidos y de la OTAN contra la población civil, provocando el odio hacia las fuerzas de ocupación. La resistencia, talibán o no, aumenta hasta el extremo de que en zonas de tradicional tranquilidad como la provincia de Badghis ya se ha registrado un ataque contra soldados españoles. Crece el número de militares extranjeros caídos en combate, especialmente británicos y estadounidenses. Conscientes del impacto mediático, los talibanes recurren cada vez con mayor frecuencia a los secuestros de extranjeros y a los atentados suicidas. En todo caso, Afganistán está muy lejos de alcanzar cualquier tipo de estabilidad. Más bien sucede lo contrario.Zahir Shah carecía lógicamente de control sobre estos acontecimientos. Sus partidarios manejaron sin éxito la trayectoria de este anciano ante las fuerzas de ocupación para encabezar el país tras la expulsión de los talibanes del poder. Querían restaurar la monarquía, aunque él no presentó batalla esta vez por regresar al cargo. Nació en 1914, estudió en Francia y fue declarado rey cuando apenas contaba 19 años porque su padre murió asesinado, ante sus ojos, a manos de un estudiante de Kabul en 1933. Durante su reinado, que duró hasta el golpe de Estado en 1973 de Mohamed Daoud, enemigo del acercamiento a Occidente, introdujo ciertas medidas democráticas: el sufragio universal, la educación para las mujeres, prensa libre dentro de un orden y otras reformas políticas de enorme impacto entonces, como el derecho al voto de las mujeres que todavía hoy deben cargar con el burka y con los derechos políticos disminuidos o inexistentes. Recuerdan los afganos, hartos sobre todo de intervenciones militares extranjeras y luchas internas sobre un escenario de miserias, que Zahir Shah consiguió mantener la neutralidad de Afganistán durante la segunda guerra mundial y un largo período de estabilidad o de ausencia de conflictos abiertos, definitivamente roto tras el golpe de Daoud. Al que siguieron los enfrentamientos entre los señores de la guerra y el gobierno, la invasión soviética, la llegada al poder de los talibanes, la ocupación del país por fuerzas extranjeras occidentales y vuelta a la resistencia. Suponer que este personaje hubiera cambiado los acontecimientos actuales por el mayor consenso social y político que reunía en torno a su figura (cosa que Karzai jamás consiguió más que formalmente) significa imaginar demasiado. Este honorífico ex padre de la patria hubiera aceptado el empleo de cipayo, exactamente igual que Karzai, al servicio de las potencias extranjeras que ocupan su país.
Rafael Morales
El valorado por algunos como el símbolo de la frustrada unidad de Afganistán, murió rodeado de una crisis nacional en caída libre. En lugar de la reconstrucción prometida por Occidente, ataques sistemáticos de Estados Unidos y de la OTAN contra la población civil, provocando el odio hacia las fuerzas de ocupación. La resistencia, talibán o no, aumenta hasta el extremo de que en zonas de tradicional tranquilidad como la provincia de Badghis ya se ha registrado un ataque contra soldados españoles. Crece el número de militares extranjeros caídos en combate, especialmente británicos y estadounidenses. Conscientes del impacto mediático, los talibanes recurren cada vez con mayor frecuencia a los secuestros de extranjeros y a los atentados suicidas. En todo caso, Afganistán está muy lejos de alcanzar cualquier tipo de estabilidad. Más bien sucede lo contrario.Zahir Shah carecía lógicamente de control sobre estos acontecimientos. Sus partidarios manejaron sin éxito la trayectoria de este anciano ante las fuerzas de ocupación para encabezar el país tras la expulsión de los talibanes del poder. Querían restaurar la monarquía, aunque él no presentó batalla esta vez por regresar al cargo. Nació en 1914, estudió en Francia y fue declarado rey cuando apenas contaba 19 años porque su padre murió asesinado, ante sus ojos, a manos de un estudiante de Kabul en 1933. Durante su reinado, que duró hasta el golpe de Estado en 1973 de Mohamed Daoud, enemigo del acercamiento a Occidente, introdujo ciertas medidas democráticas: el sufragio universal, la educación para las mujeres, prensa libre dentro de un orden y otras reformas políticas de enorme impacto entonces, como el derecho al voto de las mujeres que todavía hoy deben cargar con el burka y con los derechos políticos disminuidos o inexistentes. Recuerdan los afganos, hartos sobre todo de intervenciones militares extranjeras y luchas internas sobre un escenario de miserias, que Zahir Shah consiguió mantener la neutralidad de Afganistán durante la segunda guerra mundial y un largo período de estabilidad o de ausencia de conflictos abiertos, definitivamente roto tras el golpe de Daoud. Al que siguieron los enfrentamientos entre los señores de la guerra y el gobierno, la invasión soviética, la llegada al poder de los talibanes, la ocupación del país por fuerzas extranjeras occidentales y vuelta a la resistencia. Suponer que este personaje hubiera cambiado los acontecimientos actuales por el mayor consenso social y político que reunía en torno a su figura (cosa que Karzai jamás consiguió más que formalmente) significa imaginar demasiado. Este honorífico ex padre de la patria hubiera aceptado el empleo de cipayo, exactamente igual que Karzai, al servicio de las potencias extranjeras que ocupan su país.
Rafael Morales