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Risco Caído, un ejemplo de historia manipulada

Risco Caído, una cueva situada en Artenara es, según los medios de información, un observatorio astronómico de la época anterior a la conquista de la Isla. Fue descubierto por el historiador y empresario Julio Cuenca a finales del pasado siglo y, en pocos años, ha conseguido una hazaña única: ser declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Lo llamativo del caso es que este reconocimiento internacional no está sustentado, como es norma en cualquier patrimonio arqueológico reconocido, en trabajos científicos. En este caso, un artículo, el de su descubridor, es el único sustento del dossier enviado al organismo internacional para que le fuera otorgado el ansiado galardón.

La cueva número seis del complejo troglodita de Risco Caído ha sido presentada como el gran templo de los aborígenes, un preciso observatorio astronómico y un precedente, del cine, pues -según este empresario de la arqueología- el hueco que se encuentra en esta cueva aprovecha la entrada de la luz para proyectar imágenes en movimiento, son imágenes que cuenta un “relato” a lo largo del año, una técnica tan complicada, que no tiene equivalente en otras culturas de la antigüedad.

Ni aún buscando entre los observatorios astronómicos construido por otras culturas y en distintas épocas, encuentra su descubridor nada tan sofisticado como el templo-observatorio de Risco Caído, y ni tan siquiera los egipcios consiguieron igualarlo con emplazamiento de Abu Sinbel, declarado patrimonio de la humanidad en 1974. Aunque Julio Cuenca no lo cita (¿?) hay otro artículo sobre Risco Caído que tiene como autor a José Barrios, profesor de Matemáticas en la ULL y doctor en Historia: Barrios García, J. (2017). Algunas consideraciones sobre las políticas de protección del patrimonio arqueoastronómico de Gran Canaria: los casos de Cuatro Puertas y Risco Caído. XXII Coloquio de Historia Canario-Americana (2016), XXII-140. La tesis de este investigador versó sobre los Sistemas de numeración y calendarios de las poblaciones bereberes de Gran Canaria y Tenerife en los siglos XIV-XV.

Publicó sus primeros trabajos de arqueastronomía y el mundo aborigen en los años ochenta. Uno de sus artículos tuvo especial trascendencia para la historiografía canaria. En él demostraba que el “salmo guanche”, que había sido traducido del amazigh al español actual por el filólogo y cualificado representante de esta ideología (que no ciencia) de la historia nacionalista Ignacio Reyes, era en realidad una frase escrita en el lenguaje de los indios hurones de Canadá. Según el doctor Barrios, todo el sustento científico que se ha utilizado para elaborar el dossier sobre Risco Caído es el susodicho estudio de Julio Cuenca, un señor que no tiene acreditado ningún conocimiento científico sobre astronomía.

La lectura de artículo resulta esclarecedora porque revela una forma de actuar que lleva muchos años instalada en la investigación arqueológica canaria: cada grupo va por su cuenta, no hay líneas de comunicación, se ignoran hasta en la bibliografía, basta leer el trabajo de Julio Cuenca para comprobarlo. A pesar de los reiterados intentos de José Barrios, el promotor de Risco Caído se negó sistemáticamente a aportar las pruebas del supuesto calendario, no están ni en su artículo ni en el información que se envió a los organismos internacionales.

En esta situación, caracterizada por la enorme difusión mediática de Risco Caído, resulta increíble que un elemento del patrimonio arqueológico de Gran Canaria haya recibido tan alto reconocimiento y no se haya oído a ninguno de los catedráticos de las universidades canarias unirse a la ola de que han saturado estos día los medios de comunicación: Ni una sola palabra de Carmen del Arco, Antonio Tejera, Pablo Atoche ni de sus colegas de departamento. Tampoco he leído nada de otros eminentes investigadores como Alfredo Mederos o José Farrujia. ¿Qué opinan los doctos en el tema de arqueología canaria? ¿Tiene base científica tanto despliegue publicitario?

Uno de los problemas que me tropecé como profesor de historia es la visión fabricada por los partidarios de utilizarla con interpretaciones ideológicas actuales. Lo sufrí durante el franquismo y siempre me propuse alejarme de esa interpretaciones, ceñirme a los hechos comprobados y, por supuesto, que no se deben juzgar ni interpretar los del pasado con valores actuales. Es lo que ha ocurrido en este caso y la responsabilidad hay que buscarla en las ideologías basadas en el etnicismo nacionalista, el que sirve de justificación para que se gasten una parte importante del presupuesto destinado a conservación de todo el patrimonio de las islas (incluido el observatorio astronómico indígena de Cuatro Puertas, en Telde) en buscar el reconocimiento de los organismos internacionales de algo con tan poca base científica como Risco Caído. El artículo del periodista Pepe Alemán, que lleva por título La Historia Recuperada, es un ejemplo de que se puede ser un excelente periodista y un mal historiador. El caso de Risco Caído no es un caso de historia recuperada, es un ejemplo de historia manipulada por el nacionalismo. Mientras tanto, el patrimonio aborigen sufriendo la escasez de presupuesto y la insensatez de sus responsables.

Risco Caído, una cueva situada en Artenara es, según los medios de información, un observatorio astronómico de la época anterior a la conquista de la Isla. Fue descubierto por el historiador y empresario Julio Cuenca a finales del pasado siglo y, en pocos años, ha conseguido una hazaña única: ser declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Lo llamativo del caso es que este reconocimiento internacional no está sustentado, como es norma en cualquier patrimonio arqueológico reconocido, en trabajos científicos. En este caso, un artículo, el de su descubridor, es el único sustento del dossier enviado al organismo internacional para que le fuera otorgado el ansiado galardón.

La cueva número seis del complejo troglodita de Risco Caído ha sido presentada como el gran templo de los aborígenes, un preciso observatorio astronómico y un precedente, del cine, pues -según este empresario de la arqueología- el hueco que se encuentra en esta cueva aprovecha la entrada de la luz para proyectar imágenes en movimiento, son imágenes que cuenta un “relato” a lo largo del año, una técnica tan complicada, que no tiene equivalente en otras culturas de la antigüedad.