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El rollo teresiano

Como escribo el jueves me resultaría imposible saber lo que ocurrirá el viernes, o sea, al día siguiente, si no fuese por esa mayoría finiquitada en las urnas que funcionará de nuevo por última vez. Hay un par de cuestiones que conviene señalar desde ya mismo. La primera es que, según todos los expertos en leyes consultados, no merita la pena recurrir la sentencia, porque el recurso –que parece más bien una pataleta- no va a prosperar. ¿Qué tiene qué ver el Constitucional con un asunto ajeno a los derechos que ampara la Carta Magna y que se refiere únicamente a un chanchullo llevado a cabo sin las garantías e informes pertinentes que son exigibles en una correcta administración de los bienes públicos?... La segunda es que el hecho de recurrir, al contrario que en otros casos, no implica en éste la paralización de lo exigido por la Justicia. Es decir, el dinero tendrá que ser devuelto, con recurso o sin él, y, seguramente, con los intereses acumulados desde que se sustanció el tejemaneje. Lo cual supone al menos un buen negocio para las arcas municipales –que lo son de todos los contribuyentes, incluidos los tortolines que apostaron por la continuidad-: algo así como dos mil millones de las antiguas pesetas, me dicen los mismos expertos. A ver si se emplean mejor que en la compra innecesaria de parcelas playeras. Y así están las cosas. Lo que también es mentira, aunque se utilizó publicitariamente en la campaña zeroliana, es que, si no sale adelante el proyecto que defiende y sustenta el ayuntamiento saliente santacrucero, Las Teresitas vayan a llenarse de hoteles, apartamentos y construcciones varias. De eso, nada. Los planes de ordenación lo prohíben taxativamente y lo prohibían ya antes de que el Supremo emitiese su sentencia el 3 de mayo pasado (fecha histórica por muchas razones para el Chicharro). Así están las cosas, digo y, como solía repetir, en ocasiones especiales, el maestro Alfonso García Ramos: lo que más me gusta del asunto es lo mal que se está poniendo.

José H. Chela

Como escribo el jueves me resultaría imposible saber lo que ocurrirá el viernes, o sea, al día siguiente, si no fuese por esa mayoría finiquitada en las urnas que funcionará de nuevo por última vez. Hay un par de cuestiones que conviene señalar desde ya mismo. La primera es que, según todos los expertos en leyes consultados, no merita la pena recurrir la sentencia, porque el recurso –que parece más bien una pataleta- no va a prosperar. ¿Qué tiene qué ver el Constitucional con un asunto ajeno a los derechos que ampara la Carta Magna y que se refiere únicamente a un chanchullo llevado a cabo sin las garantías e informes pertinentes que son exigibles en una correcta administración de los bienes públicos?... La segunda es que el hecho de recurrir, al contrario que en otros casos, no implica en éste la paralización de lo exigido por la Justicia. Es decir, el dinero tendrá que ser devuelto, con recurso o sin él, y, seguramente, con los intereses acumulados desde que se sustanció el tejemaneje. Lo cual supone al menos un buen negocio para las arcas municipales –que lo son de todos los contribuyentes, incluidos los tortolines que apostaron por la continuidad-: algo así como dos mil millones de las antiguas pesetas, me dicen los mismos expertos. A ver si se emplean mejor que en la compra innecesaria de parcelas playeras. Y así están las cosas. Lo que también es mentira, aunque se utilizó publicitariamente en la campaña zeroliana, es que, si no sale adelante el proyecto que defiende y sustenta el ayuntamiento saliente santacrucero, Las Teresitas vayan a llenarse de hoteles, apartamentos y construcciones varias. De eso, nada. Los planes de ordenación lo prohíben taxativamente y lo prohibían ya antes de que el Supremo emitiese su sentencia el 3 de mayo pasado (fecha histórica por muchas razones para el Chicharro). Así están las cosas, digo y, como solía repetir, en ocasiones especiales, el maestro Alfonso García Ramos: lo que más me gusta del asunto es lo mal que se está poniendo.

José H. Chela