Salto al vacío

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Cuando se ofrece la posibilidad de agradecer trayectorias, se torna complicado, sobre todo porque dichas notas están llenas de aspectos subjetivos al estar mezclados los sentimientos con las sensaciones. Según se mire, el paso del tiempo hace que los recuerdos estén teñidos de tristeza porque el tiempo que pasó no volverá, pero también de agradecimiento por las enseñanzas recibidas. En ese caso, todo lo aprendido pasa a formar del acervo personal de cada cual, con la motivación última de ponerlo en funcionamiento en bien propio, así como el de la colectividad.

En estos días hay graduaciones, finalizaciones de curso, comienzos de vacaciones, puesta en funcionamiento de muchas personas que dejan el confort de las aulas para enfrentarse, sin paraguas alguno, a la realidad más dura y cruel que es vivir con sus propios medios. O, al menos, intentarlo. Y qué mejor que hacerlo a través de un empleo, ya sea porque te lo ofrecen o porque te lo creas. En definitiva, se salta al vacío.

A partir de ahora, las soluciones académicas deben transformarse en soluciones adaptables fuera de los laboratorios con condiciones de presión y temperatura inmejorables. Porque en la realidad no hay modelos perfectos. Hay prueba y error. O, en definitiva, está la conformación de la experiencia porque, aunque teóricamente se tenga muy clara la solución, la realidad muchas veces es caprichosa y le da por no comportarse como se describe en los libros. En este caso, se errará con mucha frecuencia. De hecho, ser infalible evita la mejora. De esta forma cada cual llegará donde quiera llegar, recomendando ser tolerantes en el consenso, pero radicales en las convicciones, con el compromiso ineludible de defender las ideas en libertad, pero con respeto. Ahora bien, si se descubre que pueden ser erróneas, se deben enriquecer para que sigan siendo útiles, teniendo muy, pero que muy claro que se aprende del desacuerdo, no del elogio.

Se suele escuchar con cierta asiduidad que tiempos pasados fueron mejor. Y si no fueron mejor, al menos fueron más sencillos. Nada más lejos de la verdad porque los medios de los que se disponían eran tan escasos que cualquier facilidad se podía convertir en imposibilidad. Lo que sí es cierto es que no es lo mismo entrar a formar parte de los deferentes ejércitos de reserva en época de expansión económica, con todo el viento a favor, que en un momento de restructuraciones e inseguridades. 

Las generaciones que entran ahora en el mercado laboral han dispuesto de mejores medios disponibles que las anteriores, aunque otra cosa bien diferente es su aprovechamiento, asumiendo que sus expectativas de crecimiento profesional y económico pudieran verse truncadas en el corto plazo, convirtiendo la ilusión en decepción. Y es que nos hemos convertido en eso, de forma que, si el éxito no aparece en menos de cinco minutos tras haber comenzado una acción, el hundimiento y la desesperanza hace acto de aparición, esquivando al esfuerzo como la palanca que todo lo mueve. Tengamos en cuenta que la falta de mercados internos de trabajo, dada la dimensión empresarial existente, genera cuellos de botella respecto a la promoción profesional, debiendo usar la paciencia, la resistencia y la adaptación a través de la formación como armas, debiendo preguntarnos si el futuro es negro por la culpa colectiva que limita nuestras oportunidades o es que únicamente tenemos los ojos cerrados, necesitando únicamente ganas para poder abrirlos.