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Claves de la campaña

Más sanchismo

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El Partido Popular llegó a esta campaña convencido, y no le faltaba razón, de que había conseguido imponer su marco de referencia: la victoria del Partido Popular era inevitable y, casi más importante, el PSOE estaba destinado a perder.

Esta lectura de la realidad, impuesta por los estrategas populares, pasaba por eliminar al PSOE de la batalla electoral sustituyéndolo por el sanchismo y deshumanizar al propio Sánchez, convertido a estas alturas en un Perro Sanxe rehén del voto de Txapote.

En frente, el supuesto estadista. El hombre que anunció su disponibilidad para sustituir a Casado afirmando: “No vengo a insultar a Pedro Sánchez, sino a ganar a Pedro Sánchez” pero que aprobó por consentimiento el “Que te vote Txapote”. El hombre que decía querer ser Juanma Moreno pero que, realmente, soñaba ser Ayuso.

El primer recurso para reventar ese marco impuesto por el adversario fue la negativa de Sánchez a considerarse vencido sin ni siquiera haber comenzado la campaña.

Aún resuenan sus palabras en Dos Hermanas todavía en precampaña: “Yo tengo más fuerza que nunca, más ganas que nunca, de ganar las elecciones. No estoy dispuesto a que el camino termine aquí, el viaje debe continuar”.

Esta afirmación, que ha impregnado por completo el hilo discursivo de Sánchez a lo largo de toda la campaña, moviliza y tensiona a la organización y consigue que el PSOE salga a la calle en busca de los votos en lugar de refugiarse en las sedes a lamerse las heridas, negándose a regalarle el resultado a la derecha.

Además de ese primer golpe a la estrategia del Partido Popular, de dar por ganadas las elecciones antes de celebrarlas, se introdujeron en la campaña dos elementos discursivos de extraordinaria importancia.

El primero de ellos, la resignificación del sanchismo, convirtiéndolo en sinónimo de lo conseguido. Así, el PSOE defendió que sanchismo es revalorizar las pensiones y subir el salario mínimo; incrementar las becas como nunca y desplegar un escudo social sin precedentes; crear empleo y de calidad en cifras nunca vistas y crecer por encima de la media europea.

Al igual que en el último tramos de la campaña se le dio la vuelta de manera inteligentísima al insulto de Perro Sanxe, llegando el presidente a jugar con él en su famosa entrevista con La Pija y la Quinqui para terminar pinchando el Perra de Bandini en los mítines y en la celebración de la noche electoral de Ferraz, el PSOE convirtió el sanchismo en sinónimo de socialismo, en motivo de orgullo por lo hecho durante estos años.

El segundo cambio en el discurso del PSOE fue identificar al Partido Popular como el verdadero enemigo, como un riesgo cierto para los derechos y las libertades que se han venido conquistando a los largo de los gobiernos socialistas superando, así, el error cometido en las andaluzas y las madrileñas.

En efecto, señalar el peligro de que el Partido Popular necesite a VOX constituye un reclamo para que votantes moderados voten al PP en la confianza de que así no tendrá que depender del partido de Abascal.

Este señalamiento del PP como el verdadero riesgo no constituye meramente una táctica electoral. Al contrario, responde por completo a la verdad. El Partido Popular no ha necesitado a VOX para votar en contra de todas las leyes que han ampliado derechos y libertades, ni para recurrirlas ante el Constitucional.

Evidentemente, la reactivación del PSOE y la actualización de su estrategia con respecto al Partido Popular no hubieran dado resultado sin una condición previa que se ignoró de manera sistemática: la altísima valoración de Pedro Sánchez en todas las encuestas, la preferencia generalizada por que él fuera de nuevo el presidente  y la conformidad con sus medidas de la mayor parte de la población.

Precisamente por eso, la estrategia del Partido Popular pasaba por destruir su imagen y acomplejar al Partido Socialista. No han podido y ahí están los resultados. 

El Partido Popular llegó a esta campaña convencido, y no le faltaba razón, de que había conseguido imponer su marco de referencia: la victoria del Partido Popular era inevitable y, casi más importante, el PSOE estaba destinado a perder.

Esta lectura de la realidad, impuesta por los estrategas populares, pasaba por eliminar al PSOE de la batalla electoral sustituyéndolo por el sanchismo y deshumanizar al propio Sánchez, convertido a estas alturas en un Perro Sanxe rehén del voto de Txapote.