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Sentencia contra Soria

Dicen que uno de los objetivos de la Justicia es la ejemplaridad y no hay duda de que Soria coge por las hojas el rábano de esa virtud ejemplarizante. O sea, trata de poner ejemplos de lo que puede ocurrirle a quien ose hablar de sus trapacerías. Utiliza el poder político para intentar destruir medios informativos y aplastar a las personas que no se le arrugan. Recuerda en esos trances a un patético jefe centuria con correaje, machete y ¡arriba España!

Es su estilo. Ya lo lució, recuerden, en las vergonzosas sesiones de la comisión parlamentaria de investigación del caso eólico donde le permitieron todo. Incluso amenazar abiertamente a los comparecientes llamados por la propia Cámara; por lo visto para llevarlos al paredón y que Soria los tiroteara a gusto. No sólo procuró en aquella ocasión meter en el asunto a quien nada tenía que ver sino que a uno de ellos, Francisco Cabrera, testigo de primera mano de sus trapisondas, lo llevó al banquillo tras conminarlo a retirar lo dicho. Y en la misma vista de la causa contra Sosa, genio y figura, amenazó con querellarse contra el empresario Rafael González Bravo de Laguna por asegurar que lo coaccionó para que no recurriera el fallo del concurso que favoreció a Isolux. Que yo sepa, no ha procedido aún contra él; imagino que por temor a que si remueve por ese lado pueden salirle otras cosillas; para mayor abundamiento, que suele decirse.

Dicen que aquí la tenemos cogida con Soria. Lo dicen, claro, quienes no se rinden a la evidencia de que es un ser que no puede ser además de bastante impresentable. No repetiré la relación de feos asuntos que le caen cerca en número tal que cabe preguntarse si no será él quien nos persigue a todos con sus desafueros. Piénsenlo y verán.

En una democracia de verdad, Soria estaría en su casa. Aquí no porque la cara que le echa se la sostienen quienes lo defienden culpando, encima, a mensajeros que, como Carlos Sosa, cumplen con su obligación; cosa con frecuencia poco grata, por cierto.

Dicen que uno de los objetivos de la Justicia es la ejemplaridad y no hay duda de que Soria coge por las hojas el rábano de esa virtud ejemplarizante. O sea, trata de poner ejemplos de lo que puede ocurrirle a quien ose hablar de sus trapacerías. Utiliza el poder político para intentar destruir medios informativos y aplastar a las personas que no se le arrugan. Recuerda en esos trances a un patético jefe centuria con correaje, machete y ¡arriba España!

Es su estilo. Ya lo lució, recuerden, en las vergonzosas sesiones de la comisión parlamentaria de investigación del caso eólico donde le permitieron todo. Incluso amenazar abiertamente a los comparecientes llamados por la propia Cámara; por lo visto para llevarlos al paredón y que Soria los tiroteara a gusto. No sólo procuró en aquella ocasión meter en el asunto a quien nada tenía que ver sino que a uno de ellos, Francisco Cabrera, testigo de primera mano de sus trapisondas, lo llevó al banquillo tras conminarlo a retirar lo dicho. Y en la misma vista de la causa contra Sosa, genio y figura, amenazó con querellarse contra el empresario Rafael González Bravo de Laguna por asegurar que lo coaccionó para que no recurriera el fallo del concurso que favoreció a Isolux. Que yo sepa, no ha procedido aún contra él; imagino que por temor a que si remueve por ese lado pueden salirle otras cosillas; para mayor abundamiento, que suele decirse.