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El sistema de ellos

Mientras su claque ponía cuerno y rabos en el pleno, sin posibilidad de defensa, al rojo de Felipe Campos, vino a decir Zerolo que no transigirá con los antisistema por mucho que le pinten como un ogro. Que la democracia no es la calle sino el salón de plenos. Que la voluntad popular y el interés general sólo la pueden interpretar los cargos públicos electos. Y a traves de las ondas borondianas, en la calle no hablaba el cojo Manteca. En la calle “nuestra gente”, Paulino, se indignaba por ser tildada de antisistema. “Yo me considero dentro del sistema, y quiero un sistema más justo”, escuché decir a un vecino más que cabreado con la “cueva de Alí Babá” que se escondía detrás de las puertas del Consistorio. La fractura entre democracia y sistema empieza a ser ya alarmante, a la italiana, me temo.

Nunca creí que llegara a escribir negro sobre blanco esto, yo, que coreé en los ochenta aquello de “el misil, el misil, al cuartel, de la Guardia Civil”. Pero entiendo que el debate abierto en Santa Cruz de Tenerife debe extenderse como un reguero de pólvora a todos los rincones de Canarias. Como un tierra-tierra que devuelva el control de lo público a quienes pagan la factura del seboso periodo aznariano de suelo y ladrillo libres, de berrieladas y maurisilva soriásica. Porque, ¿de qué sistema habla Zerolo? ¿De la democracia secuestrada por el interés familiar? ¿De Las Teresitas al negocio de la marcha nocturna?

Está bien. Juguemos con las cartas marcadas de Bananaria. Y entendamos, como presuntos inocentes que son, cómo define la Guardia Civil -benemérito trabajo, sí señor- el sistema en una investigación exclusiva de Lanzarote, pero que Juan Canario -condenado por imaginar la destrucción de una casa que nunca existió- y los indicios suficientes de Anticorrupción pueden extrapolar a otras orillas del paralelo 28. Dice la UCO de Dimas Martín y su presunta jefatura de una asociación ilícita que la organización “debe tener un objeto aún más amplio, consistente en la creación de todo un sistema paralelo a través del cual, sobre la única base del enriquecimiento de los miembros de la organización, el favorecimiento de sus intereses y de sus relaciones, se adjudican contratos, se emplea a trabajadores, se conceden licencias, se consienten irregularidades,”.

¿De este sistema hablamos? Sinceramente. Es tanta la náusea que provoca el periodo más bollante y expansivo de la economía subvencionada de Canarias que sólo queda delimitar una raya así de grande como las que marcan el fuera de banda: a un lado, la partitocracia temerosa porque “el partido está siendo infiltrado por elementos revolucionarios”; al otro, la chusma en versión ática, estigmatizada por decir no a todo. ¿No será basta ya, alcalde?

¿Y del PSOE? Del PSOE mejor hablamos cuando se vuelvan a dar codazos para entrar en las listas electorales que habrá de alimentar, otra vez, a la pescadilla que se muerde la cola... Para mayor gloria del sistema.

Mientras su claque ponía cuerno y rabos en el pleno, sin posibilidad de defensa, al rojo de Felipe Campos, vino a decir Zerolo que no transigirá con los antisistema por mucho que le pinten como un ogro. Que la democracia no es la calle sino el salón de plenos. Que la voluntad popular y el interés general sólo la pueden interpretar los cargos públicos electos. Y a traves de las ondas borondianas, en la calle no hablaba el cojo Manteca. En la calle “nuestra gente”, Paulino, se indignaba por ser tildada de antisistema. “Yo me considero dentro del sistema, y quiero un sistema más justo”, escuché decir a un vecino más que cabreado con la “cueva de Alí Babá” que se escondía detrás de las puertas del Consistorio. La fractura entre democracia y sistema empieza a ser ya alarmante, a la italiana, me temo.

Nunca creí que llegara a escribir negro sobre blanco esto, yo, que coreé en los ochenta aquello de “el misil, el misil, al cuartel, de la Guardia Civil”. Pero entiendo que el debate abierto en Santa Cruz de Tenerife debe extenderse como un reguero de pólvora a todos los rincones de Canarias. Como un tierra-tierra que devuelva el control de lo público a quienes pagan la factura del seboso periodo aznariano de suelo y ladrillo libres, de berrieladas y maurisilva soriásica. Porque, ¿de qué sistema habla Zerolo? ¿De la democracia secuestrada por el interés familiar? ¿De Las Teresitas al negocio de la marcha nocturna?