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El abismo entra la clase política y el resto de la sociedad por Juan Francisco Santana Domínguez

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Siempre he pensado que un buen profesional, sea cual sea la actividad que desempeña, es aquel que trata a sus semejantes con respeto y con humanidad y no el que lo hace, simplemente, por ganar mucho dinero. Lo mismo sucede con la clase política que, en muchos casos, accede a ella porque se vive sin problemas y con muy buenos sueldos y privilegios y por ello, en general, no vuelven a desempeñar la labor que antes llevaban a cabo, si es que hacían algún tipo de trabajo con anterioridad. No se pueden asignar los sueldos que se asignan. No se puede abusar de servicios como coches oficiales o viajes en clase preferente, o comidas en grandes restaurantes. No se puede manejar el dinero público, que es de todos, con alegría. No se puede permitir abusar de dietas que, en ocasiones, superan los mejores sueldos. No se puede pedir, a costa del pueblo, manjares, bebidas y puros cuando se puede conseguir estar bien alimentado con un simple menú. No se pueden mantener cargos públicos inútiles, no se pueden permitir duplicidad de cargos. No se puede costear a indeseables que no respetan los valores fundamentales y no son ejemplo de nada. No podemos permitir discursos falsos a los que deben representarnos, teniendo que soportarles cuando no cumplen lo pactado?y así seguiríamos con un largo etcétera que nos produce ira, desolación, abatimiento, deseos de cambios, protestas justas, hambre y pobreza generalizada mientras esa minoría, en muchos casos parasitaria y no cualificada, vive como señores feudales que actúan a su libre albedrío. Ese tipo de actuación es una indecencia y no está acorde con lo que realmente significa democracia.

Escuchamos, hasta la saciedad, en boca de los políticos y de los que les defienden a capa y espada, que la democracia nos permite cambiar a los elegidos cuando de nuevo se pueda votar pero yo me pregunto ¿si los que han sido elegidos nos conducen al caos debemos esperar con resignación su malgobierno? Eso no sería ignorancia, no sería aceptar un despropósito, no sería cerrar los ojos ante algo que nos asfixia y nos empobrece cada día más. En cualquier actividad si la labor para la que hemos sido elegidos o contratados no la realizamos bien se nos cesa y se nos manda al paro y esa premisa no se tiene en cuenta con la clase política porque la ha blindado nuestra democracia que, por cierto, no podemos discutir que es un bien que ha costado conseguir y que nos permite, entre otras muchas cosas, poder escribir como lo estamos haciendo pero si hay que cambiar algo en ella por el bien general se debe hacer. Si en democracia algo no funciona habrá que cambiarlo y en eso se deben empeñar los que manejan los hilos de nuestra supervivencia. No se trata de derrocar a nadie, simplemente se trata de buscar soluciones, gobierne quien gobierne. No podemos endeudarnos y hacer pagar por muchos años, no sabemos cuántos, una deuda injusta a aquellos que no la han ocasionado. Deben pagarla los que la provocaron y si no se tiene suficiente hay que grabar con impuestos a los patrimonios más altos, a las grandes fortunas, a los bancos que dieron préstamos aún a sabiendas que no se los iban a poder devolver, también deben contribuir las empresas que se han aprovechado de esta injusta e insana crisis, las fortunas en el extranjero, las multinacionales, los explotadores desenmascarados, los que tienen multiplicidad de altísimos sueldos vemos que opciones hay pero se necesita un paso adelante y alguien que se dé cuenta que la clase trabajadora no puede pagar los desmanes que han cometido otros.

Juan Francisco Santana Domínguez

Siempre he pensado que un buen profesional, sea cual sea la actividad que desempeña, es aquel que trata a sus semejantes con respeto y con humanidad y no el que lo hace, simplemente, por ganar mucho dinero. Lo mismo sucede con la clase política que, en muchos casos, accede a ella porque se vive sin problemas y con muy buenos sueldos y privilegios y por ello, en general, no vuelven a desempeñar la labor que antes llevaban a cabo, si es que hacían algún tipo de trabajo con anterioridad. No se pueden asignar los sueldos que se asignan. No se puede abusar de servicios como coches oficiales o viajes en clase preferente, o comidas en grandes restaurantes. No se puede manejar el dinero público, que es de todos, con alegría. No se puede permitir abusar de dietas que, en ocasiones, superan los mejores sueldos. No se puede pedir, a costa del pueblo, manjares, bebidas y puros cuando se puede conseguir estar bien alimentado con un simple menú. No se pueden mantener cargos públicos inútiles, no se pueden permitir duplicidad de cargos. No se puede costear a indeseables que no respetan los valores fundamentales y no son ejemplo de nada. No podemos permitir discursos falsos a los que deben representarnos, teniendo que soportarles cuando no cumplen lo pactado?y así seguiríamos con un largo etcétera que nos produce ira, desolación, abatimiento, deseos de cambios, protestas justas, hambre y pobreza generalizada mientras esa minoría, en muchos casos parasitaria y no cualificada, vive como señores feudales que actúan a su libre albedrío. Ese tipo de actuación es una indecencia y no está acorde con lo que realmente significa democracia.

Escuchamos, hasta la saciedad, en boca de los políticos y de los que les defienden a capa y espada, que la democracia nos permite cambiar a los elegidos cuando de nuevo se pueda votar pero yo me pregunto ¿si los que han sido elegidos nos conducen al caos debemos esperar con resignación su malgobierno? Eso no sería ignorancia, no sería aceptar un despropósito, no sería cerrar los ojos ante algo que nos asfixia y nos empobrece cada día más. En cualquier actividad si la labor para la que hemos sido elegidos o contratados no la realizamos bien se nos cesa y se nos manda al paro y esa premisa no se tiene en cuenta con la clase política porque la ha blindado nuestra democracia que, por cierto, no podemos discutir que es un bien que ha costado conseguir y que nos permite, entre otras muchas cosas, poder escribir como lo estamos haciendo pero si hay que cambiar algo en ella por el bien general se debe hacer. Si en democracia algo no funciona habrá que cambiarlo y en eso se deben empeñar los que manejan los hilos de nuestra supervivencia. No se trata de derrocar a nadie, simplemente se trata de buscar soluciones, gobierne quien gobierne. No podemos endeudarnos y hacer pagar por muchos años, no sabemos cuántos, una deuda injusta a aquellos que no la han ocasionado. Deben pagarla los que la provocaron y si no se tiene suficiente hay que grabar con impuestos a los patrimonios más altos, a las grandes fortunas, a los bancos que dieron préstamos aún a sabiendas que no se los iban a poder devolver, también deben contribuir las empresas que se han aprovechado de esta injusta e insana crisis, las fortunas en el extranjero, las multinacionales, los explotadores desenmascarados, los que tienen multiplicidad de altísimos sueldos vemos que opciones hay pero se necesita un paso adelante y alguien que se dé cuenta que la clase trabajadora no puede pagar los desmanes que han cometido otros.