Espacio de opinión de Canarias Ahora
La soledad de Bush
Como si nada. Durante su tradicional discurso del sábado pasado, el presidente recordó que era contrario a cualquier retiro prematuro de tropas y añadió que, a su entender, todavía Âes posible una victoriaÂ. Lo de Âprematuro parece, hasta ahora, lo único que Bush acepta con satisfacción del informe Baker-Hamilton, además de reconocer las debilidades del Gobierno de Bagdad para controlar la crisis y la urgencia de fortalecerlo. Pero exige tantas responsabilidades sobre la estabilidad interna a Bagdad que hace imposible su cumplimiento a un Gobierno impotente, incapaz de aguantar 48 horas en el poder sin las fuerzas de ocupación a su lado. Así que deja suspendidas en el aire otras recomendaciones, como la que contempla 2008 como fecha para el retiro de la mitad de su ejército, las negociaciones con Siria e Irán y la propuesta de convocar una conferencia sobre Oriente Medio. ÂQuiero escuchar más opiniones antes de tomar una decisión sobre el nuevo rumbo en IrakÂ, dijo Bush a la radio.Tampoco mira hacia el hartazgo de los ciudadanos estadounidenses por su aventura en Oriente Medio. Ignora la rebelión en su mismo partido asediado por la derrota electoral. Uno de los senadores republicanos que apoyó la invasión de Irak, Gordon Smith, pretende ahora la salida inmediata. ÂYa es hora de romper la cuerda. La guerra es absurda y podría ser criminal. Yo hubiera votado de otra manera si hubiese sabido que los informes de los servicios de inteligencia presentados por el presidente Bush a los norteamericanos no estaban confirmados. Estoy cansado de ver morir a diez soldados americanos todos los díasÂ. Smith no se lamenta por la destrucción de Irak. Ayer mismo murieron 71 personas y más de 200 resultaron heridas tras la explosión de un coche bomba en el centro de Bagdad.ÂPero Bush Âescribe Shlomo Ben Ami- no tiene demasiadas opciones si pretende evitar que su presidencia pase a la historia como un completo fracaso. Desde el principio tuvo un estilo suicida de gobierno. Si no cambia de rumbo en Irak y otros asuntos, su presidencia puede echar el telón sobre largos decenios de hegemonía estadounidense en Oriente Próximo, en perjuicio de sus más estrechos aliados en la regiónÂ. Hay que ser comprensivo (en el sentido de entender) con este presidente que adornó su mandato con una política exterior de tierra quemada.A Bush se le cae de las manos todo el proyecto neoconservador en Oriente Medio y en otros lugares. Los mitos sobre la extensión del modo de vida americano a punta de pistola, las boberías sobre los ejes del mal, los ataques contra Estados bautizados como parias o fallidos, el apoyo incondicional a Israel, la agresión sin límites como coartada militar contra el terrorismo, la guerra de civilizaciones, los recortes a las libertades con la idea de proteger a la democracia, los muy arrogantes desplantes a la comunidad internacional. El engranaje ideológico queda deshecho, incoherente e inservible. La derrota en resulta difícil de asimilar, pero Bush lo tiene peor para reconocerse en el fracaso más general de su política exterior.
Rafael Morales
Como si nada. Durante su tradicional discurso del sábado pasado, el presidente recordó que era contrario a cualquier retiro prematuro de tropas y añadió que, a su entender, todavía Âes posible una victoriaÂ. Lo de Âprematuro parece, hasta ahora, lo único que Bush acepta con satisfacción del informe Baker-Hamilton, además de reconocer las debilidades del Gobierno de Bagdad para controlar la crisis y la urgencia de fortalecerlo. Pero exige tantas responsabilidades sobre la estabilidad interna a Bagdad que hace imposible su cumplimiento a un Gobierno impotente, incapaz de aguantar 48 horas en el poder sin las fuerzas de ocupación a su lado. Así que deja suspendidas en el aire otras recomendaciones, como la que contempla 2008 como fecha para el retiro de la mitad de su ejército, las negociaciones con Siria e Irán y la propuesta de convocar una conferencia sobre Oriente Medio. ÂQuiero escuchar más opiniones antes de tomar una decisión sobre el nuevo rumbo en IrakÂ, dijo Bush a la radio.Tampoco mira hacia el hartazgo de los ciudadanos estadounidenses por su aventura en Oriente Medio. Ignora la rebelión en su mismo partido asediado por la derrota electoral. Uno de los senadores republicanos que apoyó la invasión de Irak, Gordon Smith, pretende ahora la salida inmediata. ÂYa es hora de romper la cuerda. La guerra es absurda y podría ser criminal. Yo hubiera votado de otra manera si hubiese sabido que los informes de los servicios de inteligencia presentados por el presidente Bush a los norteamericanos no estaban confirmados. Estoy cansado de ver morir a diez soldados americanos todos los díasÂ. Smith no se lamenta por la destrucción de Irak. Ayer mismo murieron 71 personas y más de 200 resultaron heridas tras la explosión de un coche bomba en el centro de Bagdad.ÂPero Bush Âescribe Shlomo Ben Ami- no tiene demasiadas opciones si pretende evitar que su presidencia pase a la historia como un completo fracaso. Desde el principio tuvo un estilo suicida de gobierno. Si no cambia de rumbo en Irak y otros asuntos, su presidencia puede echar el telón sobre largos decenios de hegemonía estadounidense en Oriente Próximo, en perjuicio de sus más estrechos aliados en la regiónÂ. Hay que ser comprensivo (en el sentido de entender) con este presidente que adornó su mandato con una política exterior de tierra quemada.A Bush se le cae de las manos todo el proyecto neoconservador en Oriente Medio y en otros lugares. Los mitos sobre la extensión del modo de vida americano a punta de pistola, las boberías sobre los ejes del mal, los ataques contra Estados bautizados como parias o fallidos, el apoyo incondicional a Israel, la agresión sin límites como coartada militar contra el terrorismo, la guerra de civilizaciones, los recortes a las libertades con la idea de proteger a la democracia, los muy arrogantes desplantes a la comunidad internacional. El engranaje ideológico queda deshecho, incoherente e inservible. La derrota en resulta difícil de asimilar, pero Bush lo tiene peor para reconocerse en el fracaso más general de su política exterior.
Rafael Morales