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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

El solitario

No obstante, la curiosidad que despierta un personaje como éste es difícil de saciar. Es un tipo inteligente, incluso brillante, habla cinco idiomas. Había tenido un pasado laboral interesante y boyante, tenía familia, unos vecinos, tocaba música folk en un grupo con amigosÂ…. No era ningún desarraigado social. Simplemente, decidió que el atraco sería su modo de vida. Y, a su manera, se lo curraba, la verdad. No dejaba nada a la improvisación, planificaba cada detalle, cada movimiento. Tanto es así que ha podido cometer más de treinta atracos hasta que le han pillado.Siempre he pensado que todos llevamos un bandolero agazapado en algún rincón. Ése que de vez en cuando nos tienta con saltarnos las normas y liarnos la manta a la cabeza. Pero desde pequeñitos se enseña a mantenerlo a raya y la mayoría lo logramos, algunos con más sufrimiento que otros. Con todo, siempre queda un porcentaje residual que le da rienda suelta, que no puede con su particular “monstruo” y acaba por sucumbir a él. Este “solitario” reclama ahora su minuto de gloria, así que sale de la comisaría portuguesa con la cabeza alta y reclamando su título “Soy el solitario. ¡Salud, españoles!”, grita. Pensando que al otro lado encontrará cierta complicidad, cierta admiración. Creo que piensa en que ahora disfrutará de la fama, del “prestigio” conseguido. Quizá él olvida a los muertos. Pero los demás, no.

Esperanza Pamplona

No obstante, la curiosidad que despierta un personaje como éste es difícil de saciar. Es un tipo inteligente, incluso brillante, habla cinco idiomas. Había tenido un pasado laboral interesante y boyante, tenía familia, unos vecinos, tocaba música folk en un grupo con amigosÂ…. No era ningún desarraigado social. Simplemente, decidió que el atraco sería su modo de vida. Y, a su manera, se lo curraba, la verdad. No dejaba nada a la improvisación, planificaba cada detalle, cada movimiento. Tanto es así que ha podido cometer más de treinta atracos hasta que le han pillado.Siempre he pensado que todos llevamos un bandolero agazapado en algún rincón. Ése que de vez en cuando nos tienta con saltarnos las normas y liarnos la manta a la cabeza. Pero desde pequeñitos se enseña a mantenerlo a raya y la mayoría lo logramos, algunos con más sufrimiento que otros. Con todo, siempre queda un porcentaje residual que le da rienda suelta, que no puede con su particular “monstruo” y acaba por sucumbir a él. Este “solitario” reclama ahora su minuto de gloria, así que sale de la comisaría portuguesa con la cabeza alta y reclamando su título “Soy el solitario. ¡Salud, españoles!”, grita. Pensando que al otro lado encontrará cierta complicidad, cierta admiración. Creo que piensa en que ahora disfrutará de la fama, del “prestigio” conseguido. Quizá él olvida a los muertos. Pero los demás, no.

Esperanza Pamplona