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Solo ante el peligro

Como Gary Cooper, estuvo solo ante el peligro durante mucho tiempo. Sus propios compañeros de partido lo defenestraron y nadie daba un duro por él. No tiro la toalla y cogió su coche utilitario para dar la vuelta a España y convencer a los socialistas de que él era la persona indicada para liderar el Partido Socialista.

En las primarias todos los barones le dieron la espalda, excepto Josep Borrell. Desde Felipe González a Alfonso Guerra, pasando por José Bono, Rodríguez Ibarra y demás barones socialistas, todos se decantaron por apoyar a Susana Díaz, en aquel momento presidenta de la Junta de Andalucía.

Muchos barones del partido fueron especialmente crueles con Pedro Sánchez. Lo descalificaron antes de empezar el encuentro y lo daban por amortizado y perdido, pero los que lo infravaloraron se equivocaron de medio a medio.

Sánchez no solo tuvo que luchar contra los correligionarios de más alto rango. También fue víctima de la mayor parte de los medios de comunicación, quienes trataron de ridiculizarlo y hacer creer que su proyecto era baldío.

Luchó contra las encuestas y los elementos para finalmente lograr la reelección como secretario general del Partido Socialista Obrero Español. Desde ese liderazgo socialista tumbó a Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados sin ni siquiera ser miembro de las Cortes porque tuvo la decencia de dimitir y dejar el escaño cuando quiso dedicarse en cuerpo y alma a recuperar el cargo del que algunos felones socialistas quisieron apearle.

Tras conseguir derrotar a Rajoy a contracorriente y cuando nadie daba nada por él, logró llegar a la Presidencia del Gobierno de España con solo 80 diputados en el Congreso y con apoyos puntuales de otros grupos minoritarios, hasta que los independentistas catalanes le quitaron su respaldo.

La oposición mintió para echarlo de la Moncloa inventándose que había pactado con los separatistas catalanes y con los amigos de los terroristas. Finalmente fueron el PP y Ciudadanos los que votaron junto a Esquerra Republicana de Catalunya, los herederos de Pujol, los conmilitones de Puigdemont y Bildu para rechazar los Presupuestos Generales del Estado que presentó el gobierno socialista en las Cortes.

La derecha estuvo casi un año dando la tabarra para que Pedro Sánchez convocara elecciones. Finalmente las convocó y las ganó de calle. Esta vez sí acertó el CIS de Tezanos con el Partido Socialista, aunque curiosamente les dio al PP y a Vox más diputados de los que sacaron finalmente y unos pocos menos a Ciudadanos y Podemos de los que lograron el 28 de abril.

Se metieron con su estancia en La Moncloa tildándole de okupa, con el colchón de su cama, con el doctorado que hizo y que le hace ser el primer presidente del Gobierno en la historia de España con el título de doctor, con el eslogan que sacó en la campaña, con el libro que presentó sobre la resistencia.

Se estuvieron riendo todo un año de él sin darse cuenta de que el que ríe elmúltimo ríe mejor. Dicen que la venganza se sirve en platos fríos. Lo de Pedro Sánchez ha sido una justicia poética. Nunca se debe menospreciar a nadie y menos a alguien que se lo ha trabajado tanto. Su reciente historia tiene mucho mérito pero eso nunca lo reconocerán sus detractores.

Como Gary Cooper, estuvo solo ante el peligro durante mucho tiempo. Sus propios compañeros de partido lo defenestraron y nadie daba un duro por él. No tiro la toalla y cogió su coche utilitario para dar la vuelta a España y convencer a los socialistas de que él era la persona indicada para liderar el Partido Socialista.

En las primarias todos los barones le dieron la espalda, excepto Josep Borrell. Desde Felipe González a Alfonso Guerra, pasando por José Bono, Rodríguez Ibarra y demás barones socialistas, todos se decantaron por apoyar a Susana Díaz, en aquel momento presidenta de la Junta de Andalucía.