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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Te sonreirá un verso

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Las impenitentes personas lectoras de poesía, como Ángela, como Rebeca, como Asunción, y también como Rafael y su amigo Antonio, disfrutan este año con bellas reediciones. Así por ejemplo, Lumen editó en marzo las poesía completa de Ana María Moix, la única de los novísimos. Probablemente en el hoy remoto de nuestros días, casi nadie recuerde a aquellos y a aquella, recopilados por Castellet, en una antología que abrió, en 1970, las puertas del infierno y la belleza: Vázquez Montalbán, Martínez Sarrión, José María Álvarez, Gimferrer, Azúa, Molina Foix, Carnero, y Leopoldo María Panero y Ana María Moix, los más jóvenes. Escribía Montalbán en un prólogo al primer libro de Moix, que “hay dos clases de escritores: los que colaboran en la Enciclopedia Salvat y los que no.” Escribía eso y escribía otras lindezas hoy trágicamente irreproducibles: vayan al prólogo que está en el libro de Lumen. “Quién no ha escrito para una enciclopedia en algún momento de su vida” me suelta Antonio.

Ángela, sin embargo, me dice que ninguno de aquellos nueve era machadiano. “Ana María sí, quizás entonces sin saberlo” repliqué. Porque don Antonio, poeta indudablemente decimonónico, se ajustó de tal manera al presente que penetra con comodidad y paciencia en el siglo XXI, y lo que vendrá.

Leer a Machado estos días de furia, de la naturaleza en Valencia y de la locura en Estados Unidos, recupera un poco los ánimos casi decaídos. “Recuperará los tuyos” me dice Asunción, “esto no tiene remedio. Queda por saber la profundidad del precipicio.” Le respondo con una cancioncilla de Machado, muy conocida, a su amada Guiomar: “Y te enviaré mi canción:/ ”Se canta lo que se pierde“,/ con un papagayo verde/ que la diga en tu balcón.”

En el balcón de Rebeca no hay flores, tampoco en el de Rafael, porque no tienen balcones ni ventanales, viven donde no hay esas cosas, solo luz y cristal en la mañana de la lontananza. La resaca de las elecciones estadounidenses no va a dejar prisioneros, no hay cárceles suficientes. El tramposo se cobrará sus víctimas. Los emuladores tragicómicos de Europa aplaudirán, con algunos españoles a la cabeza, españolas pocas, pues es mejor que se queden en casa con lavadoras y menesteres semejantes. Ya no es en el fondo, es lo que piensan, lo que siempre han pensado salvo que ahora podrán decirlo con menos vergüenza: ni cambio climático, ni igualdad de géneros, ni diversidad alguna, entre otras muchas negaciones.

Me retumban así estos días, para muy bien, los dos tercetos del soneto XXII de “Sonetos a Orfeo” de Rilke. Sin razón, sin argumento seguro, me emplastan la realidad de manera refulgente:

“Muchacho, a lo veloz

ya tenga alas o ruedas,

no le entregues el alma.

Lo que es está en calma:

claridad y tiniebla,

libro y flor.“

Las impenitentes personas lectoras de poesía, como Ángela, como Rebeca, como Asunción, y también como Rafael y su amigo Antonio, disfrutan este año con bellas reediciones. Así por ejemplo, Lumen editó en marzo las poesía completa de Ana María Moix, la única de los novísimos. Probablemente en el hoy remoto de nuestros días, casi nadie recuerde a aquellos y a aquella, recopilados por Castellet, en una antología que abrió, en 1970, las puertas del infierno y la belleza: Vázquez Montalbán, Martínez Sarrión, José María Álvarez, Gimferrer, Azúa, Molina Foix, Carnero, y Leopoldo María Panero y Ana María Moix, los más jóvenes. Escribía Montalbán en un prólogo al primer libro de Moix, que “hay dos clases de escritores: los que colaboran en la Enciclopedia Salvat y los que no.” Escribía eso y escribía otras lindezas hoy trágicamente irreproducibles: vayan al prólogo que está en el libro de Lumen. “Quién no ha escrito para una enciclopedia en algún momento de su vida” me suelta Antonio.

Ángela, sin embargo, me dice que ninguno de aquellos nueve era machadiano. “Ana María sí, quizás entonces sin saberlo” repliqué. Porque don Antonio, poeta indudablemente decimonónico, se ajustó de tal manera al presente que penetra con comodidad y paciencia en el siglo XXI, y lo que vendrá.