Espacio de opinión de Canarias Ahora
El sustituto
Sí sé que difícilmente quien resulte designado Âo designada- para ocupar el cargo no será del agrado de todos. Por la simple razón de que no se puede ser natural de dos islas a la vez. Una pega crucial en estos peñascos. Tampoco ignoro que, lo haga como lo haga quien vaya a sentarse en el sillón vacante de Santiago, la TVC continuará siendo uno de los focos cotidianos y más populares del pleito insular. Para los chicharreros, la tele autonómica seguirá siendo procanariona y, para los grancanarios, chicharrerista a tope. El problema, que es tan irresoluble como la cuadratura del círculo, consiste en que, por mucho que el personal se empeñe, las noticias no suceden al cincuenta por ciento en una capital o en otra, en una provincia o en otra, en una o en otra isla. En cuanto a los programas, sí es verdad que pudiera y debiera existir un mayor equilibrio en cuanto a producción, estudios, productoras, presentadores, etcétera. Lo malo es que, mientras no cambien las cosas o las sociedades encargadas de rellenar los contenidos, con la TV Canaria ha pasado al revés que con Saturno Âel dios, no la empresa gubernamental-: que los hijos han ido devorando a su padre. De todos modos, al espectador tendría que importarle la calidad de lo emitido, no la procedencia. Es una opinión personal que chocará frontalmente con la de la mayoría. Qué se le va a hacer. Una de las mayores preocupaciones de quienes han ocupado esa dirección televisiva ha sido siempre la de evitar las críticas por aquello de los desequilibrios; y esos esfuerzos, aparentes o auténticos, condenados al fracaso, sólo han logrado que el medio no haya sido objetivo jamás y que su programación se haya resentido. Será un buen director de La Nuestra, tan poco nuestra ahora mismo, el primero que pase de tales tiquismiquis y monsergas y se dedique a informar de lo que sucede de verdad e interesa a cualquier ciudadano, sin pensar en paridades o minutajes, a debatir con objetividad los temas más actuales y vitales para nuestra sociedad, a nutrir de talento y creatividad los contenidos, sin vetos partidistas, a promocionar y descubrir nuestra cultura, sin escorarse, en todos estos aspectos, hacia ninguna banda ideológica en concreto. A eso sí se le podría llamar equilibrio, pero, sobre todo, además, independencia. A saber por dónde volará, en estos momentos, ese mirlo blanco que les imagino. Y, lo que es todavía más importante: en el hipotético caso de que existiese, ¿los políticos encargados de reclutarlo buscan, realmente, un profesional de esas características? ¿Piensan en alguien parecido o en todo lo contrario? Dejo la preguntilla en el aire Âlos lectores la responderán inteligentemente, sin duda-, recordándoles que, encima, el primer desafío del sustituto de marras será la ya inminente campaña electoral. Toda una papeleta, qué les voy a decir.
José H. Chela
Sí sé que difícilmente quien resulte designado Âo designada- para ocupar el cargo no será del agrado de todos. Por la simple razón de que no se puede ser natural de dos islas a la vez. Una pega crucial en estos peñascos. Tampoco ignoro que, lo haga como lo haga quien vaya a sentarse en el sillón vacante de Santiago, la TVC continuará siendo uno de los focos cotidianos y más populares del pleito insular. Para los chicharreros, la tele autonómica seguirá siendo procanariona y, para los grancanarios, chicharrerista a tope. El problema, que es tan irresoluble como la cuadratura del círculo, consiste en que, por mucho que el personal se empeñe, las noticias no suceden al cincuenta por ciento en una capital o en otra, en una provincia o en otra, en una o en otra isla. En cuanto a los programas, sí es verdad que pudiera y debiera existir un mayor equilibrio en cuanto a producción, estudios, productoras, presentadores, etcétera. Lo malo es que, mientras no cambien las cosas o las sociedades encargadas de rellenar los contenidos, con la TV Canaria ha pasado al revés que con Saturno Âel dios, no la empresa gubernamental-: que los hijos han ido devorando a su padre. De todos modos, al espectador tendría que importarle la calidad de lo emitido, no la procedencia. Es una opinión personal que chocará frontalmente con la de la mayoría. Qué se le va a hacer. Una de las mayores preocupaciones de quienes han ocupado esa dirección televisiva ha sido siempre la de evitar las críticas por aquello de los desequilibrios; y esos esfuerzos, aparentes o auténticos, condenados al fracaso, sólo han logrado que el medio no haya sido objetivo jamás y que su programación se haya resentido. Será un buen director de La Nuestra, tan poco nuestra ahora mismo, el primero que pase de tales tiquismiquis y monsergas y se dedique a informar de lo que sucede de verdad e interesa a cualquier ciudadano, sin pensar en paridades o minutajes, a debatir con objetividad los temas más actuales y vitales para nuestra sociedad, a nutrir de talento y creatividad los contenidos, sin vetos partidistas, a promocionar y descubrir nuestra cultura, sin escorarse, en todos estos aspectos, hacia ninguna banda ideológica en concreto. A eso sí se le podría llamar equilibrio, pero, sobre todo, además, independencia. A saber por dónde volará, en estos momentos, ese mirlo blanco que les imagino. Y, lo que es todavía más importante: en el hipotético caso de que existiese, ¿los políticos encargados de reclutarlo buscan, realmente, un profesional de esas características? ¿Piensan en alguien parecido o en todo lo contrario? Dejo la preguntilla en el aire Âlos lectores la responderán inteligentemente, sin duda-, recordándoles que, encima, el primer desafío del sustituto de marras será la ya inminente campaña electoral. Toda una papeleta, qué les voy a decir.
José H. Chela