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La talla de Rajoy

Tenían los conservadores europeos sus razones para majarle las liendres al colega Rajoy. Ellos, cuarta más cuarta menos, aplican las mismas medidas que Zapatero y no están dispuestos a que la actitud del PP español anime a sus propios ciudadanos a moverles las aguas. De ahí que en los últimos días se lanzaran Merkel y Sarkozy a apoyar la reforma; que lo mismo hiciera la cumbre de líderes europeos; que el Fondo Monetario Internacional (FMI) expresara su apoyo sin reservas y que el mismísimo Obama le diera el OK. Un entusiasmo que premia el acatamiento de sus dictados por Zapatero de sus dictados con el plus de una clara desautorización del PP por zoquete.

Rajoy salió tan trasquilado que lanzó la especie de que los elogios a Zapatero los ha propiciado el PP que no para de hablar bien de España en los foros exteriores cuando la realidad es la contraria. No nos hace falta tirar de memoria histórica sino remontarnos unas semanas atrás y recordar las que ha largado Rajoy acerca de la escasa solvencia española y de cómo Zapatero estaba llevando al país al desastre. Es evidente que esas afirmaciones determinaron el apoyo explícito que llegaron incluso a la alabanza y la paralela recomendación a Rajoy de que mejor se calla la boca.

Cosa distinta de ese juego político es en cuanta medida representa Zapatero el retroceso, por no decir la derrota, de la socialdemocracia frente al conservadurismo liberal europeo ahora mismo hegemónico. Rajoy llegó a ponerse enfrente de la adopción por Zapatero de medidas que él mismo reclamaba poco antes. Mostró, además, su incapacidad para persuadir a los españoles de que, en realidad, Zapatero se había plegado a la sensatez, a “su” sensatez pepera, para hacer lo que él venía pidiendo. Al carecer de un programa alternativo, ése que anuncia y no enseña, se llenó de balón y sólo vio la oportunidad de arañar unos votos, sin medir las previsibles reacciones de sus correspondientes europeos que lo han obligado a tragársela entera.

No aprende Rajoy. Si en la primera legislatura de Zapatero dio la matraquilla del terrorismo, de la teoría de la conspiración y de España se rompe, no aprendió de su segunda derrota electoral que por ahí no es; volvió a la carga con la crisis sin percatarse de que se trataba de un asunto menos doméstico que trasciende los Pirineos y hasta ahí podíamos llegar. Le dijeron si está bobo o qué al ponerse a revolverles el patio. Son muchos los que echan pestes de Zapatero; confío en que sean en sus críticas lo bastante objetivas para aplicarle el cuento a Rajoy y reconocer que ni de lejos da la talla de un candidato a la Presidencia.

Tenían los conservadores europeos sus razones para majarle las liendres al colega Rajoy. Ellos, cuarta más cuarta menos, aplican las mismas medidas que Zapatero y no están dispuestos a que la actitud del PP español anime a sus propios ciudadanos a moverles las aguas. De ahí que en los últimos días se lanzaran Merkel y Sarkozy a apoyar la reforma; que lo mismo hiciera la cumbre de líderes europeos; que el Fondo Monetario Internacional (FMI) expresara su apoyo sin reservas y que el mismísimo Obama le diera el OK. Un entusiasmo que premia el acatamiento de sus dictados por Zapatero de sus dictados con el plus de una clara desautorización del PP por zoquete.

Rajoy salió tan trasquilado que lanzó la especie de que los elogios a Zapatero los ha propiciado el PP que no para de hablar bien de España en los foros exteriores cuando la realidad es la contraria. No nos hace falta tirar de memoria histórica sino remontarnos unas semanas atrás y recordar las que ha largado Rajoy acerca de la escasa solvencia española y de cómo Zapatero estaba llevando al país al desastre. Es evidente que esas afirmaciones determinaron el apoyo explícito que llegaron incluso a la alabanza y la paralela recomendación a Rajoy de que mejor se calla la boca.