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Targentópolis

No sé si España acabará como Italia cuando hace veinte años surgió lo que se denominó “tangentópolis”, pero no hace falta explicar mucho que por aquí ya tenemos una “targentópolis”, ya saben, por lo de las tarjetas negras de Bankia, que me tienen negro. Pero la targentópolis va mucho más allá de las cards black, y ya llegan a todos los rincones del Partido Popular, y con las últimas detenciones cuyo preso más destacado es Francisco Granados, se acerca incluso a Esperanza Aguirre. Uno se despierta por la mañana con la noticia de un nuevo escándalo, y a veces, sino padeciéramos eso que se llama “deformación profesional”, la verdad es que me dan ganas de poner fija Radio Clásica, y despertarme a los acordes del himno de la alegría. Pero no, seguimos oyendo basura y porquería, y la targentópolis a la hora desayunar produce cabreo, ira, encono, y las secuencias se aceleran, los casos se superponen, y lo que queda al final del día es una terrible sensación de desaliento y una colosal crisis de confianza en el sistema de la transición nada democrática y sí muy franquista y borbónica, del cual Santiago Carrillo y José Carlos Mauricio me con-vencieron de su necesidad por miedo al Ejército, y dos piedras, y ahora cuando me enfado con toda la mierda que me rodea, no tengo más remedio que exclamar “si cojo a ese tío le rajo la barriga un rato”, recordando en imágenes vertiginosas a los Rodrigo Rato, Miguel Blesa, Ángel Acebes, y ahora el penúltimo caso del Partido Popular, Francisco Granados, nada menos que el exsecretario general del PP de Madrid, el segundo de Esperanza Aguirre, detenido por el juez Eloy Velasco junto a cincuenta personas más ¡madre mía!, y evoco una conversación reciente con un amigo catalán votante de CiU, que no le faltaba sino llorar criticando a los ladrones, sin presunción, de la familia Pujol, y paro de contar lo que ustedes saben de corruptelas porque me salen otras exclamaciones maleducadas, a lo que mi mujer me reprende diciéndome que no me ponga a la altura de esos delincuentes. Vale, me contengo.

Pero la targentópolis española se extiende como una hiedra, con firmes raíces en todo el sistema del bipartidismo, que se resquebraja por todos lados, y que tratan de mantener los ingenieros de una nueva disciplina periodística llamada storytelling, que viene a significar construcción de datos, y que son juntaletras que escriben al dictado de Gúrtel, Bárcenas “el cabrón”, ERE, Pujol, etc, etc, pero que también existen mercenarios en Canarias, en Tenerife, Telde, Las Palmas de Gran Canaria, etc, etc. Creo que como ocurrió en Italia a principios de los noventa los casos que se acumulan uno detrás de otro ya no penalizan exclusivamente a este o aquel partido, sino que castigan al sistema en su conjunto. Ahora mismo se redibuja un nuevo panorama en España y Cataluña, porque Pujol ha abierto una gran brecha de credibilidad, lo mismo que Aznar que tiene a muchos amigos imputados y en delicada situación judicial, y se desvanece el poder fáctico de ambos en la derecha española y catalana, y en este último caso está el panorama del independentismo que viene, agüita. El panorama en España es un cráter lunar. Cráter Aznar, cráter Pujol, cráter Valencia, cráter Baleares, cráter ERE, cráter Pokemón, cráter Fernández Villa. etc, etc. Un paisaje lunar.

Y volvemos a la tangentópolis italiana, que recuerdan los amables lectores comenzó con la actuación del fiscal Antonio Di Pietro en Milán, con un grupo de fiscales que integraron Manos Limpias que investigaron a políticos, empresarios y funcionarios, y que acabó con el sistema político italiano del bipartidismo y hasta con el pentapartido, primero con la Democracia Cristiana de Andreotti y luego con el Partido Socialista de Bettino Craxi, dos delincuentes que acabaron en el caso del conservador sentado en el banquillo en numerosos juicios y se salvó de la cárcel por la prescripción de algunos sumarios, y el socialista terminó huyendo al exilio vergonzoso de Túnez. Ambos partidos, la DC y el PSI, desparecieron de la vida política italiana. Relatarles la cantidad de políticos que fueron a la cárcel e incluso se suicidaron, nada menos que más de treinta, haría de este artículo de opinión una novela negra. Pero lo que me parece claro es que la targentópolis amenaza a la casta en España.

No sé si España acabará como Italia cuando hace veinte años surgió lo que se denominó “tangentópolis”, pero no hace falta explicar mucho que por aquí ya tenemos una “targentópolis”, ya saben, por lo de las tarjetas negras de Bankia, que me tienen negro. Pero la targentópolis va mucho más allá de las cards black, y ya llegan a todos los rincones del Partido Popular, y con las últimas detenciones cuyo preso más destacado es Francisco Granados, se acerca incluso a Esperanza Aguirre. Uno se despierta por la mañana con la noticia de un nuevo escándalo, y a veces, sino padeciéramos eso que se llama “deformación profesional”, la verdad es que me dan ganas de poner fija Radio Clásica, y despertarme a los acordes del himno de la alegría. Pero no, seguimos oyendo basura y porquería, y la targentópolis a la hora desayunar produce cabreo, ira, encono, y las secuencias se aceleran, los casos se superponen, y lo que queda al final del día es una terrible sensación de desaliento y una colosal crisis de confianza en el sistema de la transición nada democrática y sí muy franquista y borbónica, del cual Santiago Carrillo y José Carlos Mauricio me con-vencieron de su necesidad por miedo al Ejército, y dos piedras, y ahora cuando me enfado con toda la mierda que me rodea, no tengo más remedio que exclamar “si cojo a ese tío le rajo la barriga un rato”, recordando en imágenes vertiginosas a los Rodrigo Rato, Miguel Blesa, Ángel Acebes, y ahora el penúltimo caso del Partido Popular, Francisco Granados, nada menos que el exsecretario general del PP de Madrid, el segundo de Esperanza Aguirre, detenido por el juez Eloy Velasco junto a cincuenta personas más ¡madre mía!, y evoco una conversación reciente con un amigo catalán votante de CiU, que no le faltaba sino llorar criticando a los ladrones, sin presunción, de la familia Pujol, y paro de contar lo que ustedes saben de corruptelas porque me salen otras exclamaciones maleducadas, a lo que mi mujer me reprende diciéndome que no me ponga a la altura de esos delincuentes. Vale, me contengo.

Pero la targentópolis española se extiende como una hiedra, con firmes raíces en todo el sistema del bipartidismo, que se resquebraja por todos lados, y que tratan de mantener los ingenieros de una nueva disciplina periodística llamada storytelling, que viene a significar construcción de datos, y que son juntaletras que escriben al dictado de Gúrtel, Bárcenas “el cabrón”, ERE, Pujol, etc, etc, pero que también existen mercenarios en Canarias, en Tenerife, Telde, Las Palmas de Gran Canaria, etc, etc. Creo que como ocurrió en Italia a principios de los noventa los casos que se acumulan uno detrás de otro ya no penalizan exclusivamente a este o aquel partido, sino que castigan al sistema en su conjunto. Ahora mismo se redibuja un nuevo panorama en España y Cataluña, porque Pujol ha abierto una gran brecha de credibilidad, lo mismo que Aznar que tiene a muchos amigos imputados y en delicada situación judicial, y se desvanece el poder fáctico de ambos en la derecha española y catalana, y en este último caso está el panorama del independentismo que viene, agüita. El panorama en España es un cráter lunar. Cráter Aznar, cráter Pujol, cráter Valencia, cráter Baleares, cráter ERE, cráter Pokemón, cráter Fernández Villa. etc, etc. Un paisaje lunar.