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Tindaya: el arte de lo imposible

Teo Mesa / Teo Mesa

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A estos males, se enquistó, como no podía ser menos, el fatalismo de la corrupción, ya antológica de este país, donde se practica el arte de meter la mano, malversando las cuantas dinerarias de todos. Habiéndose volatilizado 12 millones de euros, sin mover una piedra de la magna escultura. También por arte de birlibirloque, la suma hace que se hayan dilapidado ya: 30 millones de euros, sin ni siquiera haber comenzado. Todo un lunático despropósito, cuando no les duele el dinero del erario público.

Nunca Eduardo Chillida se había tropezado con nefandos argumentos y ruindades, como le ha ocurrido al escultor vasco se decidió acanalar la montaña sagrada de Tindaya, y ésta le fuera ofrecida. Ni que tampoco se encontrara en su camino con tanta negligencia política y protestas sociales. Las cuales ignoraba de antemano. Primero, por los celos de los vigías patrimoniales y por los ecologistas vigilantes del medioambiente, que con todas las razones alzaron sus voces; y por otra, por las tropelías de los malversadores sin escrúpulos.

Qué desazón tendría el buen escultor donostiarra y noble persona, que habiendo fallecido no vio realizada su obra más voluminosa y augusta, por su novedad de vacío escultórico y dimensiones. Se inclinó Chillida, empeñadamente en la montaña de Tindaya, rechazando las ofrecidas, para el mismo fin, en Israel y Suiza. Pero, de seguro, que lo más doloroso para el buen hombre y artista, fuera el miserable embarrado en que lo metieron, a consecuencia colateral de su escultura, con los robos de algunos desalmados de la política canaria. Siempre manifestó, el egregio escultor, que jamás estaba en su talante ético, hacer daño al patrimonio aborigen de su cima, con los petroglifos allí grabados, ni tampoco al rededor ecológico.

Pero, próximas las elecciones autonómicas, se desempolva la traquita de la montaña, y el propio Presidente Autonómico, viaja hasta San Sebastián, a convencer y firmar con la familia, heredera de los bienes intelectuales del escultor, un documento para hacer viable el proyecto de Tindaya. Con el mayor de los sigilos, se estampa un acuerdo 'top secret', que para el pueblo canario es hermético, desconocido. Sin respetar el legítimo derecho democrático a ser informado, y con el deber que tienen los representantes políticos, de dar a conocer sus actos públicos a favor de la Comunidad. Insólita tarambana política.

Que no nos hagan tragar ruedas de molinos, aludiendo el Presidente con este incomprensible secretismo, que: “la obra no costará un euro a las arcas públicas”. Pues no ha costado poco, sin hacer nada. ¿Acaso trabajarán gratuitamente las constructoras e ingenieros?? Y añade, que se pagaría con el precio de las entradas al monumento. Lo dice falazmente, o desde el desconocimiento más supino, porque ni aún vendiendo la extracción de piedra de traquita; ni “con las entradas” de visita, este proyecto se sufraga sin cuantiosos gastos añadidos. No son tiempos de viles dispendios, cuando de forma ladina, se retraen las partidas económicas de Sanidad, Educación, Cultura y Servicios Sociales. Que en definitiva: es lo más importante para una sociedad.

Siempre he manifestado, mi positivo propósito, de que se lleve a efecto este original proyecto escultórico. Único en el mundo. Pero desde el más escrupuloso respeto al Patrimonio prehispánico y al ecologismo medioambiental. Esta estrategia técnica de hacer escultura, a través del vacío, y sentido contrario al habitual y ancestral formulario del volumen de masa. Esta sería una escultura, dentro de la línea estilística de Chillida, de sencillez absoluta con los elementos estéticos. Muy emparentada a los planteamientos minimalista, por la carencia de elementos innecesarios o superfluos.

Paradójicamente, ni la propia montaña ni el pueblo de Tindaya, nunca pensaron que se harían tan afamados. Que tanta tinta imprimiera en papel de prensa o negros píxeles digitales. Que tanto se hablara, en las tertulias e informativos de radio y televisión en estas tierras y allende sus mares. Y para más inri: haber parado el asunto en los Tribunales. Ni en las mejores campañas publicitarias de rango turístico, hubieran alcanzado tan altos índices de nombramientos de tales geografías, en el noroeste de la isla majorera.

Teo Mesa

A estos males, se enquistó, como no podía ser menos, el fatalismo de la corrupción, ya antológica de este país, donde se practica el arte de meter la mano, malversando las cuantas dinerarias de todos. Habiéndose volatilizado 12 millones de euros, sin mover una piedra de la magna escultura. También por arte de birlibirloque, la suma hace que se hayan dilapidado ya: 30 millones de euros, sin ni siquiera haber comenzado. Todo un lunático despropósito, cuando no les duele el dinero del erario público.

Nunca Eduardo Chillida se había tropezado con nefandos argumentos y ruindades, como le ha ocurrido al escultor vasco se decidió acanalar la montaña sagrada de Tindaya, y ésta le fuera ofrecida. Ni que tampoco se encontrara en su camino con tanta negligencia política y protestas sociales. Las cuales ignoraba de antemano. Primero, por los celos de los vigías patrimoniales y por los ecologistas vigilantes del medioambiente, que con todas las razones alzaron sus voces; y por otra, por las tropelías de los malversadores sin escrúpulos.