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La trampa del aire propando

He escrito muchas veces acerca de la existencia de una guerra civil mundial en torno a las energías. El viejo mundo de las industrias ligadas a los combustibles fósiles se resiste con fuerza a ceder el paso a la implantación de las renovables y a perder el control sobre un sector estratégico para el desarrollo de la humanidad. Les importa un comino el calentamiento global, el cambio climático y sus consecuencias para el planeta y su biodiversidad. Se me cae el alma a los pies al oír las palabras del primer ministro de Antigua y Barbuda, Gaston Alphonse Browne, cuando dice, refiriéndose a los países más empobrecidos, que “somos los que menos contaminamos, y no obstante las peores víctimas. La injusticia y la desigualdad son el pan nuestro de cada día”. O al escuchar a Laura Zúñiga estos días, en mi despacho del Cabildo, relatar el asesinato de su madre, Berta Cáceres, por liderar en Honduras una dura oposición a que algunas empresas energéticas destruyeran, con sus prácticas insostenibles, a su pueblo. El continente europeo no es ajeno a esa contienda. Y mucho menos España. Los lobbies energéticos en este país consiguieron que el ministro José Manuel Soria suprimiera con carácter retroactivo las ayudas a las renovables, mientras las mantenía para el carbón y el gas, eliminara las ayudas de futuro para las energías limpias y articulara una serie de medidas (se popularizaron como un “impuesto al sol”) para poner trabas al autoconsumo, obstaculizando así la democratización de las energías, al contrario de lo que sucede en Alemania donde el 51 % de la electricidad verde se produce en los hogares.

Un sector especialmente beligerante en estos momentos en el mundo, y de manera significativa en Europa, es el gasista. Las campañas para vendernos la inocuidad del gas -algunos lo tildan con desfachatez de limpio y renovable- y su necesidad como elemento de transición se multiplican cada día. Y mueven miles de millones y no se paran en comprar, captar o doblegar voluntades públicas y privadas.

Hace unas semanas escribí cómo el Banco Mundial acababa de anunciar que ya no va a financiar más inversiones que tengan que ver con los combustibles fósiles. Esta misma entidad hacía al tiempo un llamamiento a acabar con la hipocresía de señalar las bondades de las renovables con una mano y con la otra apostar por energías fósiles contaminantes como el carbón, el fuel o el gas. Y que, además del BM, se habían pronunciado en ese sentido la Unión de Bancos Suizos y Morgan Stanley y Bloomberg New Energy Finance y Enel e Iberdrola y Christine Lagarde, directora del FMI y el Tribunal de Cuentas Europeo y la Agencia Europea del Medio Ambiente y el Tyndall Center For Climate Research y la Universidad de Teesside y el Observatorio de la Deuda de la Globalización y Ámsterdam, Noruega, Nueva York, Oslo, Ciudad del Cabo, Paris y tantas otras ciudades y la propia Comisión Europea con el manifiesto de La Valetta “Energía limpia para las islas”…

Pues bien, a pesar de todo esto, de que los científicos, los medioambientalistas, el sistema financiero y la ciudadanía asumen que el hoy y el mañana tienen que ser renovables y a pesar de que la CNMC y la asociación española GasINDUSTRIAL consideran que no existe estudio económico alguno ni demanda real, el Gobierno de Canarias lleva mucho tiempo empeñado en imponer regasificadoras y ahora, atendiendo a algunos sectores minoritarios, el aire propanado. Se empeña y se hace la foto con Redexis en la firma de un crédito del BEI para implantarlo en Canarias.

Y este empeño con el aire propanado tiene su intríngulis. Más allá de los intentos de colocar gasificadoras en las dos islas capitalinas y de meter aquí el gas, mientras se cierran centrales en la península, y más allá de la estupidez de considerarlo un combustible limpio y de transición, haciendo una inversión multimillonaria que habría que amortizar impidiendo la penetración de las renovables, lo del propano y el aire propanado tiene otra historia detrás. Voy a intentar describirla brevemente.

Una parte de las industrias y la mayoría de los restaurantes y hoteles de las islas han venido utilizando hasta este momento el butano o el propano para sus instalaciones, aunque afortunadamente algunos han comprobado las bondades de las renovables, -en precios, en menos riesgos y en menos contaminación- optando por la biomasa endógena, la aerotermia, las bombas de calor o la geotermia de baja entalpía, entre otras. El propano y el butano lo suministra Disa en régimen de monopolio a un precio de alrededor de 1.800 euros la tonelada. Carísimo y sin duda restando capacidad de competitividad a las empresas canarias. Ni las protestas en voz baja de los industriales ni las demandas de los gobiernos de turno dieron resultados para que Disa reconsiderara sus precios, aunque ahora está ofreciendo reducciones de hasta un 30 % a muchos de sus clientes.

Es en este escenario cuando surge el aire propanado como alternativa más barata que el propano aunque tiene casi el 50 % menos de poder calórico, lo que se podría traducir en un ahorro de un 30 % para los clientes.

Viéndolas venir, DISA le compra a Endesa la concesión de distribución del gas y el aire propanado para el sur de Tenerife (industrias y hogares) pero ella sigue suministrando propano y butano. Por supuesto a ningún ciudadano de Adeje se le ocurrió solicitar el enganche al aire propanado como reconoce la misma empresa. Aunque Disa tampoco hizo ningún esfuerzo especial por incentivarlo. Interviene entonces el Gobierno de Canarias y saca a concurso la distribución del aire propanado para Canarias, pero no solo para las industrias, lo hace también para permitir la implantación del gas ciudad en distintas localidades del Archipiélago. Y en la valoración del concurso prima entonces la construcción de redes por todas las islas, aun sabiendo que en Adeje, que de alguna manera podría verse como una experiencia piloto, no había habido demanda de los hogares para su implantación. Utilizan a la ciudadanía, a espaldas de sus ayuntamientos, para permitir que las empresas que opten al concurso se inventen miles de kilómetros de tuberías para alcanzar mayor puntuación. De esta manera Gas Natural o Redexis, por citar algunas, se han ido haciendo con las autorizaciones para instalar el aire propanado en industrias y hogares de Canarias. Sin ningún plan energético que lo avale, sin planes territoriales, sin cumplir con los planeamientos municipales, sin cartera de clientes en las ciudades… Pero Disa descubrió la trampa y lo ha recurrido.

¿Y por qué es más barato el aire propanado si su elaboración a partir del petróleo es más cara? Ah, ahí está el meollo. Porque está subvencionado. El propano no está regulado, pero el aire propanado sí que está regulado por el Estado como la Tarifa de Último Recurso (TUR) o el Precio Voluntario para el Pequeño Consumidor (PVPC). Y entonces el precio del aire propanado lo paga una parte el consumidor y la otra va al déficit de tarifa del gas que pagamos todos los españolitos de a pie en nuestros recibos.

Se trata entonces de una operación contra DISA para beneficiar a un grupo de empresarios más o menos numeroso (no todos los empresarios están a favor, hay algunos polígonos industriales que se niegan a que se instale el aire propanado) implicando en la operación a la ciudadanía en general. Y de paso montando infraestructuras que faciliten posteriormente la entrada del gas. Si hubiese otro proveedor de propano que compitiera y abaratara los precios esto no hubiese sucedido.

Y nos dicen que el gas (así, de manera genérica) está presente en la mayoría de las ciudades españolas. Es verdad, en el 80 %, pero también es cierto que no lo utiliza ni el 30 % de la ciudadanía. Tiene sentido para la calefacción que aquí no usamos, pero en la mayoría de las casas peninsulares se está optando por las bombas de calor o la aerotermia, mucho más baratas, menos peligrosas y menos contaminantes. Para la calefacción y para el aire acondicionado. Pero ya he dicho también que todo esto es una tomadura de pelo. Que el gas sube y sube cada año (un 6,2 % en 2017). Que terminaremos pagándolo al mismo precio que el fuel y que hoy es más barato porque está subvencionado y los peajes de la energía eléctrica son mucho más altos. Como lo es también la afirmación de que es menos contaminante ya que desde su extracción y resto del proceso libera metano, ochenta veces más inductor del calentamiento global.

Y esto también lo sabe el ministro Álvaro Nadal y siendo consecuente se le ha ocurrido proponer recortes de más de mil millones en tres años en la retribución a las redes de gas en España. Y ha hecho saltar todas las alarmas del lobby. Goldman Sachs (uno de los causantes de la crisis global, empleador de Mario Draghi hasta que lo pusieron de mandamás del Banco Central Europeo y participante de Redexis), JP Morgan, Allianz, CPPIB, GIP, fondos estatales de China y Abu Dabi, Gas Natural, Naturgas, Redexis y Madrileña de Gas y otros han lanzado una ofensiva contra él. Y es que como plantea Expansión, lejos de alcanzar un equilibrio económico, el déficit del gas en España en estos momentos no deja de aumentar siendo de 27 millones en 2015, de 90 millones en 2016 y de 120 millones en 2017. Y dicen que solo con el anuncio del ministro ya han perdido 3.200 millones de euros en la Bolsa. Y aún así muchos ignorantes (de los que ignoran las cosas) se empeñan en introducirlo en Canarias ¡para abaratar los costes y la contaminación! Y mientras las renovables despacito, como canta Luis Fonsi.

Todo el mundo reconoce que las infraestructuras gasistas están sobredimensionadas en España pero insisten e insisten en abrir nuevas puertas a su penetración. ¿Y saben cuál es una de las causas? Pues que una buena parte de estas decisiones las toma un organismo europeo llamado ENTSO-G, una coalición europea de operadores de transporte de gas en la que participa la española Enagás. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Se inventan la necesidad, programan las inversiones y las realizan ellos después. A cualquier precio. Todo muy limpio, renovable y transparente. Ah, se me olvidaba, y de transición.

He escrito muchas veces acerca de la existencia de una guerra civil mundial en torno a las energías. El viejo mundo de las industrias ligadas a los combustibles fósiles se resiste con fuerza a ceder el paso a la implantación de las renovables y a perder el control sobre un sector estratégico para el desarrollo de la humanidad. Les importa un comino el calentamiento global, el cambio climático y sus consecuencias para el planeta y su biodiversidad. Se me cae el alma a los pies al oír las palabras del primer ministro de Antigua y Barbuda, Gaston Alphonse Browne, cuando dice, refiriéndose a los países más empobrecidos, que “somos los que menos contaminamos, y no obstante las peores víctimas. La injusticia y la desigualdad son el pan nuestro de cada día”. O al escuchar a Laura Zúñiga estos días, en mi despacho del Cabildo, relatar el asesinato de su madre, Berta Cáceres, por liderar en Honduras una dura oposición a que algunas empresas energéticas destruyeran, con sus prácticas insostenibles, a su pueblo. El continente europeo no es ajeno a esa contienda. Y mucho menos España. Los lobbies energéticos en este país consiguieron que el ministro José Manuel Soria suprimiera con carácter retroactivo las ayudas a las renovables, mientras las mantenía para el carbón y el gas, eliminara las ayudas de futuro para las energías limpias y articulara una serie de medidas (se popularizaron como un “impuesto al sol”) para poner trabas al autoconsumo, obstaculizando así la democratización de las energías, al contrario de lo que sucede en Alemania donde el 51 % de la electricidad verde se produce en los hogares.

Un sector especialmente beligerante en estos momentos en el mundo, y de manera significativa en Europa, es el gasista. Las campañas para vendernos la inocuidad del gas -algunos lo tildan con desfachatez de limpio y renovable- y su necesidad como elemento de transición se multiplican cada día. Y mueven miles de millones y no se paran en comprar, captar o doblegar voluntades públicas y privadas.