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El tren de Enric Miralles entre el Aeropuerto de Lanzarote y Arrecife

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El arquitecto Enric Miralles (Barcelona, 1955 - 2000) planteó la posibilidad de proyectar la ciudad de Arrecife como una ciudad lineal, cuyos límites longitudinales estarían comprendidos entre el Aeropuerto César Manrique - Lanzarote y el Islote de Fermina. La distancia entre el aeropuerto y el Islote se cubriría con un tren que permitiría hacer accesible cualquier punto en un lapso de tiempo inferior a 20 minutos. Islas flotantes. Por un largo Arrecife es el título de la propuesta.

Los fondos europeos de reconstrucción para afrontar la crisis ocasionada por la pandemia de la covid-19 son una oportunidad única para impulsar el crecimiento económico y acelerar transformaciones estructurales en ámbitos cruciales, como la transición ecológica y la cohesión social y territorial. Dado que la idea de Enric Millares conecta con estos criterios, ¿por qué no rescatarla, desarrollarla e incluirla en el marco del Plan Nacional de Recuperación, Transformación y Resiliencia, recientemente presentado por el presidente del Gobierno del Estado? ¿O incorporarla al Plan Reactiva Canarias que concita una amplia concertación público-privada en el Archipiélago?

La iniciativa de Miralles surgió en el contexto del Proyecto Marina de Arrecife. Tres propuestas para pensar la ciudad, presentada por la Fundación César Manrique (FCM) en 1998 con motivo del bicentenario de la municipalidad de Arrecife. La FCM puso en marcha dicho proyecto para cooperar con las instituciones locales a la hora de diseñar el litoral de la ciudad, una pieza urbana de extraordinario valor que hasta entonces se encontraba —y se encuentra todavía— desatendida por parte de los responsables públicos.

El contenido de la iniciativa incluía como actividad central el programa Tres propuestas para pensar la ciudad, consistente en el encargo a tres arquitectos de reconocido prestigio internacional de tres propuestas de actuación urbanística en el litoral de Arrecife y su entorno, que serían mostradas en una exposición y debatidas en unas jornadas de encuentro con los ciudadanos. El encargo fue realizado a los arquitectos Carlos Jiménez, Enric Miralles y Juan Navarro Baldeweg acompañados respectivamente en sus proyectos por los críticos Luis Fernández-Galiano, Ignasi de Solà-Morales y Simón Marchán Fiz.

Miralles observó “el cruce de dos trayectorias sobre la isla: la trayectoria del avión, y la conexión directa del aeropuerto con la ciudad... en este cruce debe producirse el paisaje donde la ciudad se hace coherente con la isla...”. Señaló “un modelo insensato de ciudad que se cierra a la isla y que no consigue con un esquema radial escapar a los cinturones que la van cerrando. Mucho mejor, un paisaje que, tal como en un pasado se construyó alrededor del puerto, ahora aproveche el aeropuerto. Creemos que pensar la isla en su globalidad es la única manera de entenderla”.

 

En el borde superior de Islas flotantes. Por un largo Arrecife, una franja sinuosa —que evocaba los perfiles volcánicos—, en su mayoría formada por zonas verdes, delimitaba la ocupación transversal del suelo. La organización interna del nuevo tramo urbano se efectuaba a partir de módulos espaciales circulares definidos por un radio de tiempo, aproximadamente ocho minutos, de movilidad peatonal —la distancia que un peatón estándar puede recorrer sin dificultades en sus operaciones—.

 

El arquitecto se fijó en dos cosas para su propuesta: en los volcanes y en los sombreros. La silueta de ambos las unió en un trabajo de cestería de caña, mimbre y pírganos formando una especie de panera abombada con la forma de Lanzarote. Fue así como seccionó la isla, mediante la repetición de un material flexible adaptado al perfil de cada uno de los volcanes: el mismo acto de moldeo que realizan los conejeros con sus sombreros en sus cabezas.

 

Alrededor de estas dos acciones manuales, una sobre la otra y ambas tirando de ellas mismas, giraba el resto de documentación, planos, maquetas y fotomontajes, que realizó como interpretación de un territorio. Miralles asoció isla, volcán y sombrero como términos propios de una individualidad. La maqueta de la propuesta Islas flotantes formó parte de la exposición Proyecto Marina de Arrecife. Tres propuestas para pensar la ciudad y se exhibió entre noviembre de 1998 y enero de 1999.

 

Poco después, el arquitecto Luis Díaz Feria elaboró BU Litoral, una propuesta de creación de un tranvía para el borde urbano litoral de Arrecife y su conurbación. El nombre se inspiró en los surrealistas BU espinosianos, recogidos en el capítulo sobre el mapa búico (Agustín Espinosa: Lancelot, 28º 7’ [Guía integral de una isla atlántica]). BU Litoral responde a la idea de un medio de transporte público y colectivo para la fachada marítima en el que discurre el corredor de mayor demanda en toda la isla, incluida la Rambla Medular y la conurbación de la ciudad.

 

La proposición hace referencia a un tranvía ligero, de superficie, no ruidoso, no contaminante y alimentado por energías alternativas, barato, relativamente rápido siempre que no comprometa la seguridad vial, eficiente, autónomo —que no precise líneas de tendidos— y que enlace una unidad urbanística que tiende a tejerse todavía más en el futuro, conformada por Costa Teguise - Puerto de Los Mármoles - Arrecife (incluida la Rambla Medular) - Playa Honda/Aeropuerto - Puerto del Carmen. 

La iniciativa afectaría a un área que registra casi el 80 por ciento de la movilidad motorizada que contabiliza Lanzarote y, potencialmente, ofrecería una alternativa de transporte a una población total real de hecho —turística y no turística— que superó las 150.000 personas en 2019. A esta cifra habría que añadir los usuarios que pudieran utilizar este sistema de transporte desde o hacia el Aeropuerto y el Puerto de Arrecife.

 

La idea considera el territorio antes citado y su población como un todo indivisible que posee unas necesidades de movilidad motorizada que deben ser convenientemente atendidas. Asimismo, pretende favorecer la cohesión interna de dicho espacio desde una perspectiva supramunicipal, es decir, más próxima a una concepción de área metropolitana que a pequeños espacios acotados por artificiosos límites municipales. 

 

BU Litoral desplazaría al automóvil privado de su situación de hegemonía en el transporte de personas en el frente litoral que discurre entre Costa Teguise y Puerto del Carmen, lo cual aportaría sosiego, seguridad vial y una invitación a abrir dicho territorio al mar a residentes y transeúntes. También propiciaría que el litoral se erija en un punto de encuentro peatonal, pudiendo favorecer el desarrollo de otros medios de movilidad no motorizada. Otro beneficio consistiría en unir los accesos a la ciudad o a los núcleos turísticos desde grandes infraestructuras de almacenamiento de automóviles mediante aparcamientos disuasorios en las afueras.

 

Se realizó una estimación de los costes en base a la experiencia de la introducción del tranvía moderno de superficie en los países industrializados en los años ochenta del siglo pasado. El coste global, incluidas las infraestructuras, operaciones de urbanización y de renovación urbana asociadas al sistema, la construcción de talleres y cocheras y el material móvil, podría oscilar en aquel momento entre los 3,5 y 5 millones de euros por kilómetro, dada la orografía insular. Una vez completada la red, el itinerario tendría unos 25 kilómetros de longitud.

 

Sin desmerecer otras valiosas aportaciones surgidas en los últimos tiempos como expresión del pensamiento vanguardista y maduro que anida en Lanzarote, y que, por razones de espacio, no es posible abordar aquí, se abre ante la población de Lanzarote y los representantes de sus instituciones públicas una oportunidad única para reflexionar sobre una iniciativa innovadora, ambiciosa y de gran capacidad de transformación. 

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