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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Vanyera 3

Según se informa, había predisposición al menos del consejo de La Caja grancanaria a concederle el crédito, pero los técnicos recomendaron calma y tabaco; negárselo, o sea, a pesar de que la solicitud contaba con el respaldo del Gobierno y del Cabildo de Gran Canaria. No conozco las razones de los técnicos, pero, qué quieren, debería explicarlas alguien porque 500 empleos son muchos empleos y 20.000 comidas diarias son muchas comidas al año; sobre las 600.000, me parece. Sin contar el efecto negativo de la ausencia de Vanyera 3 sobre sus proveedores; ni considerar lo frustrante de la desaparición de una empresa canaria pionera en la tecnología del sector, además de las repercusiones en los centros públicos a los que suministra.

Por un lado, no sorprende la reticencia de los bancos a abrir la bolsa en estos momentos. No está menos claro que el interés declarado por el Gobierno de apoyar la concesión del crédito no ablandó el corazón del dinero, que es como es. Pero no sé si el apoyo gubernamental pasó de las buenas palabras, de la cortesía con las visitas, ya que la legislatura paulinesa es mucho chau-chau y poco jase-jase; sin descartar que los técnicos participen del síndrome general de desconfianza respecto a la caricatura de Ejecutivo que disfrutamos. Los que disfrutan, que los hay.

Sin embargo, la otra causa que aduce Marrero deja menos margen a la conjetura. Si es posible tanto poner en la cuerda floja la buena disposición del Gobierno como la contraria, la de defender su sinceridad y mejores intenciones, no hay duda de que la otra causa, el retraso de las administraciones públicas en abonar los servicios de catering contratados, ha incidido con toda seguridad. Cualquiera que haya lidiado con ella sabe bien que no sería la primera vez que estos retrasos ponen en dificultades a las empresas, hasta hacerlas desaparecer en algunos casos incluso durante las vacas gordas. Y no les digo si, encima, tienen un plus de grancanariedad.

Las demoras, además de obligar a las empresas a “financiar” la incompetencia administrativa y en ocasiones hasta su mala fe (y sé lo que digo) favorecían a las que contaban con liquidez suficiente para aguantar el tirón todo el tiempo que tuviera a bien el político o el funcionario de turno. Pero al reducirse la liquidez y no modificar la administración su manera de hacer las cosas, a nadie sorprende que se incremente el censo de empresas en trance de liquidación, al margen de que sean potencialmente recuperables.

La CCE, en boca de su presidente, apostó por la búsqueda de accionistas que puedan aportar la cantidad necesaria para sacar adelante Vanyera. Dijo Grisaleña que el empresariado canario tiene la imaginación suficiente “para salir de ésta y de otras más”. Me gustaría ser un optimista compulsivo como él.

Según se informa, había predisposición al menos del consejo de La Caja grancanaria a concederle el crédito, pero los técnicos recomendaron calma y tabaco; negárselo, o sea, a pesar de que la solicitud contaba con el respaldo del Gobierno y del Cabildo de Gran Canaria. No conozco las razones de los técnicos, pero, qué quieren, debería explicarlas alguien porque 500 empleos son muchos empleos y 20.000 comidas diarias son muchas comidas al año; sobre las 600.000, me parece. Sin contar el efecto negativo de la ausencia de Vanyera 3 sobre sus proveedores; ni considerar lo frustrante de la desaparición de una empresa canaria pionera en la tecnología del sector, además de las repercusiones en los centros públicos a los que suministra.

Por un lado, no sorprende la reticencia de los bancos a abrir la bolsa en estos momentos. No está menos claro que el interés declarado por el Gobierno de apoyar la concesión del crédito no ablandó el corazón del dinero, que es como es. Pero no sé si el apoyo gubernamental pasó de las buenas palabras, de la cortesía con las visitas, ya que la legislatura paulinesa es mucho chau-chau y poco jase-jase; sin descartar que los técnicos participen del síndrome general de desconfianza respecto a la caricatura de Ejecutivo que disfrutamos. Los que disfrutan, que los hay.