Espacio de opinión de Canarias Ahora
Vaticinios periodísticos
En algunos casos nos equivocamos (o dejamos de acertar; conviene no abusar de la autocrítica para no acabar en brazos del enemigo) porque, aunque presumamos de fuentes fiables, hay manantiales de confidencias que no manan una gota. Parece mentira que del complejo y variopinto entorno de Paulino Rivero no se escapase un ligero soplo al menos que permitiera a algún colega la primicia de desvelar el nombre del nuevo director general de la Radiotelevisión Canaria. Parece mentira, pero fue así. Los designios del sauzalero son inescrutables, y más si no hay un puñetero submarino en presidencia con incontinencia verbal. Mira que se barajaron nombres, ¿eh?... Pues no hubo quien diese en la diana de la información clarividente. O de la sospecha aproximada, oigan.
Con el referéndum venezolano ha ocurrido tres cuartos de lo mismo. Todos los análisis, todas las apuestas periodísticas ponían los huevos de los augurios en el mismo cesto: la victoria del sí y el afianzamiento de Hugo Chávez en un nuevo escenario constitucional que le permitiría ejercer de hecho una dictadura sin fecha de caducidad. Incluso el lunes, o sea, ayer, cuando se supo el inesperado resultado, traía la prensa artículos empeñados en pormenorizar los factores que, sin duda, convertirían al amiguete de Castro en claro triunfador de la jornada. Nadie contaba con la tremenda abstención ni con que el modelo propuesto por el paraca había asustado a mucha más gente de la que se suponía a este lado del charco. Ahora los analistas tendrán ?o tendremos- que enfrentarse a otra realidad imprevista: la reacción exquisitamente democrática de Chávez ante la derrota en las urnas. Al menos, en apariencia, pese a que considere que sólo ha perdido una batalla y que el triunfo de sus rivales ha sido pírrico (un viejo error coloquial: una victoria pírrica es aquella en la que el ganador sufre más pérdidas que el vencido).
En cuanto a ETA ?y sólo por poner un tercer botón de muestra- los periodistas llevamos errando insistentemente en cuando a su debilidad y su final, desde hace demasiado tiempo. Pero, se trata de un falso error gremial asumido para vitaminizar de moral de la opinión pública.
José H. Chela
En algunos casos nos equivocamos (o dejamos de acertar; conviene no abusar de la autocrítica para no acabar en brazos del enemigo) porque, aunque presumamos de fuentes fiables, hay manantiales de confidencias que no manan una gota. Parece mentira que del complejo y variopinto entorno de Paulino Rivero no se escapase un ligero soplo al menos que permitiera a algún colega la primicia de desvelar el nombre del nuevo director general de la Radiotelevisión Canaria. Parece mentira, pero fue así. Los designios del sauzalero son inescrutables, y más si no hay un puñetero submarino en presidencia con incontinencia verbal. Mira que se barajaron nombres, ¿eh?... Pues no hubo quien diese en la diana de la información clarividente. O de la sospecha aproximada, oigan.
Con el referéndum venezolano ha ocurrido tres cuartos de lo mismo. Todos los análisis, todas las apuestas periodísticas ponían los huevos de los augurios en el mismo cesto: la victoria del sí y el afianzamiento de Hugo Chávez en un nuevo escenario constitucional que le permitiría ejercer de hecho una dictadura sin fecha de caducidad. Incluso el lunes, o sea, ayer, cuando se supo el inesperado resultado, traía la prensa artículos empeñados en pormenorizar los factores que, sin duda, convertirían al amiguete de Castro en claro triunfador de la jornada. Nadie contaba con la tremenda abstención ni con que el modelo propuesto por el paraca había asustado a mucha más gente de la que se suponía a este lado del charco. Ahora los analistas tendrán ?o tendremos- que enfrentarse a otra realidad imprevista: la reacción exquisitamente democrática de Chávez ante la derrota en las urnas. Al menos, en apariencia, pese a que considere que sólo ha perdido una batalla y que el triunfo de sus rivales ha sido pírrico (un viejo error coloquial: una victoria pírrica es aquella en la que el ganador sufre más pérdidas que el vencido).