Este verano, con las encuestas a favor y la mayoría de los políticos de vacaciones, Nuñez Feijoó decidió quedarse en su despacho de la calle Génova para hacer política durante el periodo estival. Mientras sus asesores, en bermudas y camiseta, se tomaban un mojito en la terraza del hotel, Nuñez Feijo se mostraba a favor y en contra, a la vez, de los cheques sociales y llegó a hacer propuestas, en materia educativa, contrarias a las que ejecutó siendo Presidente de la Xunta de Galicia.
Feijoó llegó a asegurar que era “imprescindible” un plan de ahorro energético en España. Sin embargo, cuando el gobierno aprobó el decreto de ahorro energético, primero se mostró contrario para luego cambiar de estrategia, a toda prisa, pasando del rechazo frontal al reproche de que Sánchez no se hubiera sentado a consensuar el paquete de medidas con las comunidades autónomas.
El día que el Gobierno anunció que había conseguido pactar con Europa la “excepción ibérica”, poniendo un precio límite al gas para abaratar la factura eléctrica, el líder del PP lo tildó de “timo ibérico”. Sin embargo, cuando fue la Comisión Europea la que anunció la aplicación de un límite al precio del gas en todo el continente, lo consideró positivo. Es decir, si lo dijo Von der Leyen, bien, si lo dijo Sánchez, mal. Por ese entonces, sus asesores ya bailaban en la piscina al ritmo del “despechá” de Rosalía.
La carrera frenética y sin sentido de Feijóo tuvo un nuevo episodio a finales de agosto. El líder del PP llevaba semanas quejándose de que el Gobierno no escuchaba sus propuestas para afrontar la crisis energética y acusaba al PSOE de llamarlos solo para negociar la renovación del Consejo General del Poder Judicial, sin contar con la oposición en otros ámbitos.
La respuesta de los socialistas no se hizo esperar: Sánchez anunció que comparecería en el Senado para poder coincidir con el líder de los populares y debatir sobre las medidas para afrontar la crisis energética. La postura de Feijoó, como no podía ser menos, fue quejarse de que el Presidente iría al Senado solo a hablar de las medidas para afrontar la crisis energética. Vamos, que criticó lo que había pedido. A esas alturas del verano, mientras sus asesores seguían tomando el sol en la hamaca, ya nadie entendía nada.
Y así fue como se llegó al debate del pasado martes en el Senado. Desde Génova, con los asesores ya reincorporados, se lanzaron a rebajar expectativas asumiendo que el marco, los tiempos del debate y la temática beneficiaban al Presidente, restándole importancia al cara a cara entre Feijoó y Sánchez, sabedores de que el líder del PP llegaba muy debilitado.
Un debate que no se salió del guion previsto; Muy desigual, con un líder de la oposición refugiado en algunas propuestas poco concretas, un Presidente que se ensañó con Feijoó y muchos reproches.
Sin duda, habrá un antes y un después de este verano en la trayectoria política del jefe de la oposición. Ha quedado claro que cuando el líder del PP es llevado entre algodones por sus asesores, proyecta una imagen convincente de hombre aseado, solvente y que sabe lo que dice. Sin embargo, cuando le toca ser él mismo, natural, espontáneo y sin consignas estratégicas, se le saltan todas las costuras. En definitiva, este verano ha dejado dos conclusiones: Una, que Feijoó pierde votos cada vez que habla, y la otra, que hay asesores que no deberían irse de vacaciones en agosto.