Espacio de opinión de Canarias Ahora
Violencia en la inmigración
El fenómeno de la inmigración irregular, ese al que la todopoderosa Europa no ha podido ni ha sabido encontrar solución, cobra una inquietante y hasta ahora desconocida dimensión: los inmigrantes se rebelan, se violentan, chocan con las autoridades locales. Las imágenes ya no solo de llegadas masivas; ahora también de enconos y enfrentamientos físicos. Malo. Y preocupante.
Las hemos visto en Reino Unido, Francia y Grecia. También, aunque por otros motivos, en Salou (Tarragona, España). La presión va en aumento, la insatisfacción es notoria, el desespero se agiganta… Es la subsistencia en la tierra prometida. Es aferrarse a lo que sea: por muy mal que se pase en Europa, por muy infames las condiciones, no será peor que en sus países de origen.
Quieren cruzar el ‘Eurotúnel’: la policía de ambos lados trata de frenarles. Hay dispositivos siquiera para minimizar el impacto. En Grecia, los agentes de la autoridad se emplean con brusquedad y fuerza para intentar ordenar la avalancha. A las islas italianas llegan tan exhaustos –los que tienen la dicha de llegar- que solo quedan recursos para ser asistidos.
Se revuelven y se resisten los ciudadanos africanos. Hasta ahora, de comportamiento pacífico y resignado. Pero se está produciendo un salto en el modo de conducirse: un uniformado, que está cumpliendo con su deber, es un enemigo. Ya no se le respeta, ya no se siguen sus indicaciones… Empieza a tener la situación un aire de descontrol, de desbordamiento: los gobiernos respectivos, en el marco de su legitimidad, habrán de plantearse muy bien qué hacer, más allá del choque inicial para repeler o rechazar. Esta reacción de los ciudadanos africanos y asiáticos que se han arruinado para poder llegar hasta allí, que no quieren volver atrás porque les espera lo peor, esta reacción complica mucho las cosas y proporciona a la tragedia humana unos tintes de mayúscula incertidumbre.
Entre tanto, hay personas crueles y sin escrúpulos que siguen enriqueciéndose con el tráfico de seres humanos, con el sufrimiento de oleadas de personas que buscan un mundo mejor tras haber salido de su infierno.
Sobre esas personas los gobiernos también deberían hacer algo, ¿no creen?
El fenómeno de la inmigración irregular, ese al que la todopoderosa Europa no ha podido ni ha sabido encontrar solución, cobra una inquietante y hasta ahora desconocida dimensión: los inmigrantes se rebelan, se violentan, chocan con las autoridades locales. Las imágenes ya no solo de llegadas masivas; ahora también de enconos y enfrentamientos físicos. Malo. Y preocupante.
Las hemos visto en Reino Unido, Francia y Grecia. También, aunque por otros motivos, en Salou (Tarragona, España). La presión va en aumento, la insatisfacción es notoria, el desespero se agiganta… Es la subsistencia en la tierra prometida. Es aferrarse a lo que sea: por muy mal que se pase en Europa, por muy infames las condiciones, no será peor que en sus países de origen.