Espacio de opinión de Canarias Ahora
¿Votar o botar? That´s the question...
Teniendo en cuenta que el Congreso de los Diputados se compone de 350 personas a través de la representación de 52 circunscripciones, sabiendo que se reparten según la población empadronada con unos mínimos determinados dependiendo del territorio en cuestión, asumamos que ningún sistema de elección es perfecto. No obstante, el democrático aparenta ser el menos imperfecto convirtiéndose en un pilar fundamental, al ser un sistema político en el que el poder se encuentra dividido de forma alícuota en manos de cada una de las personas, donde se tiene el derecho y la responsabilidad de expresar la voz a través del voto. Sin embargo, pueden aparecer elementos distorsionadores que hacen que el procedimiento se altere. Esto pudiera originar que el voto individual no tenga el mismo valor, lo que se traduce en que el número de escaños depende de otros factores como, por ejemplo, la diferencia de población. Ante este hecho pudiera parecer que la individualidad es menospreciada por su aparente efecto inofensivo ante la gran masa, lo que nos ahuyenta de las urnas por pérdida de eficacia. Pero es que dicha masa está compuesta por muchas individualidades, lo que hace perder fuerza a dicho razonamiento.
Pero además hay otras circunstancias, como el clima, que puede desalentar a las personas el querer acudir a las urnas. Siendo comprensible, porque un día soleado y agradable puede incitarnos a disfrutar del tiempo al aire libre o a buscar actividades recreativas o, con condiciones climáticas adversas, como fuertes lluvias o frío extremo, pueden generar una sensación de incomodidad y desmotivación, debemos recordar que el acto de votar trasciende las condiciones meteorológicas y tiene un impacto duradero en nuestras vidas y en la sociedad en general. Al votar, estamos ejerciendo nuestro derecho de elegir el liderazgo que nos representará y tomará decisiones en nuestro nombre, por lo que, si no aprovechamos esta oportunidad, dejamos que el resto decida, renunciando a nuestra capacidad de influir en nuestro rumbo.
Al participar en el proceso electoral estamos contribuyendo al fortalecimiento de la democracia disminuyendo su imperfección porque su transparencia depende de una participación ciudadana activa, comprometida y nada aborregada. Cuando se decide no votar se hace un gran favor a la polarización, corriéndose el riesgo de que las decisiones se tomen en base a las preferencias de una minoría, lo que puede socavar la legitimidad del sistema democrático en su conjunto. Por esta y otras razones, eliminemos de nuestras cabezas que las decisiones individuales no tienen ningún impacto real en la sociedad aparentando una situación de indiferencia hacia la asignación de recursos, las políticas públicas junto a los derechos y libertades fundamentales. La cómoda postura de dejar que el resto decida para luego quejarnos de los resultados puede aparentar ser más fácil, pero nada gratificante. Así que no nos distraiga el clima de las verdaderas prioridades de la vida. Así y todo, si lo que queremos es apoyar una candidatura determinada, adelante, sabiendo que el voto también sirve justamente para lo contrario y es eliminar a quien no queremos que esté. Para ello solo hay que utilizar la magia de las letras y donde se decía “vota”, se puede decir “bota”, sabiendo que son palabras homófonas porque se pronuncian igual, pero su escritura y significado son diferentes, donde la “v” ofrece un derecho frente a una preferencia, mientras que la “b” da la posibilidad de un desecho. Es decir, solo con una letra podemos decantar la balanza.
Teniendo en cuenta que el Congreso de los Diputados se compone de 350 personas a través de la representación de 52 circunscripciones, sabiendo que se reparten según la población empadronada con unos mínimos determinados dependiendo del territorio en cuestión, asumamos que ningún sistema de elección es perfecto. No obstante, el democrático aparenta ser el menos imperfecto convirtiéndose en un pilar fundamental, al ser un sistema político en el que el poder se encuentra dividido de forma alícuota en manos de cada una de las personas, donde se tiene el derecho y la responsabilidad de expresar la voz a través del voto. Sin embargo, pueden aparecer elementos distorsionadores que hacen que el procedimiento se altere. Esto pudiera originar que el voto individual no tenga el mismo valor, lo que se traduce en que el número de escaños depende de otros factores como, por ejemplo, la diferencia de población. Ante este hecho pudiera parecer que la individualidad es menospreciada por su aparente efecto inofensivo ante la gran masa, lo que nos ahuyenta de las urnas por pérdida de eficacia. Pero es que dicha masa está compuesta por muchas individualidades, lo que hace perder fuerza a dicho razonamiento.
Pero además hay otras circunstancias, como el clima, que puede desalentar a las personas el querer acudir a las urnas. Siendo comprensible, porque un día soleado y agradable puede incitarnos a disfrutar del tiempo al aire libre o a buscar actividades recreativas o, con condiciones climáticas adversas, como fuertes lluvias o frío extremo, pueden generar una sensación de incomodidad y desmotivación, debemos recordar que el acto de votar trasciende las condiciones meteorológicas y tiene un impacto duradero en nuestras vidas y en la sociedad en general. Al votar, estamos ejerciendo nuestro derecho de elegir el liderazgo que nos representará y tomará decisiones en nuestro nombre, por lo que, si no aprovechamos esta oportunidad, dejamos que el resto decida, renunciando a nuestra capacidad de influir en nuestro rumbo.