Espacio de opinión de Canarias Ahora
Zerolo, un alcalde surrealista por Ramón Afonso
Mientras los otros alcaldes imputados por casos de corrupción ?Arona, La Orotava, Mogán, Firgas o Santa Brígida- han optado por hacer un discreto mutis, Miguel Zerolo se ha decidido a emplear una estrategia desafiante, bulliciosa, extravagante, avivando- cómo no- el pleito insular. Desde un primer momento, Zerolo convirtió la querella de la fiscal María Farnés en un ataque a Tenerife y al tinerfeñismo pacato que defiende su partido, Coalición Canaria-ATI; incluso ha ido más lejos al postularse como mencey de un seudoindependentismo oportunista; pudiera parecer que en el siglo XXI esta línea defensiva fracasaría por manida pero, mire usted por dónde, no sólo no fracasa sino que -bien administrada con el clientelismo de sus Tagorores, el runrún de artículos y editoriales, con sus estrafalarias “cartas a Santa Cruz”, sus tertulias, publireportajes y entrevistas pagadas con concesiones de la futura televisión digital terrestre- ayuda al edil, no sólo a no estar en el “talego” sino, además, a no perder la alcaldía aunque compartiendo cetro y corona -tenencia de alcaldía, coche oficial, viajes a N. York, guardaespaldas y hasta los carnavales- con un ambicioso y reaccionario Ángel Llanos que se refugia en el ayuntamiento capitalino tras su rifirrafe con la presidenta de su partido -el PP tinerfeño- Cristina Tavío.
La última perla de esta obsesión zeroliana ha sido “Una tierra surrealista, un pueblo dormido”, artículo firmado por el alcalde y publicado -en El Día, cómo no- justo el día anterior al del pleno sobre Las Teresitas del pasado 31 de enero, tras su lectura y combinándola adecuadamente con la definición de surrealismo de André Breton, que visitó estas islas invitado por Gaceta de Arte en 1935, se podría concluir que el autor del libelo, asustado por su escabrosa vida y siendo presa de un automático instinto de supervivencia política, ha decidido abandonar “la intervención reguladora de la razón y toda preocupación moral” para decirnos que el pelotazo de Las Teresitas fue un invento de Santiago Pérez dentro del marco de una operación de acoso y derribo ordenada por el que fuera candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno de Canarias, Juan Fernando López Aguilar, y confiada al aparato del Estado.
La desfachatez ha sido uno de los rasgos más palmarios de su carácter. Zerolo, atrincherado convenientemente en la inmunidad que proporciona ser diputado autonómico, se transmuta en víctima para atacar a quienes se han atrevido a denunciar sus corruptelas, unos fuimos terroristas sociales y golpistas civiles cuando luchamos contra el modelo depredador de su partido y otros, los de Ínsula Viable, culpables de ser del PSOE. Además, y como si no hubiera sido él quien más ha frustrado la participación ciudadana en la vida política, culpabiliza al pueblo de “estar dormido” cuando debería estar en pie de guerra porque a uno de “los nuestros” (o sea, él y sus secuaces) - siempre pertenecemos a su misma grey cuando están en juego sus intereses- están siendo “laminados” por unos supuestos leninistas infiltrados en el partido de ZP.
El pasquín, plagado de manidos argumentos sobre la supuesta defensa (que no venta) de la playa de los chicharreros, demuestra la pertinaz intención de no admitir responsabilidad alguna en la trama especulativa. Su megalomanía, su obcecación con todo lo canarión y su soberbia evidencian la rabia propia de una fiera herida que sabe que su futuro depende mucho del resultado de la investigación y por eso advierte de los riesgos que corre Cajacanarias -por supuesto, “Nuestra Caja”- ahora que la judicatura investiga la centralidad de su papel en el famoso chanchullo de Las Teresitas. Qué más da que el Banco de España ya la haya sancionado por la concesión de un crédito mil millonario a un empleado/testaferro de Ignacio González porque tanto éste como Miguel Zerolo sean miembros del consejo de administración de la caja tinerfeña que concedió el empréstito, que se haya presionado a miembros del consejo de administración de la entidad para que votaran a favor de una operación crediticia con tanto riesgo, qué importa que los empresarios manejaran información privilegiada? Todo, dice Miguel Zerolo, es una burda maniobra para acabar con la “institución financiera más importante de las islas”. La más que posible imputación de algunos de sus directivos y la guerra abierta por la sucesión del nefando Rodolfo Núñez al frente de este “Banco Central Insularista” que ha manejado a su antojo ATI-CC los tiene de los nervios?Adán Martín ?apuesta de Hermoso, Zerolo y la beautiful - gana enteros mientras Álvaro Arbelo parece estar infectado por el mal de Las Teresitas, aunque ni el veterano banquero ni Paulino Rivero se dan por vencidos.
En la traca final, el artículo adquiere unos tintes cómicos, dignos del mejor Cho Pacheco de La Esperanza (con perdón), Miguel Zerolo eleva a Cajacanarias a símbolo identitario del tinerfeñismo, el Drago de Icod o el Teide de los bancos, quizás a algo aún más grande e intangible, como la virgen de Candelaria de los prestamistas que acoge bajo su manto a empresarios y trabajadores, a ricos y pobres por igual. Si a pesar de que se le haya denegado un préstamo de 6.000 ? por no tener nómina, o teniéndola pero no disponía de dos solventes avalistas, cosa muy habitual, no desespere y cuando pase por delante de una sucursal de Cajacanarias no deje de santiguarse, quién sabe, a lo mejor le cae un crédito, eso sí, de 33 millones de euros para arriba.
Para que eso ocurra Zerolo pretende que no miremos para otro lado -¿su cuenta corriente, su chalet, sus negocios?- y convoca al pueblo de Tenerife a defender con uñas y dientes a Cajacanarias, la entidad que seguirá canalizando los capitales Ric, financiando los aparcamientos subterráneos y los lujosos edificios en Cabo-Llanos, las oficinas camerales en África y el Napwaci -instrumentos para el expolio africano-, anillos insulares y trenes varios; subvencionará los carnavales, fiestas lústrales y, faltaría más, al “Tenerifito”. A los que dispongan de un millón de ? -requisito indispensable- se le recomiendan que inviertan en Cartera de Inversiones Canarias junto al multimillonario y lince bursátil Ramchand Bhavnani?Si no es su caso, como no es el mío, sólo nos queda santiguarnos.
Ramón Afonso
Mientras los otros alcaldes imputados por casos de corrupción ?Arona, La Orotava, Mogán, Firgas o Santa Brígida- han optado por hacer un discreto mutis, Miguel Zerolo se ha decidido a emplear una estrategia desafiante, bulliciosa, extravagante, avivando- cómo no- el pleito insular. Desde un primer momento, Zerolo convirtió la querella de la fiscal María Farnés en un ataque a Tenerife y al tinerfeñismo pacato que defiende su partido, Coalición Canaria-ATI; incluso ha ido más lejos al postularse como mencey de un seudoindependentismo oportunista; pudiera parecer que en el siglo XXI esta línea defensiva fracasaría por manida pero, mire usted por dónde, no sólo no fracasa sino que -bien administrada con el clientelismo de sus Tagorores, el runrún de artículos y editoriales, con sus estrafalarias “cartas a Santa Cruz”, sus tertulias, publireportajes y entrevistas pagadas con concesiones de la futura televisión digital terrestre- ayuda al edil, no sólo a no estar en el “talego” sino, además, a no perder la alcaldía aunque compartiendo cetro y corona -tenencia de alcaldía, coche oficial, viajes a N. York, guardaespaldas y hasta los carnavales- con un ambicioso y reaccionario Ángel Llanos que se refugia en el ayuntamiento capitalino tras su rifirrafe con la presidenta de su partido -el PP tinerfeño- Cristina Tavío.
La última perla de esta obsesión zeroliana ha sido “Una tierra surrealista, un pueblo dormido”, artículo firmado por el alcalde y publicado -en El Día, cómo no- justo el día anterior al del pleno sobre Las Teresitas del pasado 31 de enero, tras su lectura y combinándola adecuadamente con la definición de surrealismo de André Breton, que visitó estas islas invitado por Gaceta de Arte en 1935, se podría concluir que el autor del libelo, asustado por su escabrosa vida y siendo presa de un automático instinto de supervivencia política, ha decidido abandonar “la intervención reguladora de la razón y toda preocupación moral” para decirnos que el pelotazo de Las Teresitas fue un invento de Santiago Pérez dentro del marco de una operación de acoso y derribo ordenada por el que fuera candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno de Canarias, Juan Fernando López Aguilar, y confiada al aparato del Estado.