El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Fue él quien acusó de terrorismo
Pero la querella de don Pepito sobrepasa ya el límite de lo esquizofrénicamente aceptable cuando acusa a la periodista querellada de llamarlo terrorista, cuando en realidad lo que hace es defenderse de esa misma acusación, vertida con anterioridad por el dicharachero editorialista propietario de El Día. Lo resalta muy bien la Audiencia Provincial en su auto cuando coloca la palabra terrorista en el sitio en que se publicó y no como verso suelto: “Así, sin anestesia, lo interpreta el periódico El Día, que desde un libelo cuyo autor se refugia en el cobarde anonimato, disparó ayer en dirección a esta columna una acusación de periodismo ”terrorista“ por ”incitar a la Justicia“. En el colmo de la desfachatez, la querella pepitiana trataba de colocar sus improperios en boca de otros, lo que efectivamente se lo tiene que hacer ver el querellante y sus abogados, que desde luego se prestaron de un modo muy poco profesional a hacer constar en una querella una absoluta falsedad, una maquinación para engañar a los jueces y hacerlos pasar por una imposible bondad de don Pepito y una delirante persecución injusta, a la par que implacable, contra su noble figura y todo lo que representa.
Pero la querella de don Pepito sobrepasa ya el límite de lo esquizofrénicamente aceptable cuando acusa a la periodista querellada de llamarlo terrorista, cuando en realidad lo que hace es defenderse de esa misma acusación, vertida con anterioridad por el dicharachero editorialista propietario de El Día. Lo resalta muy bien la Audiencia Provincial en su auto cuando coloca la palabra terrorista en el sitio en que se publicó y no como verso suelto: “Así, sin anestesia, lo interpreta el periódico El Día, que desde un libelo cuyo autor se refugia en el cobarde anonimato, disparó ayer en dirección a esta columna una acusación de periodismo ”terrorista“ por ”incitar a la Justicia“. En el colmo de la desfachatez, la querella pepitiana trataba de colocar sus improperios en boca de otros, lo que efectivamente se lo tiene que hacer ver el querellante y sus abogados, que desde luego se prestaron de un modo muy poco profesional a hacer constar en una querella una absoluta falsedad, una maquinación para engañar a los jueces y hacerlos pasar por una imposible bondad de don Pepito y una delirante persecución injusta, a la par que implacable, contra su noble figura y todo lo que representa.