El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Banderita rojigualda
Impresionante imagen la que ofrecía este jueves el césped del Estadio Insular durante una sesión de entrenamiento de la UD Las Palmas. Deben ser cosas de la catarsis que todo lo invade y que podría dar lugar incluso a que muchos dirigentes políticos de vinculación amarilla y periodistas deportivos de querencia nacionalista y olé, sufran sarpullidos. Desconocemos también si todo es una maniobra germanosoviética orquestada por el ministro de Defensa, Federico Trillo, entregado a la causa de extender el uso y disfrute de la enseña nacional por todos los rincones del suelo patrio, incluidos territorios de ultramar. El caso cierto -y a las pruebas nos remitimos- es que las tácticas amarillas se valen de banderitas rojigualdas para un mejor proveer futbolístico, entendemos que para que los jugadores esquiven con esmero la bandera so pena de acusación de antipatriotismo constitucional. Las banderitas en cuestión sólo habían aflorado en el estadio en los contados partidos de la Selección española, lo que nos lleva a concluir que éstas son las que sobraron y había que reciclarlas. A coste cero, sin duda.
Impresionante imagen la que ofrecía este jueves el césped del Estadio Insular durante una sesión de entrenamiento de la UD Las Palmas. Deben ser cosas de la catarsis que todo lo invade y que podría dar lugar incluso a que muchos dirigentes políticos de vinculación amarilla y periodistas deportivos de querencia nacionalista y olé, sufran sarpullidos. Desconocemos también si todo es una maniobra germanosoviética orquestada por el ministro de Defensa, Federico Trillo, entregado a la causa de extender el uso y disfrute de la enseña nacional por todos los rincones del suelo patrio, incluidos territorios de ultramar. El caso cierto -y a las pruebas nos remitimos- es que las tácticas amarillas se valen de banderitas rojigualdas para un mejor proveer futbolístico, entendemos que para que los jugadores esquiven con esmero la bandera so pena de acusación de antipatriotismo constitucional. Las banderitas en cuestión sólo habían aflorado en el estadio en los contados partidos de la Selección española, lo que nos lleva a concluir que éstas son las que sobraron y había que reciclarlas. A coste cero, sin duda.