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Una bomba andante

Fuerteventura, como están viendo, se ha convertido de repente en un auténtico polvorín político. Huele a pólvora en el norte, en el centro y en el sur. Desde las tierras que fueron y son del marqués, hasta la siempre convulsa Pájara, pasando por el aparentemente tranquilo Puerto del Rosario, hay tomate en la Maxorata. En el sur, la destitución del concejal de Turismo de Pájara, Guillermo Concepción, de IF, socio del gobierno municipal socialista, parece haber alegrado solamente al alcalde, Rafael Perdomo, y dejado con cara de preocupación al siempre locuaz Blas Acosta, concejal de Urbanismo. Ambos, Blas y Guillermo, han sido compañeros de venturas y desventuras en los últimos años y mucho sabe el uno del otro como para que el destituido concejal no se haya convertido de repente en una bomba con dos patas moviéndose a su antojo (como siempre lo hizo) por la isla. Nos quedamos con una expresión que sonó fuerte al otro lado del hilo telefónico cuando le entrevistamos este lunes: “Están acojonados”. Ahí lo dejamos de momento.

Fuerteventura, como están viendo, se ha convertido de repente en un auténtico polvorín político. Huele a pólvora en el norte, en el centro y en el sur. Desde las tierras que fueron y son del marqués, hasta la siempre convulsa Pájara, pasando por el aparentemente tranquilo Puerto del Rosario, hay tomate en la Maxorata. En el sur, la destitución del concejal de Turismo de Pájara, Guillermo Concepción, de IF, socio del gobierno municipal socialista, parece haber alegrado solamente al alcalde, Rafael Perdomo, y dejado con cara de preocupación al siempre locuaz Blas Acosta, concejal de Urbanismo. Ambos, Blas y Guillermo, han sido compañeros de venturas y desventuras en los últimos años y mucho sabe el uno del otro como para que el destituido concejal no se haya convertido de repente en una bomba con dos patas moviéndose a su antojo (como siempre lo hizo) por la isla. Nos quedamos con una expresión que sonó fuerte al otro lado del hilo telefónico cuando le entrevistamos este lunes: “Están acojonados”. Ahí lo dejamos de momento.