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Brillan los correajes

En 1982 alguien que todavía gobierna por ahí lanzó aquel famoso espantajo según el cuál Felipe, de ganar (que ganó), empezaría por quitarle las vacas a los ganaderos para nacionalizarlas. Y así extender la mala leche a todo el territorio patrio. No fue así; bueno, sí. Felipe ganó, pero no mandó quitarle la vaca a nadie, si bien alguno se pegó a determinada teta sin soltarla ni para respirar, pero ésa es otra historia. El caso es que ahora que huele a rentré socialista, vuelven los apocalípticos anuncios, no sólo de que con Zapatero llegarán otra vez el 25% de desempleo y las vacas flacas (siempre terminamos en la ganadería), sino también vuelven los correajes. Los más jóvenes lectores no sabrán seguramente qué cosa eran los correajes que lucían los requetés y otros cuerpos del régimen franquista, pero sí habrán oído lúgrubes historias de lo que hacían los que iban dentro de ellos: buscaban comunistas, conspiradores judeo-masónicos, masones, personas de moral sospechosa, desafectos al régimen... Y no para condecorarlos precisamente. Algo parecido suena ahora: comunistas, pancartas, antipatriotas... y empiezan las agresiones físicas a sindicalistas de probada lealtad democrática. Para preocuparse.

En 1982 alguien que todavía gobierna por ahí lanzó aquel famoso espantajo según el cuál Felipe, de ganar (que ganó), empezaría por quitarle las vacas a los ganaderos para nacionalizarlas. Y así extender la mala leche a todo el territorio patrio. No fue así; bueno, sí. Felipe ganó, pero no mandó quitarle la vaca a nadie, si bien alguno se pegó a determinada teta sin soltarla ni para respirar, pero ésa es otra historia. El caso es que ahora que huele a rentré socialista, vuelven los apocalípticos anuncios, no sólo de que con Zapatero llegarán otra vez el 25% de desempleo y las vacas flacas (siempre terminamos en la ganadería), sino también vuelven los correajes. Los más jóvenes lectores no sabrán seguramente qué cosa eran los correajes que lucían los requetés y otros cuerpos del régimen franquista, pero sí habrán oído lúgrubes historias de lo que hacían los que iban dentro de ellos: buscaban comunistas, conspiradores judeo-masónicos, masones, personas de moral sospechosa, desafectos al régimen... Y no para condecorarlos precisamente. Algo parecido suena ahora: comunistas, pancartas, antipatriotas... y empiezan las agresiones físicas a sindicalistas de probada lealtad democrática. Para preocuparse.