El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Canario de seis generaciones
La verdad es que a nosotros sí nos interesan, y mucho, las cosas que le ocurren a José Miguel Suárez Gil. Preside una corporación de derecho público y es el máximo exponente de la clase empresarial que tenemos y que es muy libre de colocar al frente de sus órganos y entidades a los elementos y elementas que le plazca. Pero puestos entre las propias paredes de cristal de las que presumen, los coordinadores empresariales tipo Z han de someterse a la crítica pública. Su cabreo de ahora con nosotros es porque hemos desenmascarado sus exiguas (casi nulas) capacidades para concitar dineros a su alrededor, en este caso concreto para aportarlos a la UD Las Palmas. Y nos ratificamos, por mucho que él ande diciendo por ahí que en la temporada pasada fue quien consiguió los 1.600 millones de pesetas que impidieron la desaparición de la entidad deportiva. Es mentira: su concurso no fue ni necesario ni decisivo, por mucho que ahora lo adorne diciendo que se lo curró en plan comiendo bocatas y abriéndose la camisa para decir que es “un canario de Gran Canaria de seis generaciones y sé cuáles son mis colores”. También le dijo a un juez, delante de nosotros, que no ha hecho un chanchullo en su vida.
La verdad es que a nosotros sí nos interesan, y mucho, las cosas que le ocurren a José Miguel Suárez Gil. Preside una corporación de derecho público y es el máximo exponente de la clase empresarial que tenemos y que es muy libre de colocar al frente de sus órganos y entidades a los elementos y elementas que le plazca. Pero puestos entre las propias paredes de cristal de las que presumen, los coordinadores empresariales tipo Z han de someterse a la crítica pública. Su cabreo de ahora con nosotros es porque hemos desenmascarado sus exiguas (casi nulas) capacidades para concitar dineros a su alrededor, en este caso concreto para aportarlos a la UD Las Palmas. Y nos ratificamos, por mucho que él ande diciendo por ahí que en la temporada pasada fue quien consiguió los 1.600 millones de pesetas que impidieron la desaparición de la entidad deportiva. Es mentira: su concurso no fue ni necesario ni decisivo, por mucho que ahora lo adorne diciendo que se lo curró en plan comiendo bocatas y abriéndose la camisa para decir que es “un canario de Gran Canaria de seis generaciones y sé cuáles son mis colores”. También le dijo a un juez, delante de nosotros, que no ha hecho un chanchullo en su vida.