El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Caprichos de Soria
Sigue dando que hablar el buen gusto que algunos consejeros del Gobierno de Canarias están teniendo a la hora de imponer sus modos de hacer y de vivir la política. Bueno, algunos consejeros y otros cargos públicos celosos del brillo y esplendor de su propia imagen. Ya saben que Soria I El grande, excelentísimo presidente del Cabildo, ha cambiado salón de plenos, medidas de seguridad, configuración de la planta noble, organización de accesos, etcétera, todo ello en aras de una mayor relevancia a la Presidencia. Además, tiene escoltas y coche de alquiler a su gusto. Su hermano, Soria II, Luis, consejero de Industria y Nuevas Tecnologías, ha decidido emular al primogénito, quizá porque a pesar de los pesares, a la estrella y guía no le ha ido mal del todo. Por eso, lo primero que ordenó fue hacerse un despacho de tres pares de narices, tan de tres pares de narices que acabó del zapatazo invadiendo una zona de despachos que iba a ser destinada a un mejor servicio a los ciudadanos por parte de los ingenieros de ese departamento. Un despacho, por cierto, con muy llamativas columnas.
Sigue dando que hablar el buen gusto que algunos consejeros del Gobierno de Canarias están teniendo a la hora de imponer sus modos de hacer y de vivir la política. Bueno, algunos consejeros y otros cargos públicos celosos del brillo y esplendor de su propia imagen. Ya saben que Soria I El grande, excelentísimo presidente del Cabildo, ha cambiado salón de plenos, medidas de seguridad, configuración de la planta noble, organización de accesos, etcétera, todo ello en aras de una mayor relevancia a la Presidencia. Además, tiene escoltas y coche de alquiler a su gusto. Su hermano, Soria II, Luis, consejero de Industria y Nuevas Tecnologías, ha decidido emular al primogénito, quizá porque a pesar de los pesares, a la estrella y guía no le ha ido mal del todo. Por eso, lo primero que ordenó fue hacerse un despacho de tres pares de narices, tan de tres pares de narices que acabó del zapatazo invadiendo una zona de despachos que iba a ser destinada a un mejor servicio a los ciudadanos por parte de los ingenieros de ese departamento. Un despacho, por cierto, con muy llamativas columnas.