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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Cien años de honradez de 'El Día'

No hay domingo que valga sin un repaso a la pastoral de don Pepito en El Día. No nos la perdemos por nada en el mundo porque, llegado tan señalado día, el editor del faro de Nivaria hace un compendio de su pensamiento, de sus buenos deseos para Paulino Rivero, del cariño que profesa al director de CANARIAS AHORA y de sus proyectos políticos para la República Independiente de Canarias. Imposible renunciar a lectura tan placentera. Este domingo encontramos a don Pepito algo más apesadumbrado que de costumbre, como derrotista, más a la defensiva que lanzando cara al sol sus soflamas políticas, sociales y económicas. El hombre está tocado por los acontecimientos, por las efemérides y seguramente por la agenda judicial que se le avecina. Su tótem principal sigue siendo Paulino Rivero, de eso no hay duda, pero como quiera que el presidente del Gobierno no le hace puñetero caso ni levanta el pie del acelerador en su determinación de empurar al ilustre editorialista, los ataques suben de intensidad. Ya ha pasado a ser “un mago que intenta gobernar a un pueblo” un “necio”, “anticanario”, “déspota”, “que nada tiene que envidiar (...) a otros tiranos que han causado con su actitud revueltas muy airadas en la calle; revueltas incluso con muertos”. Y el mismo se formula la pregunta dialéctica del siglo: “¿Estamos resentidos contra don Paulino Rivero?” Y se contesta: “Es evidente que sí porque nos ha engañado”. Acabáramos, hombre.

No hay domingo que valga sin un repaso a la pastoral de don Pepito en El Día. No nos la perdemos por nada en el mundo porque, llegado tan señalado día, el editor del faro de Nivaria hace un compendio de su pensamiento, de sus buenos deseos para Paulino Rivero, del cariño que profesa al director de CANARIAS AHORA y de sus proyectos políticos para la República Independiente de Canarias. Imposible renunciar a lectura tan placentera. Este domingo encontramos a don Pepito algo más apesadumbrado que de costumbre, como derrotista, más a la defensiva que lanzando cara al sol sus soflamas políticas, sociales y económicas. El hombre está tocado por los acontecimientos, por las efemérides y seguramente por la agenda judicial que se le avecina. Su tótem principal sigue siendo Paulino Rivero, de eso no hay duda, pero como quiera que el presidente del Gobierno no le hace puñetero caso ni levanta el pie del acelerador en su determinación de empurar al ilustre editorialista, los ataques suben de intensidad. Ya ha pasado a ser “un mago que intenta gobernar a un pueblo” un “necio”, “anticanario”, “déspota”, “que nada tiene que envidiar (...) a otros tiranos que han causado con su actitud revueltas muy airadas en la calle; revueltas incluso con muertos”. Y el mismo se formula la pregunta dialéctica del siglo: “¿Estamos resentidos contra don Paulino Rivero?” Y se contesta: “Es evidente que sí porque nos ha engañado”. Acabáramos, hombre.