El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Clavijo a Morera: “Aquí se viene llorado”
“Aquí se viene llorado”. La frase la pronunció el 26 de julio de 2016 el señor alcalde-presidente de Canarias, Fernando Clavijo. Se la dirigió al que por entonces era el consejero de Sanidad, Jesús Morera, del PSOE, en medio de una larga conversación telefónica en la que ambos discutían acerca del gasto sanitario (mira tú qué cosas para tratar por teléfono). Morera explicaba a Clavijo, a grandes rasgos, las principales partidas de gastos de su departamento, y cuando llegó al tratamiento para pacientes afectados por la hepatitis C, el alcalde-presidente estalló: “suprime ese gasto, o que los pacientes paguen una parte”, sostiene Morera que le soltó Clavijo. La reacción del consejero fue automática: “Eso no lo podemos hacer, mira lo que ha pasado en Galicia, donde hay dos altos cargos acusados de homicidio imprudente por retrasar el tratamiento y morírseles dos pacientes”. Y fue en ese momento cuando Fernando Clavijo profirió su cuñadismo del día: “Aquí se viene llorado”.
La sanidad copó una gran parte de la comparecencia ante el Parlamento del alcalde-presidente Clavijo este jueves. Lo hizo a petición de todos los partidos de la oposición y a la suya propia de él, según enfatizó. Tenía que explicar los motivos de fondo por los que se rompió el pacto entre Coalición Canaria y el PSOE, ruptura que lo ha dejado en una clara minoría parlamentaria de 18 diputados porque, en una constatación más de la inconsistencia política que reina en esta ultraperiferia, nadie había negociado mínimamente un recambio, una alternativa. Esto, queridísimos, con Mauricio no pasaba.
Pero habiendo sido el asunto sanitario uno de los más recurrentes este jueves, no se abordó para encontrar soluciones al deterioro que viene padeciendo desde que estalló la crisis que trajo, con esa coartada, el recorte de partidas presupuestarias hasta dejar los servicios públicos esenciales por los suelos. Se abordó porque fue la sanidad pública uno de los caballos de batalla que acabó finalmente con el pacto de gobierno de Canarias.
Había que impedir que el PSOE recondujera la sanidad pública y demostrara que se podía gestionar de una manera distinta. Incluso que se le podía meter mano al eterno escándalo de los conciertos sanitarios con las clínicas privadas, que se renuevan de año en año desde que se impusieron en los 70 sin un concurso que le otorgue el mínimo barniz de legalidad.
El poderoso lobby sanitario no quería que Morera y su equipo tocaran esos privilegios, y presionó a Fernando Clavijo de inmediato. La respuesta del señor alcalde-presidente y de su equipo médico habitual no se hizo esperar: sometieron al consejero de Sanidad a un ataque feroz que incluyó una infame campaña en la prensa del régimen alentada mediante declaraciones públicas de dirigentes de Coalición Canaria, con Clavijo al frente, imputándole mala gestión y rebose presupuestario. Paralelamente, el alcalde-presidente y la concejala de Hacienda cerraron los presupuestos de manera sorpresiva para apalancar cualquier gasto extra que pudiera producirse. Que reinara el caos, cuanto peor, mejor.
La suspensión de programas por el recorte presupuestario provocó los efectos deseados por Clavijo, que se dispararan de nuevo las listas de espera que el equipo de Morera había conseguido embridar, es decir, preparar el terreno para justificar un cambio de rumbo radical en la Consejería de Sanidad en cuanto se dieran las condiciones propicias.
Roto el pacto, Clavijo coloca al frente del departamento al vicepresidente de la patronal de las clínicas privadas de España, José Manuel Baltar, y filtra a los periódicos de Prensa Canaria el estado de las listas de espera sanitarias justo las víspera del pleno de este jueves, antes incluso de que los datos sean oficiales en la web de la consejería. Necesitaban la misma estrategia que cada año repite, cuando llega otoño, la patronal de las clínicas privadas: apabullar en la prensa con el problema de las listas de espera para que el Gobierno de turno, hasta ahora todos, transija, renueve y dote con más dinero los conciertos sanitarios.
Ese esfuerzo ya se lo van a ahorrar a partir de ahora porque este jueves quedó claro en el Parlamento que una de las acciones que va a ejecutar de modo inmediato el nuevo consejero de Sanidad será un “plan de choque” para rebajar las listas de espera. Plan de choque que fue enunciado en cinco ocasiones, tanto por Clavijo como por el portavoz de CC, José Miguel Ruano, y para que no quedaran dudas de que es uno de los acuerdos que ya están apalabrados con el PP, por su portavoz, Australia Navarro. Ruano, el portavoz nacionalista, no se cortó un pelo al anunciar el plan de choque: da igual que se aplique en la sanidad pública que en la privada.
Baltar va a poder demostrar ahora si era verdad o una fantasmada su anuncio del verano pasado -en plena campaña de acoso al consejero Morera- de acabar con las listas de espera en seis meses, con 13 millones de euros y las clínicas privadas de Canarias. Que va a inyectarle una buena talegada al sector privado, parece no haber duda. Que se consiga el propósito será otro cantar, porque ese cantar es lo de menos.
La derechización del Gobierno es ya cosa hecha. Clavijo verá realizado por fin su ansiado sueño: gobernar con el Partido Popular, sea en directo o en diferido; juntos y revueltos o revueltos pero no juntos. Es un neoliberal al uso y jamás pudo disimular lo incómodo que le resultaba gobernar con los socialistas.
Tras el plan de choque (privado) contra las listas de espera, veremos endurecerse la Ley del Suelo con carta blanca a los inversores y a los especuladores (táchese lo que en cada caso proceda) y la adopción de las medidas fiscales preferidas del PP, entre otras, una rebaja del IGIC que el señor alcalde-presidente ya daba por acordada en su intervención.
Resulta muy chocante escuchar a Clavijo clamar por un nuevo sistema de financiación que supere los derechos históricos del REF y que compense la lejanía, la insularidad y la estanqueidad objetiva; quejarse amargamente de que Rajoy les anunciara en la conferencia de presidentes que sigue habiendo 20.000 millones de euros menos de recaudación estatal respecto a 2007, y acto seguido anuncie al mundo que va a rebajar el IGIC para que los dos millones de canarios y los catorce millones de turistas que nos visitan, paguen menos impuestos. Y la Comunidad Autónoma, consecuentemente, pierda recaudación. Manda huevos, Federico.
Si no fuera porque aquí hay que venir llorado, estas cosas que pasan son para echarse a llorar.
“Aquí se viene llorado”. La frase la pronunció el 26 de julio de 2016 el señor alcalde-presidente de Canarias, Fernando Clavijo. Se la dirigió al que por entonces era el consejero de Sanidad, Jesús Morera, del PSOE, en medio de una larga conversación telefónica en la que ambos discutían acerca del gasto sanitario (mira tú qué cosas para tratar por teléfono). Morera explicaba a Clavijo, a grandes rasgos, las principales partidas de gastos de su departamento, y cuando llegó al tratamiento para pacientes afectados por la hepatitis C, el alcalde-presidente estalló: “suprime ese gasto, o que los pacientes paguen una parte”, sostiene Morera que le soltó Clavijo. La reacción del consejero fue automática: “Eso no lo podemos hacer, mira lo que ha pasado en Galicia, donde hay dos altos cargos acusados de homicidio imprudente por retrasar el tratamiento y morírseles dos pacientes”. Y fue en ese momento cuando Fernando Clavijo profirió su cuñadismo del día: “Aquí se viene llorado”.
La sanidad copó una gran parte de la comparecencia ante el Parlamento del alcalde-presidente Clavijo este jueves. Lo hizo a petición de todos los partidos de la oposición y a la suya propia de él, según enfatizó. Tenía que explicar los motivos de fondo por los que se rompió el pacto entre Coalición Canaria y el PSOE, ruptura que lo ha dejado en una clara minoría parlamentaria de 18 diputados porque, en una constatación más de la inconsistencia política que reina en esta ultraperiferia, nadie había negociado mínimamente un recambio, una alternativa. Esto, queridísimos, con Mauricio no pasaba.