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“¡Soy comunista, coño!”

Dicen los que conocen bien a Alberto Amorós, especialmente los que han trabajado cerca del ex director general del Teroso, que su principal defecto siempre ha sido el de la egolatría. Era capaz de enviar miles y miles de cartas con membrete oficial promocionando productos del Tesoro pero incluyendo una fotografía suya. Estaba el hombre en un partido con poca resonancia mundial y en ATI le permitían esas alegrías para que tuviera sus momentos de gloria. De aquel glamour de Amorós, la Dirección General del Tesoro ha pasado al estilo de Aurelio Ayala, radicalmente opuesto. Tan radical es el cambio que todavía los funcionarios comentan cómo fue de espectacular la entrada de Ayala en la consejería. Ataviado con su inseparable bufanda, a modo de estola sacerdotal para los oficios políticos que se tercien, el hombre les dijo que “antes que nada quiero que sepan que ¡soy comunista, coño!”, expresión que acompañó con un contundente golpe en la mesa. No nos consta que tal comportamiento lo tuviera en la sucursal de Cajacanarias en la que era cajero y de la que salió para ocuparse del Tesoro canario.

Dicen los que conocen bien a Alberto Amorós, especialmente los que han trabajado cerca del ex director general del Teroso, que su principal defecto siempre ha sido el de la egolatría. Era capaz de enviar miles y miles de cartas con membrete oficial promocionando productos del Tesoro pero incluyendo una fotografía suya. Estaba el hombre en un partido con poca resonancia mundial y en ATI le permitían esas alegrías para que tuviera sus momentos de gloria. De aquel glamour de Amorós, la Dirección General del Tesoro ha pasado al estilo de Aurelio Ayala, radicalmente opuesto. Tan radical es el cambio que todavía los funcionarios comentan cómo fue de espectacular la entrada de Ayala en la consejería. Ataviado con su inseparable bufanda, a modo de estola sacerdotal para los oficios políticos que se tercien, el hombre les dijo que “antes que nada quiero que sepan que ¡soy comunista, coño!”, expresión que acompañó con un contundente golpe en la mesa. No nos consta que tal comportamiento lo tuviera en la sucursal de Cajacanarias en la que era cajero y de la que salió para ocuparse del Tesoro canario.