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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

Un curso de protocolo para Juliana

Dieciséis días de 2004, o sea, ya era hora de recordar la existencia de una de nuestras numerosas musas del poder familiar que nos ha colocado el PP entre dirección general y dirección general. Se trata de la titular del Servicio Canario de Empleo y responsable de que Canarias pierda por primera vez un porrón de millones para formación, Juliana García. Cuentan que un determinado decano de facultad o escuela de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria se dirigió recientemente a ese servicio que tan brillantemente gestiona para solicitar una reunión con doña Juliana, y de paso reclamar su colaboración en una actividad laboral. Inigualable la respuesta de la García, sólo me reúno con el rector. Ah, con el rector. Les hablamos de una directora general del Gobierno que, si tiene la fortuna de llegar algún día a presidenta, nos podemos imaginar que sólo se verá con el Papa. Le sugerimos un relajamiento de soberbia y un curso de protocolo y buenos modales, que lo mismo hasta lo puede organizar ella misma. Aunque bien mirado, mejor que siga así, de modo que Lobo pueda seguir recordando la anécdota con risa y escarnio en las reuniones rectorales.

Dieciséis días de 2004, o sea, ya era hora de recordar la existencia de una de nuestras numerosas musas del poder familiar que nos ha colocado el PP entre dirección general y dirección general. Se trata de la titular del Servicio Canario de Empleo y responsable de que Canarias pierda por primera vez un porrón de millones para formación, Juliana García. Cuentan que un determinado decano de facultad o escuela de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria se dirigió recientemente a ese servicio que tan brillantemente gestiona para solicitar una reunión con doña Juliana, y de paso reclamar su colaboración en una actividad laboral. Inigualable la respuesta de la García, sólo me reúno con el rector. Ah, con el rector. Les hablamos de una directora general del Gobierno que, si tiene la fortuna de llegar algún día a presidenta, nos podemos imaginar que sólo se verá con el Papa. Le sugerimos un relajamiento de soberbia y un curso de protocolo y buenos modales, que lo mismo hasta lo puede organizar ella misma. Aunque bien mirado, mejor que siga así, de modo que Lobo pueda seguir recordando la anécdota con risa y escarnio en las reuniones rectorales.