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Paulino Rivero, borrado del cuadro de honor de ATI

Paulino Rivero, aunque el ruido ambiental impida apreciarlo, ha sido el presidente del Gobierno de Canarias durante los últimos ocho años. Con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y sus errores, con sus pactos con el PP y con el PSOE. Le ha tocado lidiar con lo más crudo de la crisis: llegó en 2007 de la mano de Soria, en el que se apoyó para desplazar a Juan Fernando López Aguilar, apabullante ganador paracaidista de aquellas elecciones. Y se marcha en contra de su voluntad en 2015 tras ser derrotado por su propio partido, que ha preferido al lagunero Fernando Clavijo, como seguro que sí saben. Sus ocho años de mandato han supuesto –aunque la perspectiva tampoco permita apreciarlo todavía- un mayor protagonismo de las islas no capitalinas y, en paralelo, aunque de manera más sutil, una pérdida paulatina de influencia de las oligarquías tinerfeñas que siempre mandaron en el entorno de ATI y automáticamente se impusieron en los inicios de Coalición Canaria. Si los primeros años con el PP le han sido perdonados a Rivero porque en su pacto con Soria propició un reparto territorial del poder que mantenía a Tenerife gobernado por Tenerife, estos últimos cuatro con el PSOE le han convertido en un proscrito en su propia tierra. No respetó instituciones tan sagradas como el periódico El Día; se enfrentó crudamente al PP, el socio natural, por el petróleo y las impertinencias continuas de Soria; no cedió un milímetro en el conflicto de las licencias de radio, y lo peor, repartió juego a las demás islas como si, de repente, se hubiera vuelto loco. En tan solo una semana se han producido dos tomas de posesión de altos cargos de la administración autonómica en las que ha quedado de manifiesto que ATI ha bajado a Paulino Rivero de su Cuadro de Honor.

Los socialistas encumbran a ATI

El último desprecio a Paulino Rivero se produjo este viernes, y para que fuera más crudo, delante de sus narices y en la que es su sede institucional, Presidencia del Gobierno en Santa Cruz de Tenerife. Tomaba posesión de su cargo como comisionado para la Transparencia y el Acceso a la Información Pública el veterano Daniel Cerdán, ex director general de Radiotelevisión Canaria y mano derecha de Adán Martín durante gran parte de su carrera política, tanto en el Cabildo de Tenerife como en la Presidencia del Gobierno. Cerdán asume un cargo creado a raíz de la Ley de Transparencia que durante esta última legislatura ha impulsado el Partido Socialista a través de uno de sus dirigentes más poliédricos, Francisco Hernández Spínola, consejero de Presidencia en funciones. Es Cerdán el segundo alto cargo que toma posesión en los minutos de descuento en el muy delicado momento en el que los electores se disponen a decidir quién o quiénes han de gobernar Canarias de ahora (no de aquí) en adelante. Tanto Cerdán como Santiago Negrín, que la semana pasada asumió la presidencia de Radiotelevisión Canaria, tienen mecha para cinco años, ocurra lo que ocurra con el nuevo Parlamento que se constituya el mes que viene. Y ambos, catapultados por el PSOE, que últimamente no pierde una sola oportunidad para hacer el ridículo más clamoroso. Ahí tienen, si no, a un sobrevalorado Chano Franquis quejándose de lo mal que le ha ido a su partido en esta legislatura por un Gobierno descompensado por tener más peso de CC (21 diputados) que del PSOE (quince). Chano Franquis ha olvidado de repente que ese Gobierno verdaderamente descompensado –lo compartimos con él- fue negociado personalmente por él y por el muy mentado Paco Spínola, para descojono generalizado entre los negociadores de CC que disfrutaban de lo lindo robándoles ora la merienda para zampársela en sus narices, ora el teléfono móvil para enviar mensajes guarretes.

Reivindicar a Adán Martín

Tanto Daniel Cerdán como Santi Negrín, dos profesionales respetabilísimos, coinciden nuevamente para convertirse en los dos primeros arietes del nuevo tiempo que han decidido instaurar los dirigentes de ATI. Se trata de marcar el territorio de forma evidente, de manera que no le queden dudas ni a los de casa ni a los que pretenden jugar en casa de quiénes son los nuevos mandarines. El primer gesto para marcar territorio fue ignorar por completo a Paulino Rivero en ambos actos de toma de posesión. A pesar de ser el presidente ante el que se jura o promete, a pesar de ser el presidente que firmó los dos decretos de nombramientos, ni Negrín ni Cerdán se preocuparon lo más mínimo por hacerle el más mínimo reconocimiento. Optaron por la fórmula de recuperar la memoria de Adán Martín, para el que ambos trabajaron, y para que no quedaran dudas, incluso el de su pareja, Pilar Parejo. El primero falleció en octubre de 2010, hace casi cinco años, y la segunda dejó acto seguido la política para dedicarse a la vida empresarial en el sector turístico. Reivindicar a Adán Martín ante un auditorio mayoritariamente compuesto por viejas glorias de ATI, con Manuel Hermoso a la cabeza, no sólo es un gesto de reconocimiento que honra a quienes lo profieren, pero si en el mismo discurso se ningunea a su sucesor, que sigue siendo presidente del mismo partido, de lo que se trata es de una constatación de que el viejo insularismo tinerfeño considera a Rivero un traidor a la causa y que esperará a que deje de ocupar el puesto que ocupa para lanzarlo al ostracismo.

Estropicio innecesario en RTVC

Como les anunciábamos ayer en esta misma sección, Santiago Negrín ya ha marcado su territorio en Radiotelevisión Canaria. Iniciar un “nuevo rumbo”, en sus propias palabras. Se reunió este viernes el nuevo consejo rector para tomar sus primeras decisiones ejecutivas, y el estropicio no ha podido ser mayor. Si alguien creía que esta nueva ley de radiotelevisión canaria iba a acabar con la politización de los dos medios públicos de comunicación y a hacer primar la profesionalidad y la calidad por encima de cualquier otra consideración, que se olvide. Una vez más nos encontramos con otra insensatez del Partido Socialista, y más concretamente del muy mentado y muy poliédrico Paco Spínola, que se empeñó hasta el final en que el engendro entrara en vigor antes de las elecciones y el resultado no ha podido ser más catastrófico. Una vocal del PP ya ocupa la vicepresidencia del Consejo Rector, y el otro representante de Soria ya anda recorriendo los despachos del ente interrogando a los trabajadores sobre su formación académica y sus desempeños. Por unanimidad de todos sus miembros, el Consejo Rector ha autorizado al presidente a cargarse a casi toda la cúpula directiva con el mantra “esto no es nada personal, es que tenemos que demostrar que han llegado nuevos tiempos; pero si dentro de unos meses no has encontrado trabajo, vente por aquí a ver si te encajamos de algún modo”. Al agujero de RTVC que tanta crítica y tanta desazón ha provocado, sumen ahora el coste del despido, previo pago de 45 días por año trabajado, de media docena de personas, algunas con ocho años o más de antigüedad y otros con tan sólo tres. Una pasta, en cualquier caso. Las prisas vienen dadas por las inminentes elecciones, es decir, para evitar que una nueva conformación parlamentaria pudiera frustrar la limpieza pretendida, como si los diseñadores de la operación temieran lo peor del electorado canario. Y todo ello, por supuesto, sin que se haya dado a conocer por el momento qué proyecto profesional y empresarial pretende ponerse en marcha, qué radio y qué televisión se va a poner en marcha para, acto seguido, definir los perfiles profesionales de los que habrán de ejecutar tal plan. Terminarán haciendo bueno a Willy García, ya verán. Y a Paulino. Cuando ya sea demasiado tarde, eso sí.

Paulino Rivero, aunque el ruido ambiental impida apreciarlo, ha sido el presidente del Gobierno de Canarias durante los últimos ocho años. Con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y sus errores, con sus pactos con el PP y con el PSOE. Le ha tocado lidiar con lo más crudo de la crisis: llegó en 2007 de la mano de Soria, en el que se apoyó para desplazar a Juan Fernando López Aguilar, apabullante ganador paracaidista de aquellas elecciones. Y se marcha en contra de su voluntad en 2015 tras ser derrotado por su propio partido, que ha preferido al lagunero Fernando Clavijo, como seguro que sí saben. Sus ocho años de mandato han supuesto –aunque la perspectiva tampoco permita apreciarlo todavía- un mayor protagonismo de las islas no capitalinas y, en paralelo, aunque de manera más sutil, una pérdida paulatina de influencia de las oligarquías tinerfeñas que siempre mandaron en el entorno de ATI y automáticamente se impusieron en los inicios de Coalición Canaria. Si los primeros años con el PP le han sido perdonados a Rivero porque en su pacto con Soria propició un reparto territorial del poder que mantenía a Tenerife gobernado por Tenerife, estos últimos cuatro con el PSOE le han convertido en un proscrito en su propia tierra. No respetó instituciones tan sagradas como el periódico El Día; se enfrentó crudamente al PP, el socio natural, por el petróleo y las impertinencias continuas de Soria; no cedió un milímetro en el conflicto de las licencias de radio, y lo peor, repartió juego a las demás islas como si, de repente, se hubiera vuelto loco. En tan solo una semana se han producido dos tomas de posesión de altos cargos de la administración autonómica en las que ha quedado de manifiesto que ATI ha bajado a Paulino Rivero de su Cuadro de Honor.

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