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Deserciones preventivas

La caída de Himar Ojeda se venía venir desde la llegada de Joaquín Costa, pero pocos creían que pudiera atreverse a un despido como el ejecutado ayer. El coste tendrá que pasar algunos filtros que probablemente presenten algunos reparos de tipo económico y legal. No hay que olvidar, que además de Rosa Rodríguez controlando las finanzas del Cabildo y, por ende, del Granca, fiscalizando este tipo de actuaciones en el consejo de administración se encuentran también el jefe de los Servicios Jurídicos, Carlos Trujillo, y el interventor insular, José Juan Sánchez Arencibia. Otros, como Sebastián Sansó, un gerente puesto en el club por Rosa Rodríguez para frenar posibles desmanes, optaron no hace mucho por desertar preventivamente. Dicen en los alrededores que con Joaquín Costa se empezaba a apreciar la llegada de oscuros nubarrones en forma de viejas glorias metidas ahora a representantes de jugadores que querían estar en los despachos, en la Séptima con Broadway y tirando los tiros libres, todo ello cobrando el importe exacto de cada uno de los respectivos servicios. Fenómenos todos ellos que suelen conjurarse para aparecer en escena cuando detectan que la dirección política de la cosa es propensa al conchabo y al relajo y que acostumbran a recluirse en sus cuarteles de invierno cuando el palco lo ocupa gente que tiene en la cabeza algo más que no sea asegurarse el plato de lentejas de modo vitalicio.

La caída de Himar Ojeda se venía venir desde la llegada de Joaquín Costa, pero pocos creían que pudiera atreverse a un despido como el ejecutado ayer. El coste tendrá que pasar algunos filtros que probablemente presenten algunos reparos de tipo económico y legal. No hay que olvidar, que además de Rosa Rodríguez controlando las finanzas del Cabildo y, por ende, del Granca, fiscalizando este tipo de actuaciones en el consejo de administración se encuentran también el jefe de los Servicios Jurídicos, Carlos Trujillo, y el interventor insular, José Juan Sánchez Arencibia. Otros, como Sebastián Sansó, un gerente puesto en el club por Rosa Rodríguez para frenar posibles desmanes, optaron no hace mucho por desertar preventivamente. Dicen en los alrededores que con Joaquín Costa se empezaba a apreciar la llegada de oscuros nubarrones en forma de viejas glorias metidas ahora a representantes de jugadores que querían estar en los despachos, en la Séptima con Broadway y tirando los tiros libres, todo ello cobrando el importe exacto de cada uno de los respectivos servicios. Fenómenos todos ellos que suelen conjurarse para aparecer en escena cuando detectan que la dirección política de la cosa es propensa al conchabo y al relajo y que acostumbran a recluirse en sus cuarteles de invierno cuando el palco lo ocupa gente que tiene en la cabeza algo más que no sea asegurarse el plato de lentejas de modo vitalicio.